Hay diferentes tipos de hermanos, los hay que son mayores, los hay que son menores, están los que odias pero en el fondo quieres y también aquellos con los que no tienes relación. También están aquellos hermanos que no son de sangre, que son amigos que al mismo tiempo cumplen esa doble función.
Nico sabía que tenía escasamente dos horas para convencer a la hermana de Izan para que se marchase por unas horas de aquella casa, sin embargo, no había encontrado ninguna solución convincente y el tiempo se le empezaba a echar encima. La cuestión que se apoderaba de su mente era: ¿cómo lo hacía?
Suspiró tumbándose en aquella cómoda y mullida cama mirando al techo sin ver nada. Aquella habitación era enorme, y de pequeño le parecía reconfortable, pero ya había perdido aquella magia, ya no era como en el pasado. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien llamó a la puerta de la habitación.
―Adelante ―murmuró él en una voz lo suficientemente alta para que la otra persona pudiera escucharle. La hermana de Izan entró a paso ligero en la habitación sentándose en la cama―. ¿Qué sucede?
―Venía a decirte que he quedado con tu novia para irnos de tiendas―dijo con una sonrisa bastante seca, algo particular en ella.
―¿Sí? ―Preguntó incorporándose e intentando evitar que se notase la sorpresa en su voz ante aquella revelación, por casualidades de la vida no había hecho falta que hiciera nada para que se fuera unas horas dejando la casa libre.
―¡Sí! Hoy toca tarde de chicas, así que te robaré unas horas a tu chica ―dijo guiñándole un ojo y levantándose nuevamente de la cama acercándose a la puerta―. ¿Quieres que te traigamos algo? ―Preguntó más por cortesía que con intención de comprarle algo. Cuando notó el vacío de aquella pregunta, rápidamente negó con la cabeza.
Nico observó como la hermana de Izan ya se había preparado para aquella inesperada tarde de compras, así que seguramente se iría en poco rato, aunque no sabía si aquello sería bueno o malo, ¿y si volvía antes de tiempo?
―¿Te vas a poner esa camisa? ―Le preguntó antes de que Amanda saliera por la puerta de la habitación. Llevaba una camisa rosa chicle bien conjuntada con unos vaqueros azul claro ajustados y unos botines rosa chicle, pero aquello le daba igual a Nico, lo único que quería era ganar tiempo, cuanto más tarde se marchara más tarde volvería.
―¿Qué le pasa a mi camisa?―Preguntó Amanda encogiéndose de hombros.
―No nada, es solo que, ¡bah! No me hagas caso ―fingió estar indeciso ante el hecho de decir lo que pensaba o callarse, no sabía si aquello surtiría efecto pero había decidido probarlo cómo estrategia en ella.
―No, venga Izan. Si me has dicho eso es por algo, ¡suéltalo! ―Exclamó un poco frustrada.
―Nada, Amanda. Si no te has dado cuenta será porque no tiene tanta importancia en realidad, así que no me hagas mucho caso ―continúo su estrategia para hacerle dudar, con Amanda quizá podría surtir efecto.
Ella se acercó al espejo que había de pie en la pared de la habitación y negó con la cabeza tras un largo rato mirándose.
―Creo que voy a ponerme otra camisa ―tras eso se marchó haciendo que Nico no pudiera evitar esbozar una sonrisa. Quizá no ganaría mucho tiempo pero al menos tendría un poco de margen más, aquello sería mejor que nada.
Mientras tanto Izan hacía espera para que llegara la hora de poder ir a su casa a investigar que era aquello que estaba ocurriendo. Se tiró en la cama de Nico haciendo que sonasen los muelles desgastados por el paso del tiempo. Las campanas del barrio empezaron a sonar haciéndole darse cuenta que ya eran las seis, cada vez quedaba menos para poder volver, razón que le hacía que un nudo se formase en su estómago. Tan solo deseaba una cosa por encima de cualquier otra: que todo saliera como lo planeado y que ni sus padres ni su hermana se encontrasen allí, si algo al respecto salía mal, nunca se lo perdonaría; lo tenía bastante claro.
La puerta del dormitorio se abrió de pronto haciendo que se sobresaltase instintivamente. Braulio entró rápidamente y se sentó en su propia cama mirándole fijamente.
―¿Por qué no llamas antes de entrar? ¡Podría haber estado cambiándome! ―Refunfuñó el falso Nico mirando hacia Braulio pero sin levantarse de la cama.
―Porque es mi habitación y nunca hemos llamado ni tu ni yo. ¿Qué te pasa hoy? ―Aquella pregunta hizo que un escalofrío se apoderase de su interior.
―¿A qué te refieres?― Tras un rato observándole, mirando a la nada y no a la camiseta negra con palabras en inglés que llevaba puesta, preguntó fingiendo no entenderle.
―Te conozco desde siempre, es fácil saber qué te ocurre. ¡Soy tu hermano mayor! ―Exclamó frustrado.
―No te preocupes, es solo que... ―¿qué debería inventarse? Sabía que tenía que crear una mentira lo más rápido y convincente posible―. Es solo el agobio de los trabajos que nos mandan y eso hace que tengo menos tiempo para estudiar ―fingió un resoplido para acentuar más su mentira.