Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 11: Escondite

―¡Casandra! ―Exclamó Izan sobresaltado aún con el miedo en el cuerpo―. ¡Qué susto joder!

―No soy tan espantosa ―bromeó ella pero su semblante cambió rápidamente tornándose serio ―acabo de ver a Rogelio, el chófer, aparcando hace escasos minutos. Amanda y Estela llegarán de un momento a otro ―informó sin cambiar la seriedad de su rostro.

―¿¡Qué!? ―Más que una pegunta se trataba de una exclamación por parte de Izan.

―No entiendo tanto drama―dijo Nico encogiéndose de hombros en el cuerpo de Izan ―se dice que he venido a hacer un trabajo y punto ―señaló a Izan.

―¡No! ―Izan se llevó las manos a la cabeza y después se ajustó las gafas a las que se había acostumbrado más rápido de lo que imaginaba―. No pueden enterarse de la presencia de Nico aquí.

Izan echó un rápido vistazo a su habitación y señaló el enorme vestidor que habitaba en ella. Una sonrisa se dibujó rápida y brevemente en su rostro.

―Me voy a esconder en el vestidor hasta que pueda escapar― antes de dirigirse al interior del vestidor para ocultarse, se dirigió al verdadero Nico―. Ya sé que en los últimos años no hemos tenido muy buena relación, pero por favor, hazte pasar por mí. Pero no por el Izan que conocías hace tiempo, sino como estoy siendo estos últimos años―. Nico sintió como Izan le suplicaba con la mirada y no tuvo más remedio que asentir levemente con su cabeza, a fin de cuentas era difícil resistirse a una petición que parecía proceder de tu mismo boca y con tu misma voz.

Justo a tiempo se había escondido Izan en el vestidor deseando con fuerzas que no descubrieran la presencia de Nico allí ni que el verdadero hiciera algo mal delatándose a sí mismo. Aunque si se descubría el pastel sería difícil de explicarlo y que alguien lo entendiera sería complicado cuando ellos mismos seguían sin entender que ocurría, sabía que había mucho en juego en todo aquello cómo para arriesgarlo todo y que la situación se torciera. Sabía que si fuera creyente hubiera rezado y suplicado que todo fuera bien, pero como no lo era sólo se limitó a suplicar mientras miraba al techo de su vestidor.

Cuando alguien llamó a la puerta de la habitación de Izan, Nico se percató de que Casandra ya se había marchado de allí. No sabía si aquello era realmente un alivio o algo malo; ahora no tenía a nadie que le orientase para saber cómo actuar frente a la novia y la hermana de Izan, pero si veían allí a Casandra cuando su relación con Izan se había vuelto fría en los últimos años, sería bastante extraño y sospechoso. Suspiró frustrado y fingiendo una falsa sonrisa, hizo pasar a quien quiera que fuera quien llamara a la puerta, que seguramente sería Estela quizá junto con su hermana. No se equivocaba, cuando la puerta se abrió ambas se adentraron en ella cerrando la puerta tras de sí.

Estela le propició un suave beso en los labios haciendo que Nico sintiese de pronto como sus labios empezaban a saber a cereza, fruto del sabor de pintalabios que cubría los labios de la joven. Amanda en cambio se sentó en el borde de la cama de su hermano con los brazos cruzados y el semblante serio, apenas había saludado con un frío hola al entrar a la habitación.

―¿Habéis comprado mucho? ―Preguntó el falso Izan por entablar alguna conversación. Por mucho que Izan fuera un repelente en el instituto, sentía inseguridad a la hora de imitarle, temiendo meter la pata en algún momento, a fin de cuentas Nico aún no asimilaba el cambio radical que Izan había dado aquellos últimos años.

―Sí ―sonrió Estela felizmente―. Mis cosas están abajo en el salón, ahora después si quieres te hago un pase de modelos a ver que te parece ―dijo guiñándole un ojo a lo que Nico asintió al mismo tiempo que sentía que un nudo se formaba en su garganta―. ¿Y qué tal tu tarde? ―Inquirió sentándose encima de sus piernas de lado en la silla giratoria frente al ordenador.

―Bien, nada interesante ―dijo él quitándole importancia.

Nico recibió un beso en la suave y cálida mejilla de Izan y agradeció internamente el hecho de que el beso no hubiera sido nuevamente en sus labios.

―Bueno, pues puedo hacer más interesante tu tarde ―una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Estela haciendo que Nico volviese a notar otro nudo invisible en su garganta, sin embargo fingió una coqueta sonrisa para salir del paso.

Un carraspeó hizo que internamente suspirase de alivio y dirigió su mirada hacia el lugar de procedencia: el filo de su cama. Amanda les miró con el ceño fruncido y se incorporó rápidamente alisando su falda violeta, la cual no sabía deducir Nico si se la acababa de comprar o ya era suya antes de ir por la tarde de tiendas cuando se cambió de ropa. Realmente le daba igual, pero se fijó en el hecho de que parecía bastante nueva.

―Bueno, si me disculpáis me voy a mi habitación que veo que sobro ―puso una mueca de asco en su rostro y negó con la cabeza―. Divertiros pero no hagáis mucho ruido ―la mueca se convirtió en una falsa sonrisa produciéndole un escalofrío a Nico.




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