QuizÁ En Otra Vida

CAPÍTULO 20

Despertar y lo primero que veas es a la persona que amas no tiene precio. Zack aún seguía dormido, los pequeños rayos de luz asomando en la ventana y a su vez reflejando su piel pálida era cosa de otro mundo, podía ver como pequeños destellos encima de su rostro. Quizá estaba loca de amor que alucinaba.
La noche anterior me acompañó a casa después de lo que pasó, conversamos mientras él me preparaba una deliciosa sopa alemana llamada kartoffelsuppe. Al contarle que la colombiana me había comprado aquella casa para vivir en paz con mamá, él no estuvo de acuerdo, me dijo que uno nunca debe confiar en nadie por más bueno que parezca. Me pidió que rechazara vivir allí y que él me iba a encontrar otro lugar a donde ir. Por supuesto, le dije que no, no iba a hacerle tal desplante a mi amiga y después de un rato hablando del tema, terminamos de comer.
Ambos estábamos muy cansados a lo que fuimos a la habitación. Tengo que confesar que cada que estaba con él a solas tenía en mí una sensación extraña y de culpabilidad. ¿Qué pensaría mi madre si sabe que duermo con Zack a pesar de no hacer nada más que dormir? En mi cultura, para compartir hogar y cama con una persona primero hay que estar casados y yo no iba a perder lo más valioso de mí solo porque lo amara.
-Buenos días-dijo mientras apenas podía abrir los ojos por los rayos de luz.
-Buenos días mi amor- enredé mis brazos en su cuerpo.
-¿Qué hora es?- miró el reloj de la pared  y se levantó de manera brusca-tengo que irme, lo siento.
-¿Sucede algo?- dije extrañada aún asimilando su cambio de actitud repentina.
-No, no es solo que tengo algo que hacer, te veo más tarde ¿si?- Se acercó y me dio un beso en la frente para luego desaparecer de mi vista.

Aún no lograba entender porque era tan lindo conmigo y de pronto tan serio, tan él como cuando lo conocí. Pensaba en que es mejor no hacerme nudos en la cabeza tratando de entender algo que quizá no tiene explicación o lo tendría en su momento. Lo que sí podía saber es que ese hombre me amaba, lo podía sentir cada vez que me abrazaba. Era como si cada abrazo fuese el último, en su respiración, la fuerza con la que me envolvía y como cerraba los ojos.  Era como abrazar algo que perdió hace mucho y pensó ya no encontrar jamás.

Ese día no hice mucho, fui al hospital como de costumbre a ver a mamá. Al salir y mientras caminaba algo llamó mi atención.
*Mujer desaparecida* decía el anuncio.
*Indira fue vista por última vez con una curta verde y pantalón marrón, comunicarse al...
¡No podía ser! Era mi mejor amiga de toda la vida, estaba desaparecida. Aunque estuviera enojada con ella, nada quitaba que me preocupara y angustiara por su desaparición. Empecé a correr sin parar hasta llegar a su casa.
La escena que estaba frente a mis ojos al entrar a la habitación no tenía perdón de Dios. Me quedé atónita, no podía hablar de la impresión, mis piernas temblaron hasta hacerme caer. En el suelo con lágrimas silenciosas en el rostro, levanté la mirada hacia aquella mujer que gritaba desgarradoramente mientras tomaba el cuerpo de su hija en sus brazos. Indira tenía todo el pecho y el abdomen abiertos, no tenía los órganos dentro y tampoco ojos. En su lugar habían fajos de billetes. Las manos de su madre estaban llenas de sangre, sangre que salía del cuerpo de su niña a la cuál habían arrancado el corazón que le hacía latir y todos los órganos vitales que le hacían vivir.
¿Cómo podía ser posible? Apenas ayer la había visto por la mañana, después de que quiso decirme algo, no podía creer que ya no estaba viva.
La culpa me carcomía, quizá debí escucharla, quizá quería ayuda y aunque no teníamos más comunicación, quizá era la única persona en la que podía confiar.
Me levanté y grité, lloré y grité desde el fondo de mi alma; yo había crecido con esa muchacha sin vida frente a mí, había llorado con ella, corrido y jugado, ahora ya no estaba más.
Nadie, ningún ser humano merece lo que le pasó a mi amiga, ninguna madre merece llorar el cuerpo vacío de su hijo o hija relleno de dinero como si de mercancía o pedazo de carne se tratace. Ella tenía el sueño de ir a la universidad, ¿Por qué le quitarían la vida de esa manera? La respuesta era obvia: traficantes de órganos.
Nunca había sucedido algo así en mi ciudad, aunque vivíamos con el machismo como parte de nuestra cultura, no era de esperarse que traficasen con órganos en Varanasi.
Me levanté y corrí hacia la señora, la abracé muy fuerte mientras el alma se le iba junto con la vida que le arrancaron a su hija.
Ayudé a su familia a preparar a Indira para la cremación en el río Ganges, mientras su madre la envolvía con suaves mantos yo la maquillaba sutilmente como le gustaba.
- Mi niña, mi hermosa niña porqué me dejaste- acariciaba la cabeza de su hija- ahora quién me cantará en las mañanas, quién me llenará la vida de ilusión con sus sueños, quién hija quién - gritó desconsoladamente.
-Señora calmese por favor-le di un poco de agua.
-Cómo pides a una madre que se calme al tener que envolver el cuerpo inerte de su única niña-sollozaba.
- Indira la cuidará señora, ahora ella está con usted solo que no podemos escucharla ni verla porque se encuentra en cuerpo astral-dije con la voz entrecortada.
- Pero yo quiero a mi niña, solo quiero poder abrazarla y escucharla decir te amo mami una vez más solo una vez más - se golpeaba el pecho.

El dolor que sentía era entendible porque cuando los hijos perdemos a nuestros padres nos quedamos "huérfanos" o sea hay un nombre para eso pero cuando un padre pierde a su hijo, ¿cómo se le dice? No hay palabras para describir tal dolor. Tener que cremar a tu hijo cuando la ley de la vida o el supuesto orden es que suceda al revés, no tenía consuelo alguno.
Descendimos a los gats con el cuerpo de Indira, cantamos y rezamos pidiendo por su descanso y que pueda reencarnar en una mejor vida. Sobra decir que hubo mucho dolor y lamento en el aire,cuando caía la noche se incineró el cuerpo de quién fue mi mejor amiga durante muchos años, con el humo que desprendía su cuerpo se iban todos nuestros sueños de niñas, se iba el último abrazo con su madre y sus bailes locos que solía hacer cada holi.
El sentimiento que tenía en el pecho era de vacío y dolor, me sentía realmente sola. Caminé sin pensar hasta llegar al hotel de Mariana, necesitaba verla y abrazarla porque al darme cuenta que la vida es efímera, necesitaba de las pocas personas buenas que quedaban en mi vida.
- Hola busco a Mariana- pregunté en recepción.
- La señorita se fue hoy temprano-apenas pronunció el muchacho a cargo mientras tomaba su chai.
-¿Cómo que se fue? ¿Dejó algún encargo o algo?
- No, retirese por favor que estoy en mi hora de descanso, chalo chalo- hizo un ademán con las manos invitando a irme.
Corrí hacia la casa que me había regalado mi amiga y prendí el celular que hace tiempo me había dado. Marqué su número: Estimado usuario, el número que está marcando se encuentra apagado o fuera de servicio.
No la ubicaba ni por llamada ni mensajes, me parecía extraño que se marchara una vez más sin despedirse de mí.
Miré el reloj, ya eran las 11 de la noche. No supe de zack en todo el día, al no tener a mi mamá conmigo me sentía muy sola y desconsolada por lo que me tocó vivir.
Decidí llamarlo, al hacerlo me contestó Ivy.
-Quién seas, Zack no puede responder en este momento - colgó.
Esto de tener a Ivy de pronto en la ciudad me estaba colmando, podía entender que sea como "una hermana" para él pero se tomaba atribuciones que no le correspondían. Sabía que lo hacía a drede porque yo estaba registrada en los contactos de Zack. No entendía el comportamiento de su amiga y tampoco porqué él no le ponía un alto, ya que este tipo de situaciones hacían retroceder nuestra relación.




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