Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 19: Confrontación

Izan se apoyó en la puerta principal cuando llegó a la casa de la familia de Nico. Cerró los puños con fuerza mientras luchaba por evitar que las lágrimas se escapasen de sus ojos. Sentía un fuerte dolor en el pecho, sentía que le faltaba el aire aunque podía respirar bien, una sensación de angustia se había apoderado de él. Toda la situación que estaba viviendo le estaba martirizando, sentía que le quedaba grande y que no podía superarla y mucho menos sabía cómo hacerlo. Pero no solamente eso invadía su interior, sentía un odio profundo hacía él mismo, un odio incontrolable que crecía a grandes zancadas durante aquellos dos últimos años.

―¡Maldición! ―Gruñó chocando el puño izquierdo contra la puerta aún de espaldas a esta.

Unos pasos hicieron que rápidamente se recompusieran fingiendo estar bien y que nada malo estaba pasando, a fin de cuentas la mentira y el engaño se había adueñado de su vida en los últimos años y hacerlo se había convertido en un acto tan cotidiano como atarse los cordones de unas zapatillas de deporte. Poco tardó Braulio en aparecer por el pasillo encendiendo la luz de este y espantando la oscuridad que hasta entonces había invadido a Izan.

―Por fin llegas, hermanito ―dijo Braulio con un tono seco de voz cruzándose de brazos mientras avanzaba hacia quien creía que era su hermano.

―Sí, ya te comenté que había quedado con un compañero de clase para hacer un trabajo ―le recordó Izan.

―Sí, claro, un compañero de clase ―espetó Braulio escudriñándolo con la mirada.

―¿Por qué te iba a mentir? ¡Soy tu hermano! ―Exclamó el joven exasperado.

―No me vengas con esas Nico, te conozco y llevas unos días más raro de lo normal ―dijo marcando la tensión de los músculos de su cara, Izan notó que el hermano de Nico estaba verdaderamente enfadado.

―¿Estoy raro? Yo... Lo siento ―dijo cabizbajo sin saber qué más decir, un sentimiento de temor por ser descubierto acechaba en su interior.

―Sí, y bastante, lo que me hace pensar en una cosa ―posó una mano en su barbilla señal de estar pensando algo aunque por su actitud se notaba que era algo que ya había pensado con anterioridad, así que, como concluyó Izan, lo único que Braulio estaba intentando hacer era darle más énfasis a sus palabras.

―¿Qué cosa? ―Preguntó Izan sin levantar la cabeza mirando fijamente el suelo.

―Que ese supuesto trabajo tiene nombre ―dijo con sarcasmo.

―Sí, le tenemos que poner un nombre, aunque aún no sabemos cual ―dijo encogiéndose de hombros e intentando poner cara de inocencia aun sin levantar la mirada pero elevando un poco la cabeza.

―No juegues conmigo, hermano. ¿No será que ese nombre tiene cuatro letra, empieza por I y termina por N?

Izan se había quedado mudo, no de forma literal, no tenía nada que ver con un efecto adverso por el intercambio de cuerpos, su mudez venía a causa de las palabras que Braulio había pronunciado.

―¿Q-qué...? ―Se atrevió al final a preguntar sin dejar de tartamudear.

―No te hagas el disimulado, Nico. ¿Has quedado con ese? ―Le increpó Braulio.

―¡No es asunto tuyo! ―No pudo evitar gritarle.

―Claro que es asunto mío, eres mi hermano y ese capullo se ha portado como un cabrón estos dos últimos años, es normal que me preocupe por ti, joder... ―acabó mirando el suelo ante las últimas palabras, pasando el tono de su voz de alto a bajo, poco a poco apagándose.

―Lo siento... ―se atrevió a decir sabiendo que aquellas palabras eran dichas desde la más absoluta sinceridad, pero también que Braulio no entendería el verdadero significado de estas.

―¿Qué sientes el qué? ¿Qué me preocupe por ti? ¿Entonces le has visto estos últimos días? ―Inquirió con un tono de voz resignado encontrando la dificultad de aceptar aquello.

―¡No! ―Dijo repentinamente recobrando la consciencia de quien se suponía que era ante los ojos de los demás―. No he visto a ese idiota, ¡no digas tonterías! ―Exclamó deseando que aquellas palabras usaran efecto.

―Joder Nico, ¿tan mal se te da disimular? En serio, solo espero que acabes encontrando a alguien que de verdad te quiera...

Izan abrió los ojos sorprendido ante aquellas palabras sin entender porqué Braulio las había dicho, no podía ser verdad que supiera sobre aquello y reaccionar así diciendo lo que acababa de decirle. Sin embargo, no se atrevió a responder nada.

―Algún día encontrarás al chico ideal ―dijo sonriéndole haciendo que Izan sintiera que su cuerpo se helara por dentro.

Los segundos pasaron y ninguno abrió la boca provocando un silencio bastante espeluznante. Las preguntas se apoderaban de su interior intentando comprender lo que acababa de pasar, sin embargo, más espeluznante le pareció aquel sepulcral silencio que decidió romper tras carraspear con suavidad.

―Tienes razón, merece... ―se mordió metafóricamente la lengua y prosiguió rápidamente deseando que Braulio no hubiera notado la palabra que había dicho―merezco algo mejor. Por cierto ―la duda le volvió a asaltar repentinamente ―¿no hay nadie en casa?




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