Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 13. La huida

La puerta se abrió antes de que alguien hiciese pasar a la persona que tocaba tras ella, sobresaltando a quienes se encontraban en aquella habitación.

―Casandra... ―murmuró una aliviada Estela mientras Izan y Nico se recuperaban del shock que se había producido en su interior.

―¡Qué susto! ―Exclamó Izan y seguidamente Casandra puso su dedo índice en la boca haciendo que aguardasen silencio. Entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí.

―No habléis tan alto. Amanda se está duchando, es el momento de que...―miró a los tres―. Que cierta persona se vaya.

―No te preocupes Casandra, ella ya lo sabe ―informó Nico sin mirarla a la cara.

―No necesito tu limosna ―espetó Izan sin mirarla tampoco y haciendo una mueca de asco.

―Te arriesgas a que alguien se entere de que Nico está aquí ―dijo con una extraña sonrisa que Izan no supo interpretar pero que le produjo un pequeño escalofrío en el interior del cuerpo.

―Ya me las apañaré. No necesito tu compasión cuando tú has tenido la culpa de lo que ha pasado ―miró hacia Casandra y le fulminó con la mirada―. Así que por favor, no queremos tu limosna, queremos que arregles esto de una vez por todas.

―Yo ahora mismo no puedo hacer nada ―guardó silencio un momento y como si de pronto se hubiera dado cuenta de algo continuó hablando―. ¡Y yo no tengo nada que ver!

―Pues pareciera que te lo hubieras pensado ―esta vez fue Estela quien habló que hasta ahora había estado observando aquella conversación a tres bandas sin dejar de intentar asimilar el cambio de cuerpos de Nico e Izan. Suspiró profundamente un poco más fuerte de lo normal―. Pero si no nos das aún una solución, Amanda se puede enterar en cualquier momento y no sé cómo podríamos explicar esto.

―¿Tanto odio me tiene tu hermana como para no poderme ver aquí y que mi cuerpo tenga que salir casi escoltado? ―Le espetó con mirada fulminante a Izan.

―Es una larga historia. Creo que Estela tiene razón, lo mejor es que me marche ―el tono de su voz indicaba que se había resignado a hacer aquello, al menos por aquel momento.

―¿Tampoco me voy a enterar de esto? ―Preguntó Nico cruzándose de brazos―. Con tanto secretismo no me extrañaría que tú tuvieras algo que ver ―señaló a Izan―. Al fin y al cabo se supone que me estáis planeando una putada, y no se me ocurre ninguna peor que esta.

―No todo gira en torno a ti, chico ―le espetó Izan.

―Si no fuera así no tendrías que huir despavorido de tu propia casa para que no sepan que estoy aquí ―bufó Nico.

―Vamos Izan, he entretenido al chófer para que hiciera unos recados, pero a este paso tanto él como Amanda van a descubrir el pastel...―dijo Casandra con un leve suspiro de agotamiento por la situación.

―Está bien, pero que sepas que no te vas a ir de rositas Casandra. Cuando esté todo arreglado me encargaré de que mis padres te echen a patadas ―le espetó y se acercó a la puerta sin abrirla―. Tienes mi viejo número en el móvil, si necesitas algo llámame y si descubro algo de esto te llamaré ―dijo mirando a Nico.

―¿Tienes guardado en el móvil tu número antiguo? ―Preguntó el joven extrañado.

―Sí, nunca se sabe para que te puede servir, y mira ―se encogió de hombros y se despidió de los dos con un movimiento leve de mano.

Casandra abrió la puerta de la habitación, y tras una breve revisión de los pasillos, hizo que Izan ataviado en el cuerpo de Nico saliese a pasos sigilosos detrás de ella. Estela cerró la puerta con suavidad y suspiró aliviada.

―¡Dios! Estaba cagada ―se tiró a la cama bocarriba― pero al menos lo hemos conseguido, ¿verdad Nico? ―Se quedó mirándole la espalda―. ¡Joder! Es que da miedo, a simple vista pareces de verdad.

―¿No habrás tenido algo que ver con esto? ―Se dio la vuelta cruzándose de brazos.

―¡Claro que no! ¿Me tomas por loca? ―Dijo molesta cruzándose esta vez ella de brazos pero sin levantarse de la cama.

―Me tienes que explicar demasiadas cosas, te lo vuelvo a repetir ―inquirió él, aprovechando que Izan no estaba, para intentar sonsacarle sin éxito alguno.

―Lo siento Nico, las preguntas que llevas toda la tarde haciéndome no puedo respondértelas ―se incorporó en la cama y le propició una suave sonrisa llena de sinceridad, Nico pudo observar que ni en su voz ni en sus ojos había muestra alguna de maldad, algo que sin duda le produjo un escalofrío. ¿Qué había sido de la chica repelente y superficial del instituto? Definitivamente había algo que no cuadraba.




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