Quiero ver un rayo de luz

Capítulo Final.

Sobra decirles lo que ha ocurrido en este tiempo, las pesadillas se han desvanecido, toda la impotencia que antes sentía se ha convertido en el conocimiento para manejar un poder que ni yo sabía que tenía.
- ¿Sabes? – Dije a mi maestro, el demonio Muilóer. – Para ser un demonio, y no solo eso… Alguien que se supone debe atormentar a quienes infringen las reglas, resultaste ser mucho mejor “persona” que varios que quisiera nombrar, pero no lo haré, aunque no me lo creas te extrañaré, si hoy puedo regresar con mi padre es gracias a ti, ni siquiera te lo pedí y aun así me tendiste la mano, antes de irme: ¿Puedo saber por qué?
Muilóer se rio con fuerza y sin ocultar esa voz que me hace estremecer cada que la escucho por lo horrible que suena.
- ¿Crees en el destino? – Preguntó el.
- No. – Respondí muy seria.
- Yo tampoco creía en él, pero la primera vez que te vi pensé que estaba destinado a enseñarte. – Con el humo de su cuerpo comenzó a crear la imagen de una mujer, y un ser pequeño, parecían dialogar pero a la vez parecían “entrenar”
- ¿esa mujer te enseñó magia? – Pregunté sin dejar de mirar la imagen.
- Si, resultó que mi magia era compatible con la de los ángeles y solo uno podía enseñarme, pero que un demonio enseñe a un ángel o que un ángel enseñe a un demonio es algo altamente prohibido… fue desterrada del cielo y al llegar a la tierra rejuveneció teniendo una vez más la edad de un niño, esa mujer se enamoró de un humano ordinario y con el tiempo tuvo una hija, pero lamentablemente el poder de esa niña era tanto que termino por corromper su cuerpo y solo tenía dos opciones… abortar a la pequeña y sobrevivir, o dar su vida para que esa pequeña pudiera vivir, y pues la niña aun en este día sigue con vida, ¿puedes adivinar su nombre? – Preguntó al finalizar de hablar.
- Yiori… - Dije yo secándome las lágrimas de mis ojos…
- Así es, ella se llama Yiori; fue tu madre quien me enseñó magia y en su memoria te he enseñado a ti… Y tu entrenamiento termina justamente hoy, pero antes de que te vayas he de decirte una cosa más respecto a tu propio poder; si bien ahora puedes dominar la parte angelical de tu magia, nunca olvides que tu poder es principalmente demoniaco, y nosotros tendemos a lastimar, no a curar. Témele a tu poder para que no bajes la guardia respecto a él, y siéntete orgullosa de tenerlo para que nunca dejes de utilizarlo.
Por una última vez agradecí a mi maestro y después me despedí de él, ansiaba llegar a mi casa y volver con mi padre, en este momento era lo que más deseaba y no podía pensar en otra cosa, mantenía el medallón colgando de mi cuello y aunque su poder había disminuido podía sentir a mi padre; dije adiós con mi mano a Muilóer y abrí un portal entre en él y aparecí en el limbo, y no piensen mal, quise venir a este sitio.
Tomé el medallón con ambas manos y comencé a imbuirlo de magia, este comenzó a tornarse de un color azulado muy fuerte para después cambiar a un color completamente transparente, me lo quité del cuello lo tome con mi mano y lo elevé, del medallón comenzaron a salir haces de luz en absolutamente todas las direcciones iluminando por completo el sitio, eran tantos que por poco me cegaban a mí misma, pero todo estaba planeado.
- ¡Ahora si puedo ayudarles! – Grité fuertemente mientras me reía de felicidad, esta acción de alguna manera me hizo sentir con mucha paz, era como si ellos me la transmitieran, al fin podrían descansar en paz.
Al parecer todas las almas habían desaparecido, sentí como en mi hombro izquierdo alguien lo tocaba para llamarme, voltee y mire que la aparición que fue la primera en pedirme ayuda para que le sacara de aquí se encontraba detrás de mí.
- Me hiciste esperar mucho tiempo, niña. – Dijo con voz dulce.
- Lo lamento. – Respondí riéndome un poco. – Dominar esto me fue más complicado de lo que pensé…
- Entiendo, al menos siempre supe que te vería de nuevo, gracias por lo que has hecho y espero que regreses con bien a tu hogar, que la vida te sonría así como tú le has sonreído a ella, adiós. – La aparición toco el medallón y poco a poco comenzó a desvanecerse, yo me despedí del sitio y abrí nuevamente un portal, esta vez para mi casa.
El portal estaba abierto, solo necesitaba atravesarlo y no me lo pregunte a mí misma ni medio segundo, lo pasé con una sonrisa que nadie podría borrar y al otro lado estaba frente a mí, mi casa, el humo salía por la chimenea en el techo y podía escuchar como alguien estaba dentro golpeando algo, era como si estuviera cocinando.
Caminé lentamente y llamé a la puerta, del interior pude escuchar la voz de mi padre que dijo: “Un momento”, escucharlo me dio tanta alegría que solo quería abrir la puerta de un golpe y correr a abrazarlo pero me aguanté… quería la sorpresa completa; mi padre se escuchaba ya al otro lado de la puerta, movió la manija y la abrió.
- ¿Hola?, ¿En qué puedo ayudarte? – Yo no dije algo, simplemente me quede callada intentando ocultar mi sonrisa.
Los ojos de mi padre comenzaron a lagrimear y su boca a temblar, levanto su mano tambaleante y la puso sobre mi mejilla.
- ¿Y…Yiori? – Preguntó mientras su voz se quebraba cada vez más.
- … - No respondí con palabras y en vez de eso recargué mi cabeza sobre su mano.
No necesitaba una respuesta más clara, mi padre brinco completamente hacia mí y me abrazo tan fuerte que sentí que mis pulmones no podían respirar.
- ¡Mi pequeña!, ¡Mi niña! ¡Ha vuelto!, ya había resignado mi mente a que habías fallecido en tu trayecto… después de 6 años temí lo peor, y verte ahora aquí delante de mí me ha devuelto la vida, ¡La vida me ha devuelto a mi hija! – Repetía mi padre lleno de júbilo que no podía creer que estuviera ahí al estarme tocando la cara con mucha insistencia, él simplemente no podía creerlo y yo me sentía justo igual que él.
Así termina esta historia: con un amor fraternal renacido después de años de no verse, la buena noticia es que no importa el tiempo, el amor perdurará por la eternidad.




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