—¿Qué? —preguntó la castaña con desconcierto.
Si bien ya era más de medianoche, eso no significaba que no pudiera ir de regreso a su apartamento. No porque la noche pasada intentaran asaltarla significaba que esta noche sería igual. Claro que el hecho que el hotel en donde él residía estuviera tan cerca a un bar no la dejaba del todo tranquila.
En el fondo... ¿Qué más se podía esperar de él? Tailer siempre amó esa vida. Tragos, fiestas, mujeres. En el fondo, muy en el fondo la irritaba pensar en cuantas mujeres habrían pasado por aquella cama.
Maldición. Se levantó de la silla mientras dejaba una pomada en las sabanas. Eso no era asunto suyo. Nada en la vida de Tailer era asunto suyo.
A pesar de eso te diste la tarea de quedarte y curar sus heridas. Ja. Aunque seguro que para ti fie más un placer que una tarea.
Amatista dejo escapar una mueca. Debía pensar en cosas felices, cosas agradables. Cosas. Personas. Viéndole el lado positivo, al menos él había obedecido. Sí. Eso fue agradable.
Como si tuviera de otra. Reprimió la risa que amenazaba con salir. Por lo menos ahora esas heridas estaban en mejor estado.
Seguro para mañana se verá mejor.
—¿Qué haces ahí parada?
—¿No creerás que voy a dormir aquí? —Su ceño fruncido liderándole el rostro.
—Parker. —La miró con incredulidad—. Somos personas adultos. Además es lo mínimo que puedo hacer.
La castaña detuvo sus pasos. ¿Él? ¿Él se estaba preocupando por otra persona? ¿Cuánto le habrían afectado aquellos golpes?
—¿Desde cuando eres tan... —La castaña dudo por un momento, posó su mirada en él tratando de ver algo que le dijera que estaba equivocada—, amable? —preguntó aún sin saber si esa palabra era la correcta.
¿Lo era?
—¿Amable? —repitió Tailer como si de una broma se tratará—. No actúes como si no me conocieras. Odio deber favores. Es todo —concluyó con cierto desdén en sus palabras.
Okey.
Eso sonaba más a Tailer, aunque.... Creerle habría sido la salida más conveniente, pero había algo que no lograba convencerla del todo. Había algo en su tono que no cuadraba. Algo que la hacía dudar, algo que le ponía los pelos de punta, como si algo malo fuera a pasar.
—Parker por Dios. ¿Qué crees que te puedo hacer? —soltó luego de unos minutos.
Una mirada desconfiada fue lo único que él obtuvo.
Tailer sacudió su cabeza, ya sin saber que decir para que no saliera. Talvez gratitud fue la palabra más adecuada o talvez no. Algo le decía que aquellos hombres que lo golpearon aún podrían estar afuera. Talvez estaba siendo paranoico, pero... No quería más remordimiento en su conciencia.
—Mira nada más como me dejaron esos idiotas.
—Me pregunto por culpa de quien será —agregó con un tonito divertido al cual Tailer no dejaría escapar.
—Yo aquí soy la victima aquí —enfatizo su cuerpo—. A la victima no se le contradice.
Ella movió la cabeza resignada. Miró fijamente a la puerta por unos minutos. Amatista era indecisa de nacimiento. Que Tailer la invitará a quedarse era... Eliminó sus pensamientos mientras volvió a avanzar sus pasos hacia la puerta.
Siempre podía defenderse si se topaba con algún malandrín. No es como si fuera una autentica damisela en apuros.
—¿Me tienes miedo? —Sus pasos se detuvieron.
Listo.
Ella ya había mordido el anzuelo. Tailer no estaba orgulloso de lo que estaba haciendo. Pero si lo que él había escuchado era cierto. Más valía que ella no saliera de noche.
—¿Qué dices?
Los labios de Tailer se curvaron de manera maliciosa. Amatista no era una persona fácil de persuadir, pero las pocas veces que ella caía en sus redes, era memorable. Al menos avivaba la adrenalina dentro de él.
—Eso —respondió sin quitar la vista de la castaña—. Me tienes miedo. Estoy malherido y aún así tienes miedo de acostarte a mi lado. A pesar de todo mantienes esa mascará de rectitud, como si eso te fuera salvar de mí. Es como si temieras estar cerca mío, como si...
Amatista apretó sus puños. Ella se odiaría por esto más tarde. Amatista se castigaría por ser débil más tarde. Pero ahora, las ganas de taparle la boca a ese tipo era más importante que cualquier otra cosa Le gustará o no, Tailer siempre parecía ser más importante que todo en su vida. Era molesto, irritante, fastidioso. Diablos.
—Como si en alguna...
—Deja de decir absurdos —ordenó acostándose en la cama con el cuerpo lo más alejado del sujeto impertinente que no dejaba de molestar—. Buenas noches —refunfuño mientras se tapaba con las sabanas. Su cuerpo tensó de pies a cabeza.
Bingo. Ahora ella estaba a salvo, era lo mínimo que él podía hacer después de... no, ya era tarde, no iba atormentar su cabeza con aquello. No lo haría.
***
—Al fin... —Resopló la castaña con alivio.
¿Alivio? Alivio era lo ultimo que podía sentir en estos momentos. Después de todo quien podría mantener la calma despertando en la posición que despertó.
Maldición. Maldición.
Jamás debió haber cedido. Todo fue su culpa. Su culpa. ¿Cómo pudo acurrucarse junto a él? ¿Desde cuando ella lo estaba abrazando? No. ¿Desde cuando él la estaba abrazando? No. ¿Por qué ambos estaban tan cerca? ¿Por qué...
No. No era momento para preguntarse cosas que en definitiva no quería saber. No. No recordaría. No enloquecería, al menos no por ahora. Una vez ya en su propio apartamento, debajo sus sabanas y junto a un montón de almohadas sería otro cantar.
Respiró hondo.
Al menos ya había podido alejarse lo suficiente como para no explotar. Aunque lo suficiente no debieran ser un par de milímetros. Bueno, bueno. Al menos ya no tenía que contener la respiración. Se centraría en lo bueno. Y no. No en lo atractivo y fascinante que podía verse el odioso de Tailer.