Las réplicas y protestas de Nico habían sido en balde. El joven se encontraba frente al espejo que habitaba en el dormitorio de Izan. Se había puesto, como un par de horas antes le había recomendado, unos vaqueros azules grisáceo de una marca para él innombrable, y no precisamente por tener un nombre extraño de pronunciar, más bien por su elevado coste. Los tuvo que acompañar de un polo de Lacoste de color rojo y una chaqueta negra. Unos mocasines cubrían sus pies. Se había tenido que hidratar concienzudamente, desde el rostro hasta los dedos de los pies. Se dirigió al cuarto de baño para terminarse de asear. El pelo ya lo tenía preparado con la ayuda de una gran cantidad de espuma y laca, habiéndoselo puesto en punta. Abrió el armario de los perfumes y recordó lo que horas antes le había dicho Izan en casa de sus abuelos.
―¡No te olvides de ponerte el ambientador! ―Había exclamado Izan cuando estaba en la puerta a punto de salir. Nico realizó una extraña mueca en el rostro.
―¿El ambientador? ¿No crees que estará ya caducado? ―Aquella pregunta hizo reír a Izan.
―No, todos los años uno nuevo, ¡imagínate!
Y así hizo Nico, buscó entre los perfumes aquel al que se refería Izan y lo encontró rápidamente en primera fila. El ambientador, no era más que un perfume que cada año le regalaba el tío de Izan, y este no usaba, al menos hasta que se distanció de Nico. Cuando se echó el perfume sobre su cuerpo, los recuerdos del pasado le invadieron de pronto.
Nico llego a la habitación de Izan, encontrándose a rociando perfume en su dormitorio recostado en la cama. Izan hacía muecas extrañas cada vez que pulsaba el pulverizador.
―¿Qué haces? ―Preguntó un Nico de apenas diez años de edad.
―Doy ambiente a la habitación ―respondió Izan sin inmutarse y aguantándose la risa ante aquel chiste que había creado, sin embargo, Nico no lo había entendido, algo que notó el más alto al ver la expresión en su rostro.
Izan se sentó en su cama y Nico se acomodó a su lado. El olor del perfume le azotó repentinamente en la nariz haciéndole estornudar.
―¿Por qué echas colonia en la habitación? ¡Huele mucho! ―Protestó Nico.
―Es un regalo de mi tito ―respondió Izan mientras se encogía de hombros.
―¿No te quiere tu tío? ¿Quiere que huelas mal? ―Preguntó confuso. Izan estalló en una escandalosa risa que le hizo tener que sujetarse la barriga sin poder dejar de reír.
―Realmente es un perfume de pijos ―dijo tumbándose de medio costado mientras se masajeaba la barriga tras haber calmado su risa.
―Los pijos son raros ―sentenció Nico enarcando una ceja.
―Por eso yo no soy pijo ―sonrió Izan.
―Pero sí raro ―se burló Nico.
―Soy raro, pero no pijo ―repitió él―. ¿Quizá soy raro por eso?
―Entonces somos los dos raros ―comentó su amigo.
―Pero no es lo mismo, mi familia es pija ―divisó Izan haciendo una mueca.
―¿Entonces eres el normal de tu familia o el raro? ―Bromeó Nico cogiéndole el bote de las manos y acercando su nariz a él―. Tu familia, definitivamente. ¡Huele fatal!
―Por eso lo usaré como ambientador para el baño ―sonrió Izan satisfecho.
Nico volvió a soltar el perfume en su sitio negando con la cabeza mientras cerraba el armarito de los perfumes.
―Sigo sin entenderlo ―murmuró. Después volvió a abrir el pequeño armarito para sacar de nuevo el perfume y esparcirlo en el baño―. Ni como ambientador ―negó con rotundidad.
¿Qué había ocurrido con el croquis? Dejarlo en casa de los abuelos de Nico era una completa locura, tanto, como dejarlo en la casa de Izan, así que el segundo había decido que lo mejor sería guardarlo en casa de Estela. Por esa misma razón, Nico, antes de llegar a casa de la familia de Izan, se había tenido que desviar del camino para encontrarse con Estela. No entendía el porqué de encontrarse en una de las calles más concurridas de la cuidad en vez de en la casa de la joven, sin embargo, sabiendo que ni Izan ni ella le iban a dar una respuesta, como bien había ocurrido con el resto de interrogantes, decidió morderse la lengua, aunque no de forma literal, y no hacer pregunta alguna al respecto. Sin embargo, las dudas le asaltaban: ¿Acaso creían que iba a robar en casa de Estela? Le daba igual tener que pisar la casa de otra persona rica y pija, tan solo hubiera sido ir a dejar la cartulina y poco más, pero en fin, se había resignado. Izan sabía que seguramente Nico no comprendería por qué había decidido tomar esa opción, y entendía que era normal su extrañeza, así que cuando se lo dijo no le pareció rara la mueca dibujada en su rostro.
Izan se había tumbado, en la que, por un tiempo, se había convertido en su cama, a escuchar música en una radio que se encontraba en el cajón de la mesita de noche de Nico. Llevaba poco rato así, cuando Nico se marchó, se terminó el porte que había preparado por la tarde y lavó rápidamente el plato y el tenedor antes de que Braulio llegase.