Química Irresistible ©

Capítulo 28

 

Capítulo 28: Solo Amigos.

 

ROSIE.

 

—¿Por qué no me contaste que venías, Grace?

—Solo quería sorprenderte, primita. —pinta una sonrisa irradiando inocencia. Sus dientes blancos alineados a la perfección, sin ningún tipo de mancha blanquecina o amarillenta entre sus dientes.

Dudo que Grace haya padecido de caries alguna vez. Su dentadura es la más perfecta que he visto en mi vida. Grace. La lumbrera de la familia Hamilton. El orgullo de la familia. La estrella. La todo.

Omito el cosquilleo que nace en la boca de mi estomago cuando pienso en todo lo que Grace demuestra ser. ¿Cómo puede pretender ser siempre tan perfecta? ¿No se agota de ello?

Por lo menos, no tuve que explicarle qué demonios hacía con Micah. Sencillamente, me limité a decir que nos habíamos tropezado por mera casualidad. Já. Si mi madre estuviese acá jamás me lo hubiese creído. De lo que me he salvado.

Miro a Grace en frente de mí. Ella es de ese tipo de chicas que describen en los libros. La chica que amanece con el cabello perfecto. La chica que no transpira sudor y empapa sus axilas. La chica que siempre huele a perfume costoso, y provoca aspirar hasta que no me quede energía en el cuerpo. La chica que viste de la manera más adecuada posible. El paradigma más cercano a perfección. El paradigma más cercano a la ficción.

Durante muchos años traté de copiarme de ella. Traté de vestir como ella; peinarme como ella, e incluso, llegué a intentar imitar su acento sureño hasta que me convencí a mí misma que no necesitaba hacer todas aquellas cosas para brillar en medio de tanta luz. Podía hacerlo por mi cuenta. Podía ser la nueva estrella en la familia. Por ello me mudé a Inglaterra; por ello he arriesgado tantas cosas en mi vida.

Solo para brillar, e intentar opacar el brillo de Grace.

Una sonrisa un poco falsa surca mis labios. Esto de las sorpresas familiares empezaba a volverse irritante.

—Ya veo.

Grace me ha explicado la razón por la cual se encuentra en la ciudad; sin embargo no ha terminado de convencerme. Una pequeña vocecilla en medio de mis pensamientos me advierte que probablemente podría ser alguna estrategia de mi madre para espiarme. Tal vez ella piensa que estando entre primas puedo comportarme como habitualmente lo hago. Indecoroso.

—¿Por cuánto tiempo estarás en Inglaterra? —no pretendo sonar un poco despectiva pero mi voz sale como si detestara su presencia. Lo hago. No mentiré.

Grace se encuentra sobre mi cama. Su cabello rubio castaño por la altura de sus hombros. Sus pantalones negros con estrellitas, y su blusa blanca introducida adentro de sus pantalones.

Tuerce los labios, dubitativa.

—Hasta que me entreguen los resultados de mis pasantías. —enfatiza. Me da la impresión de que le divierte estar aquí. Puedo imaginármela maquinando la manera de echarme la partida hacia atrás.

No lo permitiré.

Me limito a asentir a la vez que abro la portátil. Mecha abre la puerta, repentinamente. Cuando se percata de Grace, su rostro se descompone. Ella detesta a Grace al igual que todos los que intentamos surgir en la vida a base de dedicación y esfuerzo.

—Grace. —la saluda la castaña sin ocultar la decepción en su voz.

Grace levanta el mentón, inclinando su cráneo hacia atrás. Su cabello ni siquiera se mueve. ¿Cómo diablos es eso posible?

—Mercedes. —le responde el saludo con la misma acidez.

Miro a Mecha apretar sus manos hasta convertirlas en un par de puños. Ignorando a mi prima, me dirige una mirada rabiosa, demandándome saber el hecho por el cual Grace se encuentra en nuestra habitación. Hundo un hombro.

Mecha comprime los labios antes de tirar su mochila sobre el suelo, y sacar uno de los libros que se ha estado devorando esta semana, y omitiendo la presencia de mi prima.

Me gustaría poder echar a mi prima de la habitación pero jamás haría algo como eso. Por más que me retuerza el estomago compartir con ella, somos familia después de todo. Aunque a veces la familia decepciona más que cualquier extraño.

Trato de suprimir a Grace de mis pensamientos, y enfocarme en redactar un buen ensayo para clases. Entretanto tecleo las letras, y mi mirada se torna borrosa a causa del esfuerzo; un par de orbes cetrinos surcan mis pensamientos, desorientándome.

¿Por qué últimamente no podía hacer más que pensar en él?

Me estaba encariñando demasiado con ese chico. No. Ya me había encariñado. Solo estaba sucediendo algo más que me empeñaba en cubrir con mis mentiras. Mentiras que solo elucubraba para evitar salir con el corazón roto.

Nada podría salvarnos ahora. Habíamos caído. Había caído en eso que tanto me había esmerado en alejar.

Una ligera vibración sobre el escritorio me hace desviar la mirada hacia la pantalla parpadeante de mi teléfono. Se trata de un mensaje de Micah. Sonrío de manera súbita e inexorable. Parecíamos conectados. Cuando pensaba en él, podría apostar a todos mis trofeos de la feria de ciencias, que Micah también pensaba en mí. Casi a todas horas del día.




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