Habían pasado varios días desde que recibí el último mensaje de Dylan. No era algo que me preocupara pero lo extrañaba. A pesar de que solía hablar casi todo el día con Lizi me sentía sola, me hacía falta mi mejor amigo.
De vez en cuando salía a pasear con mis amigos y para ser sincera me divertía demasiado estando con ellos. Lo único por lo que quería volver a la escuela era para estar con ellos, pero creo que mis fuerzas por no querer que las vacaciones se acabaran, eran mucho más grandes que ese sentimiento por mis amigos.
También tenía contacto con amigos de mi anterior escuela, y a veces me comentaban que veían a Dylan. Sentía algo de envidia el saber que los demás lo podían ver y yo tenía que esperar demasiado para poder recibir un mensaje de él. No era la chica más orgullosa del mundo para no haberle mandado mensaje antes, pero después del mensaje número 27 sin responder, preferí dejar que él hiciera el esfuerzo por buscarme. Así que comencé a dejar de mortificarme por los mensajes de Dylan, no era mi novio o el chico que me traía loca, no tenía por qué estar esperándolo.
Pasaban los días, las semanas, y todo se sentía muy tranquilo y aburrido. Ya dos meses desde que mi mejor amigo se había ido de mi departamento y hasta llegué a pensar que también se había ido de mi vida, así como lo hizo mi padre. Tampoco sabía nada de él desde la discusión que tuve con mi madre por la inesperada aparición que hizo. Definitivamente mi padre sería el último hombre al que esperaría en mi vida.