Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 25: Porte

La música resonaba en la cocina a un volumen razonable, sin embargo, Izan sabía que si la familia de Nico no tuviera vecinos hubiera subido su volumen. Izan cocinaba al son de Dramas y comedias de Fangoria mientras cantaba utilizando una cuchara de palo como micrófono desafinando en cada una de las letras que componían la canción. Al mismo tiempo batía con la otra mano un bol de cristal donde había vertido harina, levadura, algo de azúcar, leche y varios huevos.

Las canciones continuaron mientras él iba echando el contenido del bol en una sartén en diferentes tandas. Cuando finalizó el suculento plato que estaba realizando miró fijamente la cocina abriendo los ojos como platos.

―¡Mierda! ―Exclamó viendo como había dejado la cocina―. Se me ha pasado una hora volando y Nico ni si quiera ha llegado aún... A este paso llega su hermano antes, ¿dónde leches ha ido a comprar los folios y las cartulinas? ―Se quejó mientras comenzaba a fregar los utensilios que había utilizado para crear el suculento plato que le miraba desde la mesa de la cocina pidiendo ser comido.

La respuesta sobre dónde estaba Nico no tardó en llegar cuando el timbre resonó en la casa haciendo que Izan se sobresaltase y apagase rápidamente la música. Cerró rápidamente la puerta de la cocina y se acercó a la puerta de la calle un poco nervioso. ¿Y si no era él?

―¿Quién es? ―Preguntó con un atisbo de nerviosismo en la voz.

―Yo ―suspiró aliviado al escuchar su propia voz al otro lado de la puerta, lo que indicaba que se trataba de Nico.

Cuando Izan abrió, Nico se adentró en la casa de sus abuelos con paso ligero. Tras soltar la cartulina junto a la pared del pasillo se cruzó de brazos mirando de forma inquisidora hacia Izan.

―¿Qué?―Preguntó el aludido al sentirse observado.

―No sé, dímelo tú ―le espetó mirándole fijamente con el semblante serio.

―No estamos para jueguecitos, Nico.

―Eso mismo es lo que debería de decirte yo, ¿no crees? ―Izan no entendía el por qué del comportamiento de Nico.

―No te entiendo, ve al grano ―dijo un poco molesto.

―Se escuchaba desde el portal la música ―le espetó―. Aquí hay vecinos, no vivimos solos. ¡Nunca pongo el volumen tan alto! ―Se quejó molesto.

―Pero si no estaba alto por lo mismo ―Izan se encogió de hombros en el cuerpo de Nico.

―¿Lo querías poner más alto acaso? ―Bufó Nico.

―Para mí estaba bien de voz, la próxima vez me pongo cascos y ya está, ¿contento?

―Me parece bien. Los vecinos de enfrente son una familia mayor y no creo que le guste la música a ese volumen, no es como tu casa donde no hay pisos arriba o abajo ―le intentó explicar.

―Eso ya lo sé ―se apresuró a decirle Izan, aunque era obvio que lo supiera si estaba viviendo allí.

―Así que estabas cocinando, ¿no? ―El interrogatorio continúo por parte de Nico.

―¿Cómo lo...? ―Quiso preguntar Izan pero Nico le interrumpió rápidamente.

―Te conozco. Solías escuchar ese tipo de música mientras cocinabas hace años. Además ―puso una mueca ―tienes harina en la cara ―dijo señalándole sin acercarse.

―Me has pillado ―una pequeña sonrisa tímida se dibujó en su rostro.

―No lo digas como si fuera algo bueno. Aquí no nos sobra la comida, y no creo que le pueda decir a mis abuelos o mi hermano, que por obra y arte de magia he cocinado algo fuera de lo establecido ―esto último lo dijo poniendo comillas con sus dedos en el aire.

―¿A qué te refieres con fuera de lo establecido? ―Preguntó Izan enarcando una ceja.

―Pues a lo que hayas hecho en la cocina. Dudo mucho que piensen que lo haya hecho yo. Una cosa es ayudar a hacer la comida y otra hacer algo por mi cuenta y que me salga bien, ya sabes... ―murmuró.

―Me parece una tontería. Pero no te preocupes, es algo que nos comeremos antes de que venga tu hermano ―dijo con seguridad en su voz.

―He venido aquí a hacer lo que sea que vayamos a hacer ―señaló la cartulina apoyada en la pared―. No a comer.

―Dicen que se piensa mejor con el estómago lleno ―hizo un pequeño intento para convencerle, sin embargo, el éxito que obtuvo fue nulo.

―Yo prefiero pensar con la mente fría. ¿Para qué la cartulina? ―Le espetó. Aún continuaba cruzado de brazos.

―Vamos, he hecho un plato que te gusta mucho. No seas tonto, nos lo comemos mientras trabajamos en la idea que he tenido ―le miró fijamente―. Venga, por favor...

Nico simplemente resopló y cogió la cartulina del suelo para adentrarse a la que era en realidad su habitación.

―¿Eso significa que sí? ―Preguntó en voz alta Izan acercándose a la cocina.

―Haz lo que quieras ―fue la respuesta que obtuvo Izan por parte de Nico.

Poco rato después apareció Izan en la que en las últimas semanas estaba siendo su habitación provisional. Tenía ambas manos en la espalda, sujetando la comida que había realizado.

―¿Sabes lo que tengo detrás? ―Preguntó esbozando una amplia sonrisa. Nico dio un resoplido mientras desenrollaba la cartulina―. Vamos, Nico. Es algo que siempre te ha gustado.




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