Dibujame

Pasó de la inexistencia al dolor más absurdo, sus palpitaciones aceleradas y sin sentido dieron lugar a las sombras. Su actitud no fué la misma, esos pensamientos innecesarios guardaban impotencia, impotencia tal cual objeto inerte. Compasión y piedad eran necesarias en su vida, moría de euforia. Era inhumano aquel despiadado sentido de desorientación. Momentos de lucidez eran arrebatados por segundos de inmadurez y su cuerpo tallado en hielo representaba la figura que amaba. Delirios no, era real, allí estaba su esbozado, gozando de lucro entre sus neuronas calcinantes. Pedía en silenciosos gritos que todo terminara, que nunca hubiese sucedido. No creia en cuentos de hadas ni unicornios, pero estos no le dejaban en paz, continuaban destapando su soledad.  Melodías que le recordaban su ser, olores que posiblemente no llegaría a conocer inundaban sus sueños. Simplemente le deseaba: su cabello, sus ojos marrones, sus labios carnosos, su voz, eran protagonistas de sus bellas e imprudentes pesadillas . Era inquietud, desesperación, casi un trastorno obsesivo compulsivo el mirar cada vez más lento su reloj de bolsillo. Horas y días podían pasar, daba igual, no tenía fuerzas para dejarlo, porque no importaba cuantas veces lo intentara, ella siempre regresaría. Desde lo más profundo de su ser quería sentir su piel rozar la realidad. Daba señal de augurios si no recibía su atención. La crueldad de la sensibilidad en su nuevo mundo era tan grande que no podía dejar su adicción. Oh y ésta no es de las fáciles que se van con sesiones de distancia, ésta le acompañaba a todas partes dentro de un minúsculo deseo de reprimirla. Llorar no era suficiente, gritar, romper objetos con su mente fueron pasatiempos. Por momentos venideros camina descalza por un paralelo de cristales rotos. Hoy será el día en que sus heridas pasarán por un  proceso de metamorfosis y serán cicatrices repletas de algología y para hacerlo más eficaz, tenía su fotografía.