Química Irresistible ©

Capítulo 7

 

Capítulo 7: REENCUENTROS.

MICAH.

 

 

Necesito controlar mis pensamientos.

Necesito concentrarme en lo que en verdad importa.

Miro a mí alrededor dándome cuenta de la cantidad de personas que me rodean en la habitación. Barry y Harry se encuentran en el sillón con sus dedos adheridos a los mandos del Xbox. Mikhail se les une en el sillón mientras se ríe de los comentarios burlones de los demás, pero decide mantenerse al borde del juego.

Entretanto, me esmero en poner toda mi atención en la libretilla frente a mí. Debería haber terminado el ensayo antes del fin de semana, pero el viernes ha llegado y todavía no se me ocurre como continuarlo. El hilo de mis pensamientos se encamina a una sola dirección, y por más que me esfuerzo no puedo apartar sus asaltantes orbes marrones de mi cerebro.

¿Por qué tuve que haber ingresado a la CNU?

Decido pensar que era viablemente improbable que supiese que ella estaría aquí, o de lo contrario, hubiese reconsiderado mi juicio.

La puerta sucumbe en sonidos procedentes desde el exterior. Mikhail se levanta bufando para abrir la puerta. Kiara aparece detrás de ésta con una sonrisa plasmada en los labios, saluda a mi hermano y luego camina en mi dirección, posicionándose justo en frente de mí.

—Ey, guapo. ¿Sigues escribiendo esa cosa? —señala la libretilla con la punta de su dedo.

Exhalo un suspiro y me llevo las manos a la cara. —Ensayo, Kia. ¡Es un ensayo! —gruño de malhumor, lanzando la libretilla al suelo—. Y la respuesta es: no. No he podido terminarlo aún.

Kiara mueve la cabeza y enarca las cejas.

Admito que me sirve como entretenimiento tenerle cerca. Estudiamos carreras distintas por lo cual, no tropezamos a menudo, pero ella es una persona increíble, además, nuestra relación parece volverse cada vez más cercana... es cierto, me ha costado un montón cambiar la forma en la que la veo, trato de manipular la percepción que sostengo sobre ella para poder llegarla a ver más como a una novia que como a la amiga que podría ser.

Ella chasquea la lengua y sus labios rosados se extienden en una sonrisa amistosa.

—Oh, vamos. Tienes que tomarte un descanso. ¿Qué te parece si salimos un rato? ¿Eh? —insta ella. Suena tentadora su oferta después de todas las horas que llevo incrustado frente a la pantalla de la portátil, además, me duele el culo por las horas que he permanecido enterrado en la silla.

—Suena atractivo. —respondo al instante. Escucho el bufido burlón de Mikhail desde el sillón.

Kiara se levanta como una bala de la silla, y me tiende la mano. Imitando la acción que acaba de hacer la morena, me levanto de la silla y recibo la calidez de la palma de su mano. Ella me sonríe, y me esmero en sonreír del mismo modo para no hacerle sentir que no quiero salir con ella o que sencillamente lo hago por obligación.

—¿A dónde van, tortolos? —pregunta Barry pausando el juego. Los gemelos elevan las cejas, y Mikhail se acopla a sus comportamientos, ensanchado los labios con sorna.

Kiara se detiene abruptamente, y casi puedo evidenciar la mueca de molestia que surca su rostro.

Pero, ¿a qué ha venido eso?

—No les incumbe, metiches. Nos vemos al rato. —me despido, indicándole a la morena que se mueva.

Cierro la puerta a nuestras espaldas. Avanzamos a través del corredor hasta la entrada del edificio. Me pregunto a dónde iremos, siendo honesto no tengo ánimos de alejarme tanto del campus. El ambiente es gélido, y me culpo por no haberme colocado una chaqueta para protegerme del frio.

Kiara me guía hasta la camioneta que he adquirido hace días cuando llegué al país. Se me hace curioso que se haya memorizado el lugar exacto en el que la aparco cada día. Tal vez está más pendiente de nuestra relación de lo que me imaginaba.

Saco las llaves de la camioneta, y presiono el botoncillo para desbloquear los seguros del vehículo. Rodeo la camioneta para subirme en el asiento del piloto, y ella se sube en el asiento colindante. Inserto la llave en la ranura, y enciendo el vehículo.

Ladeo la cabeza para mirarla. Aún no sé a dónde piensa llevarme. Kiara vivió casi toda su niñez en Londres, por lo que se conoce de memoria los planos de la ciudad. Ella es mi guía turística en la ciudad, y su compañía es agradable.

—Arranca, que yo te guío. —me sonríe con dulzura, y roza sus nudillos contra la piel de mi mentón en un cariñoso gesto.

No niego que todavía se me complica recibir las demostraciones de afecto sin sentir un vapuleo en el estomago. Sin embargo, decido darle un voto de confianza, y coloco la camioneta en marcha.

Durante el camino mi mente no se detiene de dar vueltas y vueltas acerca de cualquier mínima cosa que se me cruce por la cabeza. No comprendo el porqué de mi distracción. No debería estar distraído. ¡No debería!

Diez minutos más tarde nos detenemos frente a un club. Kiara me garantiza que es un sitio lindo, y además, funciona para sacar la basura de la cabeza durante varias horas.




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