Un silencio sepulcral invadía la casa de los abuelos de Nico. Cuando Izan entró en aquella casa lo notó, el silencio era tan abismal que un escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Dónde estaban los abuelos de Nico? Además, a esa hora Braulio debería de estar ya allí, solía llegar del trabajo un rato antes que él.
Por un momento, más por costumbre que por otra cosa, se le pasó la idea de preguntar si había alguien a pesar de las evidencias, pero decidió simplemente adentrarse en la habitación de Nico y tumbarse en la cama a pensar. Su mente divagó desde lo que había pasado en el pasillo antes de salir del instituto hasta cuando era pequeño. Quizá fue más en aquellos recuerdos en los que se adentró cuando se hizo un ovillo de la lana tendido en la cama y cerró los ojos.
―¡Hola! ¿Cómo te llamas? ―Le preguntó un niño sentándose en el pupitre de al lado.
Izan miró hacia la derecha donde procedía la voz de aquel niño sonriente. Era bastante bajito y llevaba unas gafas de cristal redondo. Izan se fijó en su oscuro pelo algo alborotado. Después le echó un vistazo a su vestimenta: Un viejo chándal de pantalón corto y unas desgastadas zapatillas. Su madre le había dicho que aunque fuera a un colegio público debería seleccionar bien sus amistades, que tuvieran clase, porte y educación.
¿Aquel niño tenía clase? Se preguntó mentalmente un poco confuso. Le echó otra rápida mirada y dedujo que sí. Estaba en su clase, así que suponía que eso sería tener clase, ¿qué iba a hacer si no allí si no tuviera? ¡Sería un disparate! Pasó a la siguiente palabra que su madre le había dicho: porte. Tras pensar un rato la dejó por imposible: ¿qué diablos era porte? Quizá luego le preguntaría si tenía de eso, quizá fuese algún tipo de dulce y le dejaba probarlo. ¿Tenía educación? ¡Claro que sí! Le había saludado y después preguntado su nombre. Definitivamente su madre estaría orgullosa de él y de haber trabado aquella amistad.
―Hola, ―sonrío Izan tras su debate interno deseando que aquella espera no hubiera disgustado al que podría ser su nuevo amigo― yo soy Izan, ¿y tú? ―Le tendió la mano para saludarle y este, en vez de tendérsela, le dio dos besos haciéndole sorprender al pequeño Izan.
―¿Izan? ¡Qué nombre más raro! ―Exclamó tras darle los dos besos―. Mi nombre es Nicolás, como mi abuelo y mi padre, pero puedes llamarme Nico.
―Vale, a partir de ahora te llamaré Nico. ¿Quieres ser mi amigo?
―¡Claro que sí! ¡Ya he hecho mi primer amigo! ―Exclamó felizmente Nico.
―Oye, ¿te puedo hacer una pregunta, amigo nuevo? ―Nico asintió esperando la pregunta de Izan. ―¿Tú tienes porte? ―Inquirió intrigado esperando que le resolviera el significado de aquella palabra.
―Lo siento, no sé lo qué es ―se encogió tímidamente de hombros ―¿tú tienes de eso? ¿Qué es? ―Le preguntó con curiosidad.
―No lo sé ―suspiró Izan al descubrir que sería difícil averiguarlo―. Pero da igual, desde hoy somos amigos, eso es lo que importa ―sonrío con felicidad.
―¡Vale! ―Exclamó el pequeño Nico felizmente de haber conseguido un nuevo amigo el primer día de primaria.
Izan estaba adormecido en la cama sumergido en sus pensamientos, sintiendo querer quedarse allí para siempre. Los recuerdos de aquellos días iban y venían por su mente haciéndole sentir reconfortado, pese a sentir que no lo merecía, necesitaba evadirse en ellos, y adormecido tampoco podía evitar que los recuerdos divagaran por su mente.
―¡Hermanita! ―Exclamó Izan corriendo por el pasillo al ver a su hermana Amanda―. ¿Sabes qué? ¡He hecho un amigo! Mamá se sentirá orgullosa de mí, me dijo que me echara un amigo que tuviera clase, educación y una comida rara. La comida no la conoce, pero cuando le lleve a casa le diré a Casandra que nos la prepare.
Su hermana Amanda se quedó observándole fijamente y se cruzó de brazos con la mirada altiva.
―Aquí no hay gente así, todos son gente pobre ―le espetó a su hermano.
―Claro que sí. Está en mi clase y fue muy educado al saludarme ―protestó Izan refunfuñando y cruzándose de brazos también.
―A eso no se refiere mamá. A ver, ¿quién ese supuesto amigo? ―Preguntó intentando mirar por encima de su hombro por si acaso lo veía tras su hermano.
Nico se encontraba detrás de Izan escuchando la conversación, sin embargo, Amanda no sabía que aquel niño era el mismo al que su hermano hacia referencia.
―¿Dónde está tu amigo? ―Volvió a insistir la niña impacientándose.
―Aquí detrás de mí ―dijo Izan haciendo que Nico se pusiera a su lado―. Amanda, este es mi nuevo amigo Nico ―sonrió triunfante.