Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 39: Mentiras entre mentiras

Por unos instantes Estela se vio acorralada entre la espada y la pared. ¿Qué podría decirle a su madre? Tenía totalmente descartada la posibilidad de contarle el intercambio de cuerpos, no era algo de lo que estaba dispuesta a hablar con ella, no solamente por ser un secreto al que ni a ella le pertenecía, sino porque Cecilia no le creería, y es que, si se paraba a pensar, era lógico que no le fuese a creer. ¿Quién creería algo así? A pesar de que ella lo había asumido no dejaba de parecerle difícil de aceptar por no contar lo extraño de aquella situación. Suspiró internamente antes de dirigirse a su madre, odiaba mentirle, pero sentía que para esa ocasión sería lo mejor.

―Mamá, es que... Izan está con Esteban y Andrés ―dijo rápidamente cuando se le iluminó aquella idea en la cabeza―. Si hacemos una videollamada nos verían.

―Videollamada descartada ―dijo con un gesto de mano―. ¿Llamada normal? O sea, lo llamas tú y le dices lo de la comida ―dijo poniéndole miraditas.

―Yo creo que es mejor después, cuando no esté con ese par, no vaya a ser que la liemos.

―Voy a la cocina a por pipas, que entre la invitación y tu reticencia a llamar a Izan me estoy poniendo nerviosa ―Cecilia se encaminó hacia la cocina.

Al quedarse sola resopló fuertemente sentándose en el suelo cerca del sofá mientras apoyaba la cabeza en este. Miró su móvil y negó con la cabeza. ¿Cómo llamar a Izan? Si llamaba a Nico no podría hablar mucho y su madre podría liar la situación, sin embargo, si llamaba a Izan su madre podría escuchar que aquella no era su voz. ¿Qué hacer?

Estela no dejaba de debatirse mientras miraba ambos números intentando decidir qué hacer. Sabía que su madre notaba que algo extraño pasaba y sería capaz de insistir, así que, o una de dos: intentaría sonsacar a su hija sobre lo que estaba sucediendo, o intentaría sacarlo por ella misma si la llamada era realizada. Tomó una decisión, escribió un mensaje al verdadero Izan pidiéndole que pusiera la música cerca del teléfono porque le iba a llamar con su madre delante. Se alegró de que al instante recibió una respuesta de Izan, lo que significaba que Braulio no se encontraba cerca y había podido utilizar su antiguo teléfono móvil.

Justo cuando había organizado todo para realizar la breve llamada, Cecilia apareció con un enorme paquete de pipas y un plato para echar las cáscaras.

―Voy a probar a llamarle ―Estela hizo que una sonrisa se dibujase en su rostro.

A pesar de la gran habilidad de su hija en el ámbito interpretativo, Cecilia sabía que algo que se escapaba de sus manos le preocupaba a su hija, daba igual la sonrisa que esta fingiera poner, ella podía detectarlo. Sin embargo, no sabía de qué podría tratarse, quizá era simplemente por el hecho de que Izan se encontraba con Esteban y Andrés, aún así en su interior sentía que algo se le escapaba, pero, ¿el qué? Quizá tan solo era su imaginación.

Antes de marcar el número de Izan, Estela se había percatado de que en la mente de su madre algo rondaba. No fue difícil notarlo, su impulsividad comiéndose las pipas le delataba. Estela suspiró internamente antes de marcar el anterior número de Izan.

―¡Izan, amor! ―Exclamó para que su madre creyese que lo hacía por si Esteban y Andrés escuchaban algo―. Uy, te oigo regular, se escucha mucha música, ¿dónde estáis?

Cecilia observaba detenidamente a su hija preguntándose si de verdad algo se le estaba escapando de las manos o solo eran paranoias suyas, a fin de cuentas aquellas semanas no eran fáciles para ella. Pensar en aquello le hizo comer pipas con más impulsividad mientras contaba los días que faltaban para que llegase aquel día que tanto rondaba en su mente.

―Mierda... ―susurró saboreando la sal de una pipa. Su hija le miró con una ceja levantada―. Luego te cuento ―susurró haciéndole un gesto para quitarle importancia.

Al igual que Cecilia, Estela sabía distinguir cuando su madre mentía, fuese lo que fuera, para su madre seguramente tenía importancia, así que se apresuró en terminar la conversación con Izan lo antes posible. De forma resumida le había contado que la madre de este quería realizar en la semana próxima una comida familiar, lo que hizo que Izan se sobresaltase.

―Pero yo no estoy en mi cuerpo... ―susurró temeroso por si la madre de Estela le escuchaba a pesar de la música―. Y Nico no sabe nada, si tu madre le dice algo... ―bufó.

―Lo sé, sé que tu familia es de improvisar en la misma semana y son muy estrictos con eso... ―resopló ella como respuesta, a pesar de que la respuesta no venía a cuento, lo que decía era la verdad.

―Puedo intentar que Nico convenza a mi familia para retrasar la comida. Han pasado varias semanas ya y seguimos sin volver a ser nosotros mismos, pero al menos nos dará tiempo para pensar un poco más como hacer todo lo de la cena ―volvió a susurrar.

―Oh, vale, cariño. Oye te tengo que dejar, mi madre y yo vamos a salir a comer fuera ―dijo un poco alto para fingir que lo hacía por si Esteban y Andrés la escuchaban.

―Luego hablamos cuando estemos disponibles ―susurró él antes de despedirse.

Cuando Estela colgó se quedó mirando a su madre y metió la mano en la bolsa de pipas para comer ella también.

―¿Qué te ocurre? ―Preguntó sin rodeos, algo que aliviaba a su madre.

―Nada ―suspiró haciendo que su hija alzase nuevamente una ceja como un rato atrás había hecho―. Solo que había calculado mal la fecha y quedan más días de lo que creía ―suspiró―. Sé que puede parecer una tontería, pero pensar que me había equivocado me ha puesto un poco nerviosa ―se sinceró con su hija quien soltó las pipas que habitaban en su mano para abrazar con una mezcla de fuerza y cariño a su madre.

―No te preocupes, todo el mundo se equivoca ―una sonrisa del rostro de Estela hizo que su madre se relajase y se la devolviese.

Cecilia se miró el reloj cuando el abrazó había sido dado por finalizado. Esbozó una sonrisa calmada a su hija.




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