Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 24: La caja fuerte

Recuerdos. Nuestra vida está llena de recuerdos. Nuestras fotografías son una prueba de ello, como también lo son las redes sociales. Hay recuerdos buenos y malos, lugares, objetos que activan en nuestra memoria diferentes recuerdos. Un oso de peluche nos puede recordar el peor momento de nuestra vida, mientras que la tormenta más espantosa del año puede hacer que nuestra mente vuele al momento más querido de nuestra existencia. Los recuerdos también se albergan de forma metafórica en lo más profundo de nuestro corazón, a veces incluso se encuentran bajo llave esperando que un objeto, lugar o situación produzcan que se activen en nuestra memoria, haciéndoles salir de su caja fuerte.

El aburrimiento se había apoderado de Nico aquella tarde tendido en la cama de Izan. Desde que era en apariencia Izan, no había tenido que hacer los trabajos ni deberes de ningún compañero, algo de lo que se había ocupado el verdadero Izan. Era extraño, podría haberse seguido aprovechando de él y obligado a hacer los deberes de los demás y, sin embargo, había tomado su rol en casi toda su vida. Por una parte era bueno, por otra mala, se planteaba Nico. Por la parte mala, por mucho que odiase el comportamiento de Izan hacia él durante los dos últimos años, sentía que no se merecía pasar también por eso. Por la parte buena era un alivio sentir que ya nadie se metía con él, era curioso que simplemente por un cuerpo todo cambiara de esa forma. Pero seguía siendo curiosa la actitud de Estela, ¿no le tenía tanto odio?

―¡Basta ya! ―Exclamó frustrado consigo mismo tirando un cojín de la cama al suelo.

Nada tenía sentido, ni el cambio de cuerpos, ni las actitudes de Izan y Estela, ¡absolutamente nada! Y para colmo Casandra les había dicho que usasen su inteligencia, ¿qué tenía eso que ver? La frustración aumentaba en su interior por momentos haciéndola cada vez más inevitable. ¿Por qué sentía que muchas cosas se le estaban escapando de las manos? Se preguntaba continuamente dando vueltas tumbado en aquella cama que no le pertenecía pero que por muchos años había sido parte de su vida. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? ¿Por qué no retrocedía el tiempo y volvía a los buenos momentos? Suspiró sintiendo que la nostalgia se invadía de su ser por unos instantes.

―¡Mira el juego que les pedí a mis padres que me compraran! ―Exclamó un Izan de diez años de edad sentado en aquella misma cama pero siete años atrás.

―¡Es el nuevo FIFA! ―Exclamó Nico saltando a los brazos de su amigo―. Tus padres molan mucho ―sonrió sin dejar de abrazarle―. ¿Y desde cuándo te gusta a ti el fútbol? ―Se apartó ligeramente mirándole extrañado.

―No es para mí, tonto. Es para ti ―le sonrió con felicidad―. Es un regalo para ti, pero no me ha dado tiempo a envolverlo ―miró cabizbajo al suelo.

―¿Para mí? Pero si no es mi cumpleaños... ―dijo el joven Nico encogiéndose de hombros.

―No tiene nada que ver, te lo regalo porque quiero. El otro día decías que te gustaría tener un juego de estos, ¿no? ―Levantó la cabeza y le arremolinó el pelo.

―Entonces lo aceptaré como nuestro cuarto aniversario de amigos ―sonrió Nico satisfecho con su idea.

―¡No! ―Exclamó Izan sentándose a su lado―. Este regalo no tiene nada que ver con eso. Para ese día tendrás otro regalo, Nico.

―Pero me haces muchos regalos y yo a ti no... ―murmuró Nico entristecido agachando la cabeza.

―No mientas, tú también me haces regalos cuando quieres ―le recordó mirándole a los ojos―. Además, tú también me regalarás por nuestro cuarto aniversario de amigos, ¿verdad?

―¡Por supuesto que sí! ―Exclamó Nico con una nueva sonrisa en su rostro―. El regalo de este año te va a encantar, ya lo verás ―ambos se quedaron unos instantes en silencio para después continuar hablando Izan―. ¿Entonces...probamos el juego? ―Preguntó a su amigo haciendo pucheros en su mirada para intentar convencerle.

¡No hace falta que me mires así! ¡Claro que vamos a probar el juego! Le arremolinó el pelo y se levantó de la cama para poner el videojuego en funcionamiento.

Nico sintió un cosquilleo en la nariz a causa de una mosca que se había posado en esta, haciéndole que su mente volviera a la realidad rápidamente y se alejase de los viejos recuerdos de su infancia que se agalopaban en su mente. Aunque era difícil olvidarse cuando se encontraba en aquella habitación y los recuerdos le inundaban la mente constantemente.

Tras un momento de vacilación, en el que seguía tumbado en la cama contemplado el impecable techo blanco, se incorporó sentándose en la cama. Si no era capaz aún de hallar la respuesta para dar solución a lo que estaba pasando, tendría que ocupar su mente en otras cosas o no aguantaría mucho más así. Se posó las manos por el pelo resoplando y puso los pies en el suelo, y entonces lo decidió: Haría una pequeña inspección por los recovecos de la habitación de Izan, comprobando los cambios que se habían producido y las cosas que aún seguían estando allí. Quizá no fuese una buena idea para olvidar los recuerdos del pasado sucediendo todo lo contrario, pero sentía que le apetecía hacerlo, sentía que necesitaba comprobar si aún guardaba algo del pasado entre todo lo que allí había. No era algo que se acabase de plantear en su mente, realmente llevaba bastante tiempo con aquella idea en la mente, pensando en si aún había algún recuerdo material allí, pero lo había dejado pasar y por fin sintió que aquel sería el momento para descubrirlo.




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