Richard Hill, es un magnate de la arquitectura, hace cuatro años perdió a su amada esposa con la cual tuvo su más grande tesoro, la pequeña Jade quien es su luz y su dolor de cabeza.
Richard se casó joven con su bella y adorada esposa con la cual vivió el más bello romance que cualquier mortal podría vivir, pero pronto ella enfermo y ya no podía hacer nada por ella, aunque él quiso buscar solución para la enfermedad de su esposa ya no había nada que hacer, su salud cada día se fue deteriorando, con resignación Richard aceptó disfrutar sus últimos días junto a ella y su pequeña.
Se culpa por no darse cuenta a tiempo de lo sucedido con su esposa, cree que si él lo hubiera notado ella aún estuviera junto a él y su hija. Él quería luchar pero ella ya se había resignado a dejar este mundo.
—Jade por favor déjame buscar otra alternativa, otros doctores, tal vez haya una solución por favor —acarició la mejilla pálida de su esposa.
Ella lo miró con ternura y sonrió, tomó su mano y la beso.
—No la hay Richard, no quiero estar metida en un hospital perdiendo el tiempo en algo que ya no tiene remedio, te amo y amo a nuestra hija, el tiempo que me queda lo quiero pasar contigo y ella, no me quites eso —lo miro con súplica.
Algunas lágrimas empaparon la mejilla de Richard, de los dos él era el más emotivo.
—Está bien haré lo que digas —ella le sonrió y tomó a su pequeña en brazos.
Aunque Richard le había prometido a su esposa que ya no buscaría otra opinión, pero a escondidas lo hizo y la respuesta fue la misma, su esposa tenía poca probabilidad de seguir viviendo.
Y ese día llegó en el momento menos esperado, ellos se encontraban renovando sus votos matrimoniales, a petición de su esposa, era algo que ella quería hacer antes de partir y él se lo concedió, aunque sentía que el alma se le desgarraba al ver a su esposa. Ella lo beso con amor y devoción. Y si solo la renovación de sus votos hubiera ocurrido ese hermoso día, la felicidad hubiera sido completa, pero ese mismo día ocurrió la desgracia, su corazón dejó de latir en el instante que ambos sellaron su pacto de amor con ese último beso, sus ojos se cerraron por completo y ya no los volvió abrir.
—¡Jade, Jade! —Richard daba suaves toques a su mejilla, en ese instante sintió que había perdido una parte de su vida. —Jade no, Jade no me hagas esto, no me dejes por favor, aun no mi amor, despierta, «DESPIERTA» —Gritó la última palabra.
Sus ojos se pusieron acuosos, su pecho se contrajo, sentía que su garganta se apretaba con fuerza.
—¡No, no! —gritaba aferrado al cuerpo de su esposa.
—¡Papi! —escucho esa vocecita dulce, llena de inocencia y ternura.
Acercó a su pequeña y la abrazo pegándola a su cuerpo.
—Te prometo amor mío qué cuidare a nuestra pequeña, es lo único que me queda de ti —dijo depositando un beso en la mejilla de su mujer.
Los paramédicos se apersonaron a llevar el cuerpo de la mujer, Richard trató de ser fuerte por su hija. En la honra fúnebre derramó algunas lágrimas, pero luego recordó que debía permanecer sereno por su pequeña.
Aunque en las noches se deshacía en el dolor y la pena que le causaba no tener a la mujer que tanto había amado en su vida.
Los años siguieron su curso y aunque esa pequeña seguía creciendo, Richard tenía un solo objetivo en su vida y ese era que su hija fuera feliz.
Las mujeres revoloteaban como abeja a su alrededor, pero él estaba decidido a no darle cabida a ninguna de esas mujeres y mucho menos abriría la puerta de sus sentimientos, aunque su pequeña hija tenía otros planes y era conseguir una madre que la amara a ella y a su padre, pero a pesar de que ella quería y estaba empeñada en tener una mamá, había un problema y ese era que ninguna de las mujeres que revoloteaban cerca de su padre era buenas, esas eran brujas con cara de monstruo de pantanos y ninguna tenía instinto de madre, uno de los muchos requisitos que debía cumplir para ocupar el título de MAMÁ.
La pequeña se sentó y suspiró.
—¿Es tan difícil encontrar una mami? —Se quejó. —pero no me voy a rendir mami —se motivó hablando con la fotografía de su madre. —conseguiré una mami para mi y una novia para que papi no esté solo y no te extrañe tanto —dijo de forma sagaz. —En la nueva ciudad papá encontrará una novia que lo ame y yo encontraré una mamá —sonrió con inocencia.
—Jade, ¿que haces? —preguntó su padre entrando a su habitación.
—Nada papi, ya nos vamos.
—Si princesa, nos iremos ya.
—Papi en la nueva ciudad encontraremos una novia para ti y una mami para mi ¿verdad? —su padre la miró sorprendido, pensó que se había resignado debido al fiasco en el que resultó la última novia que le buscó.
—Princesita —dijo agachandose a su altura. —tú no necesitas una mami y yo no necesito una novia, no nos hace falta mi amor.
—Pero yo quiero una mamá —tomo las mejillas de su padre. —y yo se que tu quieres una novia —su padre sonrió ante su inocencia.
—Yo no quiero novia, contigo es suficiente —Richard tomo en brazo a su hija y camino por el pasillo.
La pequeña no dijo nada, sabía que su padre se sentía solo, además entendía que los papis debían tener a alguien que los amara, los abrazara y le dieran besitos, todos los niños qué ella había conocido en el jardín tenían una mami y un papi y ella era la única que no tenía una mami.
No se daría por vencida hasta lograr tener una mamá y que su papá tuviera alguien que lo amara.
Richard, estaba resignado a permanecer solo, para él no había más oportunidades, sólo había amado una vez y así seguiría hasta su muerte.
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Editado: 08.10.2024