Química Irresistible ©

Capítulo 8

Capítulo 8: Deseos.

 

ROSIE.

 

 

 

 

Cuando acepté salir con Kevin a su reunión de ex alumnos, nunca imaginé que me encontraría con Micah en ese sitio. Por lo que puedo darme cuenta, él está acompañado a su novia, Kiara. Ella, por lo que he escuchado decir a Josh, estudió con Kevin y los chicos que se encuentran en la mesa.

Insisto en controlarme. Lo que menos quiero es que Micah note que me incomoda su presencia. ¿Por qué me incomoda? Trato de atribuirlo a que es porque él no me traga ni con agua. En estos momentos, solo deseo estar en la habitación haciendo la tarea o calándome los comentarios chistosos de las gemelas y de Mecha.

No paso por alto el remolino que me comprime el estomago desde que le vi llegar al sitio. Él va ataviado con unos vaqueros oscuros y una camiseta blanca ceñida a su cuerpo que insinúa perfectamente sus increíbles abdominales. Por una fracción de tiempo, me transporto al momento en el que nos besamos en la alberca. Un hormigueo me estremece e intento concentrar mi atención en la mesa con los presentes. No quiero parecer grosera al respecto pero no me apetece intervenir en la conversación. Siento que no encajo con ellos. Tal vez no encajo con nadie.

Hace unos minutos Kevin trató de tomarme la mano y la he apartado de un tirón. No sé por qué lo he hecho. Él se ha mostrado amable conmigo desde el instante en el que coincidimos. Quizás no quiero que pueda confundir las cosas. Además, Mecha está coladita por él. Nunca podría involucrarme con él sabiendo que mi amiga babea a chorros por él.

Sí, eso debe ser. Canto esa mantra en mi cabeza mientras permanezco absorta a la conversación. Solo espero que Kevin no se ofenda ante mi rechazo.

Cuando dirijo la mirada hacia al frente me encuentro con sus claveles cetrinos. Él está mirándome directamente a los ojos. Y, a pesar de que le he pillado en pleno acto, no ha apartado la mirada de la mía. Omito el huracán de avecillas que me revoletean en el estomago. ¿Por qué me sucede esto?

Josh empieza a contar unas cuantas anécdotas sobre Kiara y él cuando eran vecinos, y mi mandíbula se desencaja. No me agrada Kiara. Me causa una mala espina. Es más, apenas si me ha saludado en el momento que se acercó a la mesa. ¿Cuál es su problema contra mí?

Todos en la mesa están bebiendo mientras charlan animadamente. No he querido tocar mi bebida. Me he prometido mantenerme al borde del alcohol desde aquel juego en la piscina. ‹‹Ruleta Rusa››.

Alrededor de diez minutos más tarde, muero de aburrimiento. No he querido parecer descortés con Kevin pese a que lo cierto es que me muero de ganas por largarme de una buena vez hasta el campus. Sin embargo, no quiero volver caminando. Además, no conozco del todo bien la ciudad.

Cuando veo hacia el frente Micah ha apartado la mirada. Se ha puesto de pie tras susurrarle algo en el oído a Kiara, y se ha marchado fuera de mi alcance de visión. Aprovecho la oportunidad cuando Kevin se gira hacia mí, y le comento que iré al baño. Él me sonríe, y me dice que aguardará ansioso por mí.

No sé a dónde dirigirme u sí debería alejarme del grupo. Solo sé que cuando menos lo pienso, me encuentro deambulando alrededor del sitio en busca de... ¿Qué estoy buscando exactamente?

Me acerco hasta la terraza del edificio, y le encuentro en una esquina. Pienso en retroceder hasta perderme. Quizás ni me ha notado. Freno mis pies cuando su voz llega a mis oídos.

—No tienes que irte, Rosie. —dice. Su voz me produce escalofríos. Pienso en hacerme de oídos sordos e irme por donde llegué pero decido plantarme sobre mis pies. Él me da la espalda. Sé que puede verme por el rabillo del ojo.

Incapaz de pronunciar una sola palabra, me muerdo los labios.

El silencio se adueña de la estancia. La vista del cielo teñido de naranja se extiende frente a nuestros ojos. Es vasta y me produce una sensación de seguridad en el estomago. No me muevo. Solo me dedico a mirar frente a mí.

—¿Has venido con Kevin? —pregunta al cabo de unos minutos. Tardo en asimilar su pregunta. No le incumbe esa información, pero de todas maneras me acerco unos pasos hasta el barandal.

—Sí —grazno. Mi voz chillona como de caricatura—. Sí, he venido con Kevin. —afirmo. Sí. Eso suena mucho más seguro.

Él ladea la cabeza. No puedo ver la expresión que ha tomado su rostro pero deduzco que no es bonita.

—Um... eso es increíble. —apenas le escucho. Parece pronunciarlo entre los dientes.

No sé cómo debería atribuirme su comportamiento. ¿Tiene Micah razones para referirse de esa forma hacia Kevin?

Me quedo callada. Es un silencio mutuo que me enloquece. Debería irme. Sí, definitivamente debería irme.

De hecho, me giro sobre mis talones decidida a irme cuando siento un tirón en mi muñeca. Sus delgados dedos se curvan alrededor de mi muñeca con sutileza. Levanto la mirada encontrándome con sus ojos, y el desconcierto destella en medio de su mirada. Por un segundo, me pierdo en el iris verdoso.




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