Quimera (libro#1- Saga Destino)

Prólogo

Prólogo

Una respuesta apropiada estaba formándose ahora en su cabeza. Rani mordisqueó su labio ante el nerviosismo suyo y del chico que estaba frente ella, sus manos estaban inquietas en busca de estrechar algo con que disipar su miedo. Bueno, no era miedo en sí. Dar una repuesta a una confesión próxima no tenía que ser tan traumática ni difícil. No había tal necesidad de querer escapar sin dar una explicación. Lo malo es que, para ella, que jamás había estado en ese tipo de situación, romper el corazón de un amigo era aterrador y tremendamente malo. No quería que las cosas entre ellos cambiaran. Nico, quien había conocido ese mismo año en la academia GSM (Grupo San Marcos) [1]. Era un amigo más que leal y sincero; y ella tendría que corresponder a esa lealtad y sinceridad que él había mostrado a lo largo de ese año.

Pero no de esa manera.

Tendría que ser valiente y decir lo que sentía... O lo que en verdad no sentía.

Por fin la oportunidad se le presentaba. Mucho tiempo de sentimientos reprimidos hacia su amiga, mucho tiempo en que miradas risueñas que solo a ella sería capaz de mostrar. Nico había decidido ese mismo día que lograría confesarse, aunque le cueste la vida. Bueno, no habría que exagerar. Los amigos, de ambos, conscientes de sus sentimientos románticos de Nico hacia Rani, aunque no conscientes de los inexistentes sentimientos románticos de ella hacia él; le aconsejaron a su buen amigo que no habría momento indicado sino el que decidiera volverlo el indicado.

Entonces, cuando Rani pidió permiso al profesor de trigonometría permiso para ir al baño, él tomó eso como una señal del universo para al fin expresarse ante ella. En realidad, fue su amigo Juan quién lo obligó para que diera la excusa al profesor de que también tenía que ir al baño.

Esperó como unos quince segundos para así preguntar e ir a encontrarse con Rani. Varios de sus compañeros del salón le lanzaron una mirada y sonrisa vacilante, sabiendo perfectamente lo que él planeaba. Era tan obvio.

Antes de desaparecer, Juan y Brenda le mostraron un pulgar arriba en modo de apoyo.

Su cabello negro, ondulado y largo era algo que lo volvía loco. Sus labios rojos, eran para Nico una tentación que le fascinaría probar. Y sus ojos de un gris intenso, hacían que se sintiera entrar en un mundo diferente. Sin duda haría lo que fuera con tal de que lo mirara en ese instante con esos hermosos ojos grises. Sin embrago, Rani solo estaba ahí, sin moverse y con la mirada hacia el suelo. Observó sus manos peleando por mantener el control. Tal vez no había sido una buena idea decírselo de esa manera y en la puerta del baño de mujeres. Quería darse de cabezazos ante tal estúpida idea, que lugar más apropiado para decirle a tu amiga que quieres que ella sea más que tu una simple amiga.

Jamás volvería hacerle caso a Juan. Jamás.

— ¿Rani?

—Disculpa...Yo—vamos, se dio ánimos. Era fácil responder. Solo tenía que decir, "Lo siento Nico, no puedo corresponderte porque..."—... Así que...

Tenía que haber algo más que decir en vez de solo rechazarlo por considerarlo su amigo. Aunque eso era una buena razón, se dijo. ¿Cómo hacerlo para que sonara conciso y nada torpe?

Él se merecía una buena respuesta después de todos los momentos que habían pasado juntos. No solos, por supuesto. Nico, Juan, Brenda, Diego y ella eran como una pandilla. Una pandilla de amigos que compartían mucho de ellos y que estaban ahí para cualquier problema que ocurría, eran como familia, como hermanos.

Exacto, y es por eso que Rani no quería herir a su amigo. Sería como herirla a ella también. No quería arruinar su amistad pro su culpa, no podía aceptar algo que ella no quiere y no desea. Por más cruel y doloroso que se vea. Tenía que ser fuerte, encontrara las palabras exactas y rechazar a su amigo.

Sin tratar de herirlo mucho, claro.

—Pues... Verás—y las palabras correctas se iban para dar paso a las incorrectas—... ¿Qué me dijiste?

— ¿No me escuchaste? Yo te dije que...

— ¡Sí te escuché! Es solo que lo estoy asimilando.

—Ah —un silencio incomodo se instaló entre ellos, rompiéndolo él al instante—. Yo sé que esto es repentino, pero ya no quise espera más.

Dentro de la cabeza de Rani le gritaba a su amigo que era mejor haber esperado antes de tirarle su confesión en la cara en frente del baño.

>>Me dijeron que no hay momento apropiado, así que escogí este para decírtelo.

—Justo saliendo del baño.

—Ehm, sí. No es un lugar muy romántico ni cómodo para decirle a alguien que te gusta, ¿verdad?

Antes las últimas palabras, Rani se puso rígida y fijó su vista hacia la pared detrás de él. Sintió unas ganas terribles de salir corriendo para no ver la cara de Nico. Una situación más que tendría que agregar a su lista de situaciones vergonzosas. Y vaya que ella ha tenido situaciones que le hicieron cuestionar si mejor no sería salir a la calle con una bolsa de papel en la cabeza. Como la vez que casi incendio a su abuela, o como casi deja pelado a su hermanito. Y ninguna de esa dos las había hecho a los cinco o seis años de edad, eso sería una excusa perfecta para sus idioteces.




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