Hannah Scarfoh era una de las hijas de la influyente y tradicionalista familia Scarfoh. Su padre, Salvatore Scarfoh, era un hombre con poder dentro de la familia, con muchas expectativas sobre él. Sin embargo, la rígida estructura de los Scarfoh exigía que tuviera un hijo varón para fortalecer su posición.
Cuando Salvatore tuvo dos hijas en lugar de un heredero, la familia lo marginó. Su estatus dentro de la familia se debilitó hasta el punto de perder su relevancia en la jerarquía de poder. Al no poder ascender más, Salvatore empezó a resentir a su propia familia y a volverse más violento dentro de su hogar.
La presión de la familia y el desprecio que recibió lo llevaron a descargar su frustración en su esposa y sus hijas. Su violencia y crueldad fueron tan extremas que su esposa terminó suicidándose, incapaz de soportar más el abuso.
Hannah y su hermana menor, Katherine Scarfoh, crecieron en un ambiente de opresión y miedo. Su padre las controlaba estrictamente, moldeándolas para que cumplieran con los ideales de la familia, y en el caso de Hannah, preparándola para un matrimonio arreglado.
Desde pequeña, Hannah supo lo que significaba nacer con el apellido Scarfoh. Su padre nunca lo dijo en voz alta, pero en cada mirada de decepción, en cada castigo desproporcionado, en cada noche en que escuchaba los gritos de su madre, entendía que su existencia era un error. No era varón. No era lo que Salvatore necesitaba para escalar en la familia.
Desde los cinco años, aprendió que el silencio era su mejor escudo. No debía llorar, no debía quejarse, no debía demostrar debilidad. Cuando tenía siete, su madre le enseñó a sonreír en público y a bajar la mirada ante los hombres. "Si haces lo que te dicen, no te harán daño", le susurraba su madre con voz apagada, como si las palabras la desgarraran por dentro.
Cuando nació su hermana Katherine, Hannah sintió por primera vez que no estaba sola. Su pequeña manita sujetando la suya en la oscuridad le daba fuerzas para soportar los gritos de su padre, para aguantar cuando la obligaban a aprender modales, a caminar con gracia, a ser la hija perfecta de un hombre que nunca la querría.
A los 15 años, Hannah fue comprometida por su padre con un hombre seleccionado por la familia. cuando le dijeron que ya estaba comprometida, no lloró. No gritó. Solo asintió, como se esperaba de ella. Tuvo suerte, ya que su prometido era Marco García. Marco fue diferente. No la miró con frialdad ni con posesión, sino con ternura. Se conocían desde niños, y por un breve instante, Hannah pensó que tal vez podía haber algo de luz en su futuro.
Durante su matrimonio, Hannah y Marco tuvieron un hijo varón, Liam Scarfoh, quien ahora tenía cuatro años y asistía al jardín de niños. El nacimiento de Liam fue visto con buenos ojos por la familia Scarfoh, ya que aseguraba una nueva generación con sangre directa de su linaje.
Marco, aunque no compartía el apellido Scarfoh, pertenecía a una rama secundaria de la familia. Sin embargo, su matrimonio con Hannah lo ayudó a ascender rápidamente dentro de la estructura familiar. Con su carácter amable y firme, Marco se ganó el respeto de muchos miembros de la familia, a pesar de que nunca estuvo completamente de acuerdo con sus estrictas reglas.
Se casaron jóvenes, demasiado jóvenes, pero en esos primeros años, Marco la protegió como pudo. Cuando su hijo nació, Hannah sintió una felicidad que nunca había conocido. Pero el amor no fue suficiente. Las cicatrices de su infancia nunca desaparecieron, y el miedo que siempre la acompañó empezó a destruir la relación. Se distanciaron. Marco intentó entenderla, pero había heridas que ni él podía sanar.
La separación fue inevitable. Cuando ocurrió, Hannah ya no era la misma. Sabía que Marco aún la quería, pero no de la forma en que necesitaba. Y, por primera vez en su vida, tomó una decisión por sí misma: irse. No por cobardía, sino porque si se quedaba, terminaría destruyéndolo a él también.
Sin embargo, la separación no fue bien recibida por la familia Scarfoh. El divorcio no era una opción aceptable en su tradición, y al separarse, Hannah se convirtió en una vergüenza para la familia. Su padre la repudió, la acusó de deshonrar su apellido, y dejó claro que su hermana seguiría su destino si ella no hacía algo.
En ese momento, Salvatore ya se había casado nuevamente y, finalmente, había tenido el hijo varón que tanto había deseado. Con su nuevo heredero, Hannah y Katherine dejaron de ser una prioridad para él. De hecho, Salvatore quería deshacerse de ellas para limpiar su nombre dentro de la familia.
Al ver la situación en la que su hermana menor estaba atrapada, Hannah tomó una decisión drástica. Hannah negoció con su padre.
Se sacrificó una vez más. Ofreció su vida a cambio de la libertad de Katherine.
Katherine estaba en riesgo de ser forzada a un matrimonio arreglado con un hombre mucho mayor. Robert era un hombre cruel, un perro viejo de la familia con tres matrimonios fallidos y una reputación manchada. Nadie lo quería, y nadie lo respetaba, pero tenía poder. Su padre aceptó la oferta sin pensarlo dos veces.
Hannah no se sorprendió.
Para evitar que su hermana pasara por lo mismo que su madre, Hannah hizo un trato con su padre:
Ella misma se casaría con ese hombre a cambio de que Katherine quedara libre de ese destino.
Salvatore aceptó el trato. Para él, era una solución perfecta: se libraba de su hija mayor y aseguraba una nueva alianza política.
Sin embargo, Katherine nunca supo la verdad detrás de la decisión de Hannah. Todo lo que vio fue que su hermana la había "abandonado", dejándola sola en la familia. Como resultado, le guardaba rencor y no entendía por qué Hannah la había dejado atrás. En el fondo, la extrañaba, pero su resentimiento era mayor.
A pesar de la distancia, Hannah nunca dejó de cuidar de Katherine en secreto. Pidió ayuda a Marco para que su hermana no fuera marginada dentro de la familia y, cuando fue necesario, se enfrentó a su padre para evitar que tomara decisiones que afectaran a Katherine.