—¡Mamá! —grité desesperada viendo a los dos hombres enmascarados apuntando a mis padres con un arma.
Era un día normal, mi familia y yo habíamos salido a dar un recorrido a la ciudad, ya que recién nos habíamos mudado por la empresa de mis padres. Todo estaba bien hasta cuando dos sujetos nos intervienen, sacan bruscamente a mis padres del auto y apuntan el arma en su cabeza, jugaban haciéndonos sufrir a mi hermana y a mi con querer apretar el gatillo y no volver a ver a mis padres. Yo con tan solo doce años de edad, esperaba que lo peor pasara.
—¡Papá! —se escuchaban nuestros gritos, dos personas nos sujetaron de atrás mientras nosotras intentábamos zafarnos de su agarre, los sujetos tenían una fuerza mayor que la nuestra, cosa que hizo que nuestros intentos sean en van.
—¡No!
No mamá, Papá.
Dos disparo.
Dos gritos.
Mucha sangre corriendo por el suelo.
Dos cuerpos sin vida.
Dos llantos sin fin.
—¡No! —grité levantándome de la atormentada pesadilla, esa pesadilla que no le he contado a nadie, excepto a mi hermana, la cual me escucha todos las noches. Estaba sudada y jadeando, todas las noches ocurría esto, la pesadilla, y después venia una ducha, una ducha con una buena agua fría que me permite dormir cómoda.
—Emma, ¿Estás bien?, ¿Otra vez la misma pesadilla? —pregunta mi hermana entrando a mi habitación, de seguro no la dejo dormir todos los días por mis desagradables gritos, lamento tanto despertarla, sabiendo que mañana debe levantarse temprano e ir a trabajar. Pero esas pesadillas es algo que no lo puedo evitar, desearía poder controlarlas, pero no puedo hacerlo, no lo consigo.
—Lo siento si te desperté.
—Tranquila, ya estoy acostumbrada —asiente sonriente, intento copiar su gesto pero solo conseguí hacer una mueca.
—¿Aún no olvidas esa noche, no? —asentí cabizbajo.
Cada vez que cierro los ojos recuerdo ese día, esa noche marco mi vida, esa noche se llevaron a mis padres, las personas que amaba con todo mi ser, ¿Quién olvidaría el día del asesinato de sus padres?, aún peor, con tan solo doce años observando obligadamente esa escena.
—Ven —estiró sus brazos, me acerqué a ella y lloré contra su pecho, su muerte es algo que aún no logro superarlo, cada vez que lo recuerdo quiero gritar por todas partes, maldecir a esos sujetos y llorar sin fin. Hundirme en un lugar sin salida.
—Los extraño —susurré contra su pecho.
—Yo igual.
—Ellos no merecían morir de esa manera. No se lo merecían, ellos . . . —no logré terminar ya que mi voz no salía, las lágrimas caían sin cesar, mi voz se quebraba.
—Shh, ya no digas nada. Recuerda que ellos están con nosotras, nos están observando desde algún lugar del azul cielo —habló Lily sobando mi cabeza delicadamente, sé que a ella también le duele que hayan fallecido, y también tiene recuerdos de aquella noche, solo que ella se hace la fuerte para verme mejor, muchas veces me ha dicho que ocultar todas sus emociones la derrumbaban, ocultar todo ese dolor la está matando, pero tiene que fingir que no sucede nada para yo sentirme mejor, cosa que aún no lo consigo, todo su esfuerzo está siendo en vano.
.
.
.
Abrí mis ojos gracias a los rayos del sol que entraban por mi ventana, ¡Maldición!, ayer olvidé cerrarla, todos las hojas del árbol del jardín entraban por esta y ensuciaban mi habitación, cosa que después tendré que limpiar. Ayer en la madrugada mi hermana vino, esas pesadillas que me atormentan desde los doce años, nada volvió a ser igual, un miedo vino consigo, haciendo que temiera a la sangre.
—A levantarse, Emma —Lily ingresó a mi cuarto con su vestimenta de secretaria, normalmente ya estaría en su trabajo, pero hoy eso cambió, ya que se encontraba en mi habitación observando las hojas caídas del árbol entrando por la ventana.
—Rayos, ¿No cerraste las ventanas?
—Olvidé hacerlo, cuando vuelva de la universidad limpio todo —argumenté levantándome de mi cama yendo a agarrar la toalla que se encontraba colgada en la puerta, me fijé la hora en el reloj de pared, era tarde y no me daba el suficiente tiempo para bañarme, pero urgía un baño, necesitaba refrescarme, ayer no logré hacerlo, por eso necesito esa agua helada.
—No te preocupes, yo lo hago —dejé de hacer lo que estaba haciendo para observarla confundida.
—¿No tienes trabajo?, normalmente ya estarías de camino a este.
—Hoy entro más tarde, ¿acaso ya quieres que me vaya? —colocó su mano derecha en su pecho, haciéndose la ofendida.
—Claro que no.
—Está bien, te dejo para que te arregles, no demores. Recuerda que estás fuera de tiempo.
Asentí.
Caminé hasta mi baño, me despejé de la ropa que llevaba y me metí en la ducha, sentía caer el agua corriendo por mi cuerpo, el agua fría era lo mejor para despertarse cómoda. Me acordé cuando mi madre me regañaba por quedarme en la ducha por mas de media hora, la verdad es que jamás media el tiempo, solo disfrutaba de la tranquilidad que el agua me daba, es relajante.
Salí de esta una vez después de haber lavado bien mi cabello y mi cuerpo, como hago todos los días, me acercó al espejo y me cepillo mi rubia cabellera mientras miles de peguntas invaden mi cerebro, ''¿Que hay de malo en mi cuerpo?'', ''¿Por qué siempre las personas se quejan de mi cuerpo?'', no es que tenga cuerpo de modelo, es todo lo contrario, pechos pequeños, ojos grandes, piernas cortas, y todo eso. Jamás tomé importancia a los comentarios de las personas, ¿Por qué comentar un cuerpo de otros? Qué imbéciles.
Abrí mi armario y saqué un pantalón negro con una blusa blanca de mangas cortas, por mí iría en pijama, pero mi hermana me regañaría, y es muy temprano para querer escuchar sus gritos.
—¡Ya me voy! —exclamé saliendo de mi habitación, me acerqué a mi hermana y deposité un beso en su mejilla derecha.