Dicen que el amor no se racionaliza,
y yo lo entiendo, es como entintarle las plumas a un ave,
volverla gris, como el atardecer fatigado por la lluvia,
o un cielo apagado donde no fructifican las perlas de la noche.
El amor no se piensa, porque es una quimera;
una mutación de los sentimientos, una bestia herida,
que se llena de ríos donde la lastiman,
porque lo que el amor sangra es cristalino.
Entonces ¿Cómo harás para descifrar las rutas de mi alma?
Tú, que fabricas leyes imperturbables,
amante de la lógica y la exactitud del tiempo,
donde perece la magia a manos del razonamiento.
Tu inteligencia no forja las llaves de las 4 puertas,
es un acto primitivo entender las estaciones del amor,
como el instinto de abrigarse al fuego,
que, aunque quema, hipnotiza con el crepitar de sus llamas.
Busca en tus libros cómo se atrapa un jardín con la mirada,
cómo se agitan los sentidos con la voz, si viene de la boca adecuada,
cómo el odio oxida a la inocencia,
y como la vida es un laberinto en un banco de arena.
Solo así podrás entender que lo sublime no se escribe,
no se razona ni se teoriza,
el amor es una criatura mitológica,
que surca mi horizonte, dibujando tu voz en el aire.
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