Quisiera ser el tiempo

CAPITULO III

Luego de un mes de noticias buenas paso algo sorprendente, una noche el señor Arcadio, tuvo una recaída que no soporto, no entendíamos nada nadie en absoluto esperaba o imagina este suceso. Fui en primero en enterarme, ya que cuando note que las enfermeras salían y entraban corriendo a la habitación me acerque y escuche cuando decían:

 

  • Esto fue algo repentino, creo que el virus estuvo más latente que nunca, pero de forma silenciosa sin mostrar evidencias.
  • Preparen el cuerpo, informen a los familiares y por ultimo registren la hora de la muerte.

La noticia me afecto tanto que no comprendía por qué tanto dolor, me sentí tan mal que apenas termine el turno me fui a casa, no quise ver el cadáver en el momento.

Al turno siguiente aun encontré el cuerpo allí, los familiares del señor estaban todos con excepción de su hija, se veían todos tan mal sus dos niños estaban muy destrozados, el señor José, padre del difunto estuvo tan mal que se desmayó por un momento, no soporte la presión y me acerque a dar mis condolencias, me aproxime a su esposa, la señora Martha, y ella al verme me abrazo fuerte, lloraba a gritos ¡Que amor le tenía¡ exclame entre mí. Apenas conservo algo de calma le dije:

  • Tranquila señora, Martha, hay que ser fuertes, usted tiene dos pequeños hijos a los cuales debe mostrarle firmeza.

 

En ese momento ella miro a sus niños, allí estaban sentaditos se veían algo triste, luego se pusieron a jugar; ellos aún no comprenden con claridad lo que significa la muerte de un familiar. Después de eso ella me dijo:

 

- Míralos, están tan pequeños, tan inocentes yo realmente no sé si pueda

 

  • Claro que usted puede en estos meses me di cuenta que es una mujer esplendida, trabajadora, usted va a salir adelante yo lo sé.

 

Le di un té y se sentó un rato, unos minutos después le pregunte porque aún estaba el cuerpo en el hospital, ella me conto que pidieron a los médicos prepararlo bien para que el cuerpo no se deteriore muy rápido ya que, Lucy viene viajando y su viaje dura aproximadamente 4 días.

 

Al día siguiente llego la joven. Pero ¡Que mal se veía!

Estaba tan triste que sus ojitos no brillaban, se veía exhausta del viaje, pero apenas llego solo dijo:

 

  • Buenas, ¿en dónde está mi padre?

 

  • Está en la habitación, Lucy, respondió la señora Martha

Al entrar la joven se derrumbó del llanto, las lágrimas parecían un “diluvio” ella decía:

  • ¡Ay! Padre ya yo imaginaba tu recuperación, sabía que estabas muy mal, pero tenía algo de fe, es muy pronto para partir mi viejo, mira tus niños…

¡Que palabras tan conmovedoras pronunciaba, Lucy!

  • Me acerque y en medio de su pena, ella me abrazo, estaba tan mal que la su voz estaba quebrantada y algo di fónica le dije:

 

  • Llámese karma o venganza de la vida, las cosas malas tienen que pasar, porque de eso se trata la vida; tropiezos y tropiezos y en algunos casos es tarde para cambiar, el cuerpo y el alma ya están cansados. Tu padre me conto tantas cosas malas de las cuales se arrepiente profundamente, pero siempre me decía que el merecía lo que le estaba pasando.

 

Desde mi punto de vista ningún ser humano merece tanto sufrimiento susurro, Lucy. Por otro lado yo sé qué clase de hombre era mi padre, muchas veces le pedí que cambiara. Solo que aunque veamos la muerte cerca, creo que nunca estamos preparados para recibir una noticia así, a mí me desubico por completo, recuerdo que estaba en clase cuando la señora, Martha me llama, yo pensé que me diría que mi padre ya estaba en casa, al momento de escuchar lo contrario entre en desesperación, Salí corriendo del aula y me quede sentada en una banca cerca, no sabía qué hacer, decir o pensar, creo que mi cerebro junto con todas mis neuronas quedo neutralizado, minutos después regrese, cogí mi bolsa, me aproxime a la profe y le conté, de inmediato me abrazo y me dijo:

 

  • Tranquila, Lucy, tienes que ser fuerte cariño.

A las pocas horas tome el vuelo, pero me atrase un poco por problemas ambientales. La dejé sola por un momento mientras iba por algo de comer para brindarle, al regresar ya estaba más calmada sentada en la camilla al lado de su padre, noté que estaba escribiendo y le pregunte:

  • ¿Qué haces?




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