Química Irresistible ©

Capítulo 49

Capítulo 49: Abrázame Mientras Esperas.

 

ROSIE.

 

Cancelo la reservación, y abandono el bar tras más de tres horas aguardando por una persona que jamás llegaría. No puedo creer que ni siquiera se ha tomado la molestia de responder el más bobo mensaje. Ni siquiera un estúpido emoticon. Ni siquiera un punto. No, nada.

Sin señales de él. Sin señales de Micah.

Más que decepcionada me encuentro furiosa; además de sentirme como una propia estúpida. La más estúpida entre todas las estúpidas. Quiero decir... ¿En qué demonios estaba pensando cuando decidí invitarle esta noche?

Solo terminé humillándome a mí misma. El mesonero no paraba de mirarme como si me hubiese vuelto loca.

¡Maldita sea!

Espero que tenga una buena y convincente explicación. Solo no quiero ni imaginar que él podría estar con alguien más en este preciso segundo... solo me revuelve el estomago pensar en ello.

Uf... solo trata de tranquilizarte, Rosie.

Después de todo Grace suele decir puras mentiras. Ella siempre me ha odiado, ¿por qué habría de cambiar eso ahora?

Trepo a la camioneta, y sin pensarlo dos veces, arranco con fuerza. No tengo ni la menor idea de en dónde podría estar... ¿de verdad pienso ir a buscarlo? ¿Sería demasiado evidente que pensar en lo que Grace me ha dicho me ha puesto recelosa?

Yo solo necesito respuestas.

Y Micah es el único que puede darme esas respuestas.

Enciendo el reproductor de música, y de inmediato, la cadenciosa voz de Sia inunda el espacio cálido del interior de la cabina. Piso el acelerador con fuerza, y aunque me considero fanática loca de seguir las reglas, me salto todas las luces de los semáforos. Solo muero de desesperación por llegar a casa de los Janssen. Tal vez ni siquiera está allí, pero tal vez alguien pueda decirme o darme algún indicio de en dónde está. ¿No?

Quiero pensar que no estoy siendo demasiado exagera. Al final del día es mi novio, y se me resulta preocupante el hecho de no saber en donde se encuentra. Él nunca ha sido impuntual, de hecho esa era nuestra competencia en la secundaria.

Pensar en la secundaria me causa un millar de emociones que revolotean en mi sistema sin control alguno. Todo debía ser fácil, pero he vivido toda mi vida inhibiéndome de atreverme a experimentar la crudeza de las emociones y los sentimientos. No es posible vivir toda una vida con miedo a vivir. No es sano.

Minutos más tarde, aparco la camioneta frente a la suntuosa entrada de la casa de los Janssen. Mis ojos se encargan de examinar la fachada de la casa, y... admito que es la casa más hermosa de toda la ciudad. Decir que no me causa cierto deseo sería un eufemismo.

No me demoro en lanzarme de la camioneta, y con las piernas hechas gelatinas, me dirijo a la puerta principal. Miro con devoción los pilares que decoran el umbral, e inhalo con profundidad antes de atreverme a golpear la puerta con mis puños.

Pronto veo el timbre a un costado, y siento calambres en las mejillas por ser tan despistada la mayoría de las veces. Presiono el timbre, y aguardo impaciente. Cuento los segundos que transcurren en mi cabeza hasta que la puerta frente a mí es abierta por un chico de afilados ojos azules. Una mueca surca su rostro, y exhala al verme.

—¿Está Micah? —le pregunto.

Mikhail tuerce el gesto, y abre los ojos con sorpresa e ironía.

—Estoy bien, descuida. Qué bonito que preguntes. —dice con sarcasmo.

Exhalo aire, y ruedo los ojos.

—Es importante, Mikhail.

Sus ojos se agrandan aún más. Él se cruza de brazos, y en esta posición puedo apreciar la notoria diferencia de alturas entre nuestros cuerpos.

—¿Acaso no es importante como me encuentro? —niega con la cabeza, y chasquea la lengua—. Mal, Rosie. Muy insensible de tu parte.

—Mikhail... —le imploro. Mi mirada lo expresa todo.

Mikhail ladea la cabeza, y el silencio se crea en el ambiente.

—¿No ha hablado contigo? —pregunta el rubio, un poco más interesado que antes.

Niego, desconcertada. ¿De qué se supone que tendría que hablar conmigo? Bueno. En realidad, si debió haberme avisado que no venía a nuestra cita en lugar de dejarme pasar el ridículo... ¡Sola!

—¿Sucedió algo con él? —vuelvo a preguntar. Mikhail posa sus ojos azulados sobre mí, más no responde. Esto comienza a exasperarme—. ¡Mikhail, responde!

—No sé si deba decirte algo... deberías esperar a que Micah te llame —se excusa.

Parpadeo, sorprendida.

¿Decirme algo? ¿A qué se refiere? ¿Acaso Micah está escondiéndome algo?

‹‹Micah te está engañando››

Las palabras de Grace se repiten como tortuosos ecos adentro de mi cabeza. Mi corazón empieza a incrementar la velocidad en la que late, y empiezo a convencerme de la crueldad de mis propios pensamientos.

—¿Él está engañándome? ¿Lo está? ¿Cierto? —pregunto lo que tanto temía, y mi pecho se hunde.




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