Quiero Una Mamá

❦ ✿ ¡Niñera! ❦ ✿

Tiffany había quedado desempleada gracias a su exnovio, que no dejaba de acosarla. Había buscado trabajo, pero aún no tenía nada seguro.

Jaime se acercó a ella al ver su rostro abrumado.

—¿Qué pasa?

—Nadie me llama, es como si una maldición me hubiera caído encima —argumentó.

—¿Te gustaría volver a tu antiguo trabajo? —Tiffany lo miró con el ceño fruncido.

—¿¡Niñera!? —Jaime asintió.

—En la agencia de Ameli, hay un padre en busca de una niñera, pero al parecer tiene muchas exigencias.

—Y crees que, si no las quiso a ellas, a mí sí me querrá.

—Nada pierdes si lo intentas, ¿qué dices? —Jaime la miró expectante—. La paga es buena, dice Ameli.

—Nada pierdo —dijo Tiffany, ya resignada.

Había trabajado de niñera desde los quince años, así que tenía experiencia.

—Ya le aviso a Ameli. Verás que te va a ir bien, eres buena con los niños; además, podrás seguir estudiando —ella asintió.

Lo más importante para ella era terminar su carrera.

Jaime habló con Ameli para que ella misma concretara la cita. Ameli no tardó mucho en devolver la llamada.

—Mañana, a primera hora te esperan. Te llevo para que no te pierdas —Tiffany lo miró.

—Solo me perdí una vez y eso fue cuando tenía catorce, y todo fue por tu culpa, por dejarme e irte con tus amigos.

—Bueno, bueno, solo iba a dar una vuelta —se excusó. Se sentó a su lado—. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien, ya no pienso en ello —respondió ella, pensando que Jaime hablaba de sus padres.

—Hablaba de lo sucedido recientemente.

—Bien, pero aún duele —él la abrazó—. Ambos jugaron conmigo —la abrazó más fuerte—. Si hubiera aceptado ser tu novia, no hubiera ocurrido esto, ¿verdad? —Él depositó un beso en su cabeza.

—No hubiera funcionado. Además, éramos unos pequeñajos —Tiffany sonrió.

—No imaginábamos cuánto dolía el amor —ambos se miraron y suspiraron.

Permanecieron abrazados, disfrutando la seguridad que se brindaban mutuamente. Su amor era puro y sano, como el de dos hermanos.

Al día siguiente, Tiffany se preparó para la entrevista. Jaime, como lo había prometido, la llevó a la entrada de la mansión Hill.

—Si te dan el trabajo, me avisas. Igual si no, lo haces también —Jaime le abrió la puerta para que saliera.

Ambos se abrazaron y se dieron un beso en la mejilla para despedirse. Tiffany tocó el timbre; en cuanto se anunció, las puertas fueron abiertas. En la puerta principal de la casa, una mujer mayor la esperaba.

—Buenos días, soy Tiffany Miller.

—Buenos días, adelante —le comunicó, guiándola hasta la sala de estar—. Toma asiento, el señor Hill no demora en bajar —le dijo antes de marcharse a la cocina.

Tiffany observó el lugar. Uno de los cuadros llamó su atención; lo observó con detenimiento y curiosidad, estaba tan concentrada que no se percató de la llegada del hombre y la pequeña.

Solo escuchó la voz varonil de un hombre, seguida por una dulce voz de niña. Ella giró su rostro hacia ellos.

—¡Ay, Dios mío! —dijo para sus adentros al ver al hombre.

—Buenos días, soy Tiffany Miller —se presentó—. Vine a la entrevista.

—Papi, la quiero a ella —dijo la niña.

Su padre la miró.

—Soy Richard Hill y ella es mi pequeña hija Jade —se presentó el hombre y presentó a la niña—. Primero déjame entrevistar a la señorita. ¿Por qué no vas a desayunar?

—Está bien, papi. Nos vemos, Tiffany.

—Nos vemos, nena.

—Sígame por aquí —el hombre la guió por un pasillo, abrió la puerta y le dio el pase—. Tome asiento, por favor.

Tiffany tomó asiento en una de las sillas que estaba frente al escritorio. Observó una de las maquetas de unos hermosos edificios.

—Dígame, señorita Miller, ¿desde cuándo es niñera? —fue la primera pregunta.

—Soy niñera desde los dieciséis, pero hace como seis meses me dedicaba a otra cosa —dijo, refiriéndose a su reciente trabajo.

—¿A qué se dedicaba? ¿Y por qué renunció a su trabajo de niñera?

—Trabajaba en una repostería. Renuncié a ser niñera por la universidad.

—¿Su experiencia con los niños cómo es? ¿De qué edad eran los niños que cuidaba?

—Uno de los niños que cuidé era de seis meses, otro de tres años y una de siete —las preguntas continuaron y Tiffany respondió a cada una.

Richard parecía complacido con cada respuesta, aunque, si le daba la oportunidad, no descartaba pedir sus antecedentes.

—¿Es casada? ¿Tiene hijos? —Tiffany lo miró con el ceño fruncido—. Es parte de la entrevista, necesito saberlo.

—Soy soltera. No tengo perros, ni gatos, ni siquiera una planta que pida mi atención —Richard sonrió ante su respuesta, pero de inmediato se recompuso.

—De acuerdo, eso quiere decir que tiene disposición para quedarse.

—Sí, creo que fue lo que quise decir.

—Está contratada. Luego le daré algunas reglas y directrices que debe cumplir —Tiffany asintió, emocionada.

Ambos se retiraron hacia la cocina.

—Papi, ¿la contrataste?




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