Química Irresistible ©

Capítulo 13

 

Capítulo 13: Solo Un Paso.

 

ROSIE.

 

 

Termino de escribir la última letra de la asignación para la clase de Sociales. Ha sido una tarde eterna, y cuando culmino me doy cuenta de que se me ha esfumado el día en cuestión de segundos. El reloj marca las siete de la tarde, y ya solo me quedan tres horas antes de que deba irme a la cama. Siendo sincera, el agotamiento que se extiende a través de mis extremidades es incuestionable, además del agotamiento mental. Mi cerebelo me exige un descanso.

Guardo la portátil en el estuche, y la coloco sobre la pequeña biblioteca que me he comprado por Internet; y sí qué me ha sido de utilidad, al ver todos mis libros ordenados por orden alfabético, no consigo describir la sensación de alivio y paz que ello me transmite. Supongo que lo he heredado de mi madre. Ella era así de estricta conmigo, y consigo misma.

Procedo a guardar la libretilla de apuntes y mis lapiceras de colores para enmarcar los subtítulos en otro estuche. No puedo evitar cerrar los ojos cuando mi mente se transporta hasta la tarde del viernes en el ascensor. No puedo creer que haya vuelto a caer de la misma estúpida manera por el mismo estúpido chico. ¡Mierda! ¡Es demasiado injusto!

Micah solo tiene que sonreírme para hacerme enloquecer. Él solo tiene que estirar esos preciosos labios para hacerme perder en la mismísima locura. Él solo tiene que ser él mismo para hacerme desbordar como un maldito torrente.

No. No puedes pensar de esta manera. No. Prohibido. ¡Uhg! ¡Ya basta Rosie!

Me paso las manos por el cabello y exhalo un suspiro. La puerta se abre un par de segundos más tarde. Mecha entra por medio de ella, tiene la cara fruncida en una mueca y las gafas de pasta más grande que su cara a la altura de los labios. Cierra la puerta con evidente desgano, y se desploma sobre el colchón de su cama sin dignarse a dirigirme la mirada. Conozco esa expresión, ha tenido un mal día.

—Intentaré adivinar… —comento, acomodándome sobre la cabecilla de la cama. Ella alza la mirada al techo y traza los paneles una y otra vez—, pésimo día. —afirmo.

Ella exhala un resoplido antes de colocar su cabeza contra la palma de su mano.

—Como la mierda. —dice torciendo los labios en una mueca. Tiene el cabello castaño atado en una despeinada coleta a la altura de la nuca—. Dime que no se nota tanto.

Relamo mis labios. La verdad es que quiero reírme pero sé que no le agradaría la idea.

—Nah. Casi nada.

Me limito a levantarme de la cama cuando la escucho suspirar por segunda vez desde que entró a la habitación. Emito un bostezo cuando éste opta por salir de mi garganta. Vuelvo a mirar el reloj, han pasado unos diez minutos desde la última vez que lo vi. El estomago me ruge de pronto, y debo llevarme una mano al estomago cuando el dolor se vuelve insostenible. No he almorzado bien, apenas si he comido unas tres galletitas sin sabor.

—¿Ya cenaste? —inquiero con la intención de invitarle a cenar conmigo. Sin embargo, sé que será como perder el tiempo. Cuando Mecha está de malhumor no importa si eres Shawn Mendes o el vagabundo de la esquina, siempre te abordará de la peor manera.

—No tengo hambre. —responde de forma automática.

Por ende, inhalando una bocanada de aire para llenar de aire mis pulmones me dispongo a dejar de perder mi tiempo, y tomar la tarjeta del bus junto a mis llaves e ir por algo de comer antes de que los niveles de glucosa lleguen a cero en mi sistema.

Salgo de la habitación, introduciendo la tarjeta y las llaves en el bolsillo trasero del pantalón, y me dirijo hacia el exterior del edificio. Solo llevo puestas unas chanclas que dejan expuestos mis pies pero decido no pensar en ello. Es de noche, y solo voy por algo de comer, no a un antro.

Una vez afuera del edificio, opto por rodear el campus en busca de las tienditas de comida, pero todo parece estar cerrando. Me dirijo al único sitio que sé que podría estar abierto por la fama que tienen de perdurar durante casi toda la noche abierto. He escuchado a las gemelas mencionar el sitio varias veces cuando se van de juerga y vuelven a la mañana siguiente.

El sitio queda a cinco cuadras de mi edificio, aproximo. Avisto desde la distancia, a por lo menos diez vehículos aglomerados en la entrada del sitio, además de música perturbadora que me remueve el estomago. Camino reduciendo los centímetros que me separan de la entrada, y debo admitir que a medida que me acerco, más quiero regresar a la habitación. El estomago me vuelve a rugir cuando llego al sitio. Veo a unos cuantos chicos con cervezas en las manos junto a la entrada, y omito el pinchazo de nervios que me apresa cuando uno de ellos me dirige una espeluznante sonrisita.

Ya tranquilízate, Rosie. Canto en mi mente, y me dispongo a empujar las puertas de madera. El sitio es oscuro, la luz es en lo redundante opaca, carece de intensidad y brillo. Huele a cerveza y hiede a inmundicia.

Frunzo los labios, y trato de contener la respiración. Ya quiero regresar a la habitación. El sitio está, sorprendentemente, atiborrado de estudiantes bebiendo y comiendo comida rápida. Sintiéndome una mini humana me dispongo a dirigirme hacia la barra de pedidos, y ordenar algo para llevar. Oh por Dios. Huele demasiado a ilegalidad.




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