Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 37: Redes sociales

La mañana del sábado despertó a Izan con un mensaje en el móvil de Nico. Al mirar que el remitente se trataba de Estela, intuyó que la chica había optado por ser cautelosa y no escribirlo a su viejo móvil por si Braulio se encontraba cerca a aquellas horas de la mañana. Y en efecto, Braulio aún dormía a pierna suelta, aquel día no tenía que trabajar, sumado a que habían vuelto tarde la noche anterior y que sus abuelos se encontraban de viaje, un cóctel molotov que daba rienda suelta a disfrutar más del sueño que de costumbre.

Izan comprobó que tenía dos mensajes, el primero había sido escrito de madrugada, el segundo hacía unos minutos. Estaba claro que Estela había dormido poco. Tras echar un vistazo al primero, el cuál no había leído antes porque lo había recibido cuando estaba profundamente dormido, leyó el segundo.

―Hablo en serio, Izan. Es importante, no puedes seguir así ―dictaba el mensaje de Estela.

Izan resopló contemplando aquel viejo móvil. ¿Por qué decía aquello Estela?

―No entiendo que quieres decir con este mensaje ―respondió él desde el mismo móvil siendo precavido por si Braulio despertaba.

―Llámame cuando el hermano de Nico no esté cerca ―fue la única respuesta que obtuvo de Estela.

El sábado destacó por el gran aburrimiento del que lo acompañaba. Nico se encontraba en la habitación que por unas semanas estaba siendo suya, cuando recibió una notificación en el móvil de Izan. Cuando comprobó de qué se trataba se encontró que era de Estela. Era una aplicación que él desconocía pero que a simple vista se trataba de una donde la gente subía fotos, normalmente de su vida o su día a día. Resoplando accedió a la notificación para darse de bruces con una fotografía de la joven junto a una mujer, que por su apariencia, probablemente se tratase de su madre. Ambas aparecían elegantemente vestidas. Estela con un vestido azul clarito por encima de las rodillas, mientras que su madre llevaba unos pantalones negros de pitillo combinados perfectamente con una blusa beig de volantes. Ambas adornaban sus pies con elegantes zapatos de fino tacón que probablemente habían costado un elevado precio. Las dos sonreían felizmente sentadas en una mesa de porcelana de un jardín. En la mesa se encontraban dos vasos con un líquido amarillo adornado con un paraguas cada uno. El enunciado de la foto dictaba: Disfrutando en el jardín.

Nico se sorprendió de la cantidad de interacciones que había tenido aquella foto en pocos minutos. ¿Por qué la gente enseña al mundo entero todo lo que hace? Se preguntó mientras retrocedía para observar el perfil de Estela en aquella aplicación. Observó que la chica subía a menudo fotos con su madre y algunas también con Izan. En muchas aparecían en eventos o en lo que dedujo sería su casa. Mientras observaba las fotografías recordó la noche anterior, cuando se había enfrentado a Estela, algo que no había sido capaz de hacer en dos años. Sin embargo se maldijo a sí mismo por no haberle reprochado su cambio de actitud con él, durante dos años lo había tratado mal y de pronto se comportaba con extraña amabilidad con él. Se maldijo también al darse cuenta de que se sentía mal por haberse comportado así la noche del viernes, no estaba seguro si había hecho lo correcto o no, y eso le preocupaba. Tras un largo rato de reflexión tomó una decisión, no sabía si sería acertada o no, pero lo hizo.

―Lo siento, Estela. Ayer me pasé con lo que te dije. No debí meterme donde no me llaman. Por cierto, buenos días ― releyó el mensaje instantáneo por tercera vez antes de enviárselo.

Suspiró mirando el techo mientras se frotaba los ojos. ¿Cuánto tiempo más iban a estar así? ¿Cuándo podrían volver a ser ellos mismos? Antes de continuar dándole vueltas a la mente con las mismas preguntas que a todas horas se hacía, decidió levantarse rápidamente.

Tras asearse en el cuarto de baño, salió al comedor, donde al parecer todos los miembros de la familia de Izan ya habían tomado su desayuno. Los padres de Izan, por lo que le había comentado Rogelio, habían salido a jugar al pádel con unos amigos, mientras que Amanda se encontraba sentada en el sofá del salón viendo la televisión, sin intención alguna de moverse de allí en parte de la mañana.

Daba igual el tiempo que ya llevase viviendo aquella vida que no le correspondía, Nico sabía que aunque pasasen años no se acostumbraría a que le sirviesen. Se sentó en la silla que correspondía a Izan en la mesa mientras Casandra rellenaba la leche de su vaso con una breve sonrisa, señal que Nico no supo interpretar pero que imaginó que era propiciada por la costumbre de tantos años trabajando allí.

―¿Qué deseas desayunar, Izan? Hoy hay croissant francés, tostadas, cereales y fruta. Si lo deseas puedes tomar un combinado de varias cosas.

Nico asintió con un movimiento mecánico, al ver a Casandra había recordado lo que Izan le había dicho cuando la noche anterior le llamó. Casandra quería que supieran que ella había tenido algo que ver. ¿Por qué les hacía todo aquello? Pensó suspirando internamente mientras cogía un croissant que Casandra le acaba de ofrecer. Se quedó observándolo con pasmosa atención. ¿De verdad era francés? Dio un bocado y se encogió de hombros, no notaba la diferencia con aquellos que había probado de cualquier pastelería y supermercado, pero no dijo nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.