Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 17: La habitación de Casandra

La habitación de Casandra era sencilla y corriente, a simple vista no había nada fuera de lo normal en aquel lugar. Izan cerró con suavidad la puerta a pesar de no haber nadie en su casa, sin embargo, fue algo que hizo por instinto. Al mirar hacia Nico vio su propia espalda produciéndole un escalofrío, tan solo había pasado un día y le era imposible acostumbrarse fácilmente a que su cuerpo hubiera sido adueñado por otra apersona, aunque de algo estaba casi convencido Izan: Nico sentiría lo mismo que él.

Nico se quedó observando detenidamente la habitación sin moverse del lugar donde se había quedado parado. Miraba todo fijamente entornando los ojos pero con la calma adueñada en la cara.

―Es curioso ―murmuró con un tono de voz cargado de una pequeña leve nostalgia que solo pudo detectar Izan. ―No ha cambiado nada esta habitación.

―Eso parece ―dijo Izan sin evitar esbozar una sonrisa detrás de Nico. Cuando Nico se dio la vuelta, Izan dejó de sonreír instintivamente. 

―¿Crees que encontraremos algo? ―Izan pudo observar en su rostro, frente a sí mismo, la tristeza reflejada en la mirada de sus propios ojos, produciéndole un escalofrío interno.

―Eso espero, no puedo acostumbrarme a mirarme en otra persona todos los días ―resopló angustiado.

―¿Crees que acaso yo podría? ―Nico rió con ironía―. No es algo precisamente cómodo, así que cuanto antes solucionemos esto mejor, y así dejaré de verte todos los días en el espejo.

―Tampoco tienes que ser tan cruel ―les espetó Izan.

―Habló quien lleva dos años riéndose de mí... No eres el más indicado para hablar de crueldad, ¿no crees? ―Le espetó Nico mientras abría el armario color nogal que se encontraba en la habitación―. Veamos que hay aquí.

Izan agachó la cabeza y se acercó junto a Nico, el espejo que había dentro del armario les devolvió la imagen de ambos con la seriedad y la nostalgia reflejada en sus rostros. Izan fue el primero en empezar a mirar el contenido del armario sacando varias cajas que había dentro de él.

―¿Qué habrá aquí? ―Preguntó soltando un par de ellas mientras Nico cogía las otras dos que habían encontrado.

―Mejor será comprobarlo ―dijo Nico mientras abría una de las que había traído. A simple vista la caja estaba repleta de papeles, probablemente documentos―. ¿Serán facturas?

―Quizá sea algo más ―se apresuró Izan a sacar varios documentos para echarles un breve vistazo.

―No creo que Casandra guarde algo revelador sin estar bajo llave ―opinó Nico mientras Izan observaba los papeles con la desilusión reflejada en su rostro.

―Tienes razón, solo son facturas ―resopló revolviendo la caja en busca de alguna pista sin éxito.

Antes de que volvieran a cerrar la caja algo llamó la atención de Nico que con un gesto de su mano impidió que Izan la cerrase. Nico metió la mano en la caja y sacó lo que le había parecido una foto. Al sacarla se quedó mirándola fijamente sin poder evitar que muchas emociones inundaran en su interior. Izan se acercó más para poder ver aquella foto produciendo en él el mismo efecto que a Nicolás. En aquella foto se encontraban los dos junto a Casandra, cuando tan solo tenían ocho años. Izan aparecía con una sartén y Nico con un balón de fútbol bajo un pie; Casandra aparecía sentada en una silla y ambos le daban un beso en cada mejilla, con miradas cómplices.

―Será mejor que sigamos buscando algo importante ―dijo Nico con un nudo en la garganta haciendo que la voz de Izan sonase seca. El dueño de aquella voz afirmó con la cabeza mientras abría otra de las cajas.

Ninguna caja había resuelto las incógnitas que fluían en sus mentes ni les había dado una solución ante la situación en la que se encontraban.

―¡Joder! Nunca lo arreglaremos ―protestó Izan tumbándose en la cama de Casandra.

―Algo se nos está escapando de nuestros ojos... ―farfulló Nico tumbándose al lado y cerrando los ojos.

Izan se quedó mirando al lugar donde se encontraba Nico, observando su propio cuerpo tendido en la cama con los ojos cerrados.

―Que raro es verme así... ―susurró observándole detenidamente.

―Deja de mirarme... ―gruñó Nico sin abrir los ojos.

―No seas egocéntrico, me miraba a mí ―protestó él dándose cuenta que aquella frase no tenía mucho sentido pese a ser verdad.

―¿Egocéntrico yo? ―Preguntó sarcásticamente abriendo los ojos―. Yo no soy quien lleva dos años vistiendo estas horteradas y usando mil potingues ―le espetó.

―Eso no es asunto tuyo... ―farfulló incorporándose sentándose en la cama ―supongo que tendremos que suplicar a Casandra para que nos ayude ―dijo al fin pese a costarle reconocerlo.

―¿Y crees que lo hará? Yo no la he visto por la labor que digamos... ―dijo Nico sentándose también con la cabeza gacha.

―Habrá que hacer lo que sea para convencerla... No hay más remedio ―se encogió de hombros.

―¿Lo que sea? ―Dijo una voz familiar abriendo la puerta de la habitación, sobresaltando a Izan y Nico.




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