Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo

Capítulo 30: El cajón misterioso

Las dudas asaltaron a Izan cuando se encontraba en la cocina de los abuelos de Nico. Realizar unos bocadillos era tarea fácil, sin embargo, no debería de esmerarse mucho, si lo hacía quizá resultaría bastante extraño. Quizá lo mejor sería hacerlos de embutidos, además sería la manera más rápida, ya que así podría ducharse en cuánto Braulio saliese del cuarto de baño. Pero, ¿de qué le gustaría a Braulio? O mejor dicho, ¿de qué no le gustaría? Preguntar a Nico sobre qué embutidos no le gustaban a su hermano creía que no sería una buena solución, probablemente se encontraría preparándose para salir con personas con las que ni si quiera se llevaba bien. Bastante tenía con aquello como para molestarle preguntándole por esa estupidez. Sacó una barra de pan que se encontraba en una bolsa floreada de tela colgada en la pequeña despensa que habitaba la cocina. Después de coger el pan se dirigió al frigorífico. En aquellas dos semanas había ignorado los gustos del hermano de Nico, y en el pasado no había tenido una relación estrecha con él hasta el punto de saber qué comidas podían disgustarle. Finalmente decidió sacar jamón york y hacer ambos bocadillos de lo mismo, tendría que cruzar los dedos, al menos mentalmente, para desear que le gustara y no meter la pata.

Al cabo de un rato, dos bocadillos de jamón york acompañados de un poco de aceite y unos trozos de queso, se encontraban envueltos en papel de aluminio encima de la encimera. Justo a tiempo para que Braulio entrase en la cocina.

―Ya tienes la ducha toda lista para ti ―informó Braulio secándose el pelo con una toalla blanca. Ya se encontraba arreglado con la ropa que había sacado del armario un rato antes.

―Bien, los bocadillos ya están hechos ―informó Izan encaminándose al cuarto de baño.

El mismo ritual de todos los días. Cogió rápidamente la toalla de las manos para apoyarla en el espejo del baño cuando entró. Después se quitó la ropa que le cubría y se metió enseguida en la bañera prendiendo el agua. Sintió el agua caer sobre el cuerpo que no le pertenecía, sabía que poco tardaría en irse el agua caliente, en pocos días se había acostumbrado a las breves duchas de aquella casa. ¿Por qué tan poca agua caliente? Aquel pensamiento se le vino a la mente mientras enjabonaba su cabello prestado, un pensamiento recurrente que venía a su mente de vez en cuando desde que estaba viviendo allí. Deberían de tener suficiente al menos para los cuatro habitantes de la casa, y apenas duraba para dos personas, o quizá él seguía tardando más de lo que debía. ¿Carmela y su marido tendrían suficiente normalmente? Deberían de tener prioridad en ducharse cuando estuvieran en la casa, y sin embargo, no había notado mucha diferencia en la duración del agua caliente desde que los abuelos de Nico se habían ido de viaje. ¿Qué estaba fallando? Resopló cortando el agua justo en el momento en el que empezaba a enfriarse. Se atavió con la toalla de Nico, la cual ahora le pertenecía, y salió de la bañera. En ningún momento, al igual que las pocas semanas que llevaba allí, había quitado la toalla del espejo tras salir de la bañera. Tras secarse rápidamente, se dirigió a la habitación al darse cuenta de que no había llevado nada de ropa limpia consigo.

Miró por breves minutos, el armario que Nico compartía con su hermano. Decidió ponerse unos simples vaqueros y una sudadera roja sencilla. Cuando abrió el cajón de Nico de la mesita de noche, se quedó mirándolo con algo de confusión. Sacó unos bóxers azules sin dejar de mirar el cajón. Por un instinto, lo cerró rápidamente para abrir el de arriba, aquel que pertenecía a Braulio. Como su instinto le había dicho, algo andaba mal en aquellos cajones. El de Braulio tenía más espacio, sin embargo, el de Nico parecía ser más pequeño por dentro, algo insignificante si no fuese porque ambos desde fuera aparentaban ser iguales.

―Que raro... ―murmuró aún ataviado con la toalla alrededor de su cintura.

Volvió a abrir el cajón de Nico e introdujo su mano. Al fondo seguía su propio móvil, pero aquello no tenía nada que ver, eso no marcaba la diferencia entre ambos cajones. Tras cerrarlo, hizo el mismo proceso con el cajón de Braulio, no sin antes mirar hacia atrás para comprobar que la puerta de la habitación continuaba cerrada y no entraba el hermano de Nico. Introdujo la mano hasta el fondo, pero Braulio no tenía ningún objeto allí, aunque eso no significaba nada, el problema no era ese. Con el puño cerrado dio unos pequeños flojos golpecitos dentro del cajón. Todo estaba en orden. Por última vez abrió el cajón de Nico y dio con sus nudillos suaves golpes dentro del cajón, sin embargo, el sonido que emitió ante su tacto era diferente: sonaba hueco. Deslizó los dedos por los filos del interior del cajón hasta que detecto que una esquina de la parte delantera podía moverse. Con delicadeza, y tras volver a mirar hacia atrás, levantó la fina tabla que habitaba allí dentro para encontrarse otra parte del cajón. Nico tenía allí una especie de escondite, sin embargo, no pudo mirar nada más ya que Braulio llamó a la puerta de la habitación.




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