La música resonaba en toda la casa a un volumen para nada considerable. Estela y su madre se encontraban subidas, con los pies descalzos, encima de un viejo y deteriorado sofá mientras bailaban y cantaban al ritmo de la música. La madre utilizaba como micrófono un cepillo para barrer mientras que Estela había optado por el mando de la televisión. Ambas cantaban al son de Gloria Trevi y su canción Todos me miran al mismo tiempo que gesticulaban según indicaba la letra de la canción. Tras finalizar la canción, Estela tiró hacia arriba un trapo que llevaba en su otra mano.
Madre e hija bajaron del sofá a carcajada limpia dispuestas a continuar con lo que estaban haciendo antes de que la canción les hiciera bailar como si no hubiera un mañana: limpiar la casa. Cecilia, la madre de Estela, llevaba una vieja camiseta azul marino con letras blancas y unos pantalones de chándal desgastados de color gris. La mujer, de cabello lacio castaño oscuro, se había puesto una coleta para limpiar con mayor comodidad, mientras que su hija llevaba una sudadera negra también con letras blancas, pero en vez de pantalones de chándal estos eran vaqueros. Estela se había soltado el pelo para bailar la canción, sin embargo, cuando esta terminó se lo volvió a atar en una coleta y despejarlo de la cara.
Un pequeño salón se encontraba frente a ellas. A simple vista se podía comprobar que los muebles eran de antaño, lo que no significaba que fuesen de otra época y estuviesen allí formando parte de una decoración con estilo, al contrario, el pasar de los años se notaba en cada uno de ellos, algo que podía verse reflejado en las maderas desgastadas y algún que otro desperfecto. Era un salón pequeño pero para dos personas que vivían solas era bastante acogedor.
El resto de la casa no dictaba de ser diferente, algunos desollones acompañaban a las paredes en su pasar de los años. La pequeña cocina, aún de gas, tenía el techo con algún que otro desconchón y algunas calas de agua que habían sido solventadas poco tiempo atrás. El cuarto de baño tenía varios azulejos rotos, sin embargo, para lo que servía, no había ningún impedimento. Un lavabo con un espejo, un retrete, un pequeño mueble y un plato ducha habitaban allí. Madre e hija compartían una vieja habitación, donde el frío en invierno entraba por las pequeñas rendijas de la ventana. Poco más se encontraba en aquel piso, tampoco ninguna de las dos tenía mucho más para llenarlo.
Tras terminar de limpiar, madre e hija se sentaron en el suelo echando la cabeza sobre el viejo sofá verde oscuro.
―Hoy estoy exhausta ―se quejó su madre cerrando por unos segundos los ojos.
―No te quejes, imagínate que viviéramos en una casa de esas de ricos, eso sí sería agotador para limpiar ―sentenció Estela suspirando.
―Ya, pero anoche no dormí bien ―murmuró Cecilia.
―Mami... ―Estela le pasó una mano por el hombro a su madre mientras le dedicaba una delicada y tierna sonrisa.
La sonrisa de su hija provocó que la madre de Estela se abrazase a ella fuertemente, un abrazo lleno de un amor y cariño incalculable.
―Eres la mejor hija... ―le susurró al oído mientras acariciaba su pelo.
―Mamá, siento romper el momento bonito, pero soy tu única hija ―le reprochó Estela bromeando.
―Sí, hija, has roto el momento ―Cecilia secó disimuladamente una lágrima que caía por sus mejillas.
―Lo tenía que hacer, te conozco como si me hubieras parido, y sé que eres capaz de ponerte a llorar si no has empezado ya... ―apretujó a su madre entre sus brazos.
―Es que te he parido... ―rió ella arremolinándole el pelo antes de retirarse del abrazo―. Sabes que estas fechas son muy emotivas para mí...
―Claro que lo sé, pero no son para llorar, sino para celebrar ―Estela se puso en pie en el suelo con los brazos abiertos en cruz.
―¡Qué cómica! ―Rió Cecilia ahora sonriente―. Como se nota que tengo una artista en casa.
―Gracias, muchas gracias ―hizo varias reverencias―. Todo se lo debo a mi público.
Madre e hija continuaron entre risas y bromas hasta que el sonido del móvil de la madre de Estela las interrumpió repentinamente. Cecilia resopló al coger el móvil y comprobar de quién se trataba.
―Baja la música y pon ambiente de fondo ―le pidió su madre y con un gesto le indicó que se apresurase.
Rápidamente Estela quitó la música que se había apoderado del salón y, con el portátil al lado de un viejo aparato de música, seleccionó un audio que se encontraba en una carpeta del ordenador. Al instante se escuchaba de fondo diversas conversaciones neutras como si estas se escuchasen a lo lejos. Las conversaciones eran acompasadas, produciendo la sensación de estar en un lugar tranquilo pese a imitar la sensación de encontrarse más personas.
Cecilia le hizo un gesto con el dedo pulgar a su hija, indicándole así que le parecía perfecto el audio. Su hija le indicó que duraba 3 minutos enseñándole tres dedos de su mano izquierda, haciendo que Cecilia asintiera.
―¿Hola? ―La voz cansada que antes tenía Cecilia cambió repentinamente.