R E G N U M

Cinco.

 

F E R N A N D A

 

Suspiré frustrada.

 

Esto era un desastre, no podía hallar forma de rechazar la propuesta de Enrique. No sabía bien qué podría hacer ante esta situación. Los Emperadores pasados tuvieron muchos matrimonios; el primer hijo siempre fue varón, yo en este caso fui mujer. Siendo la primera Emperatriz, tengo el deber y derecho de unir alianzas con matrimonios que me beneficien. Soy consciente de que Enrique traerá poder y honor para no dar entrada a ningún enemigo, solo que no deseo ese tipo de unión contra alguien que sé que podría dar su opinión a las decisiones.

 

Debo tomar una decisión pronto antes de que el ministro traiga la propuesta de matrimonio del Imperio Liun.

 

Toques a la puerta me hicieron voltear y dar mi consentimiento para que entrara.

 

—Majestad, el ministro y su consejo la esperan en la sala de reunión.

 

Me levanté de mi lugar.

 

—Vístanme.

 

Salí de allí acompañada de mis damas. Solo tenía en mente un tipo de idea nada más, por ello solo sé que era la manera para poder lograr algo, aunque no quisiera fallar al gran amor que tuve por James, debo hacer esto por nuestro bebé, claro, bajo nuestras propias condiciones.

 

Las puertas fueron abiertas para mí al llegar a la gran sala de reuniones. Todos se arrodillaron ante mí y nadie levantó su mirada hasta que me senté.

 

—Con permiso de su Majestad, quisiera sugerirle ciertos candidatos para…

 

Alcé mi mano para detener el habla del Marqués Baltor, quien se veía entusiasmado por la recompensa que ofrecí al obtener buenos candidatos.

 

—Antes, Ministro —Él se estremeció ante mi llamado—, hable.

 

De su abrigo sacó una carta con el claro sello de la familia real de Liun.

 

—Léelo —ordené.

 

Él asintió.

 

—Yo, el Emperador Ernesto De Liun, pido formalmente a su Majestad la Emperatriz Fernanda de Valencia, su mano en matrimonio para el príncipe Enrique.

 

La conmoción en el consejo fue mucha, era sin duda una gran propuesta que de ningún modo podrá ser rechazada fácilmente.

 

—Silencio —La sola palabra pronunciada de mi boca los hizo callar. —Marquesa Sio, dígame su opinión.

 

Ella reverenció.

 

—Unir fuerzas con el Imperio de Liun sería lo mejor para nuestro imperio. Es bien sabido en todo el mundo que el Emperador Ernesto fallecerá pronto. Un matrimonio con el que será el futuro Emperador será gratificante.

 

Miré al Conde Ángelo, que estaba erguido con el mentón en alto.

 

—La voluntad de su Majestad es la mía.

 

La respuesta del Conde me gustó más, aunque no era de ayuda ya que necesitaba una solución para no tener que implementar mi idea.

 

<< Deseo saber los alcances a dónde puede llegar un capricho, del cual me he convertido, del príncipe Enrique, y hasta donde puedo usar a Felipe. >>

 

—Me casaré… Mmm —saboreé esto con una sonrisa— mañana.

 

Todos comenzaron a cuestionar mi descabellada idea.

 

—Un matrimonio tan importante como el de la Emperatriz y el futuro Emperador no puede… —El ministro estaba comenzando a sudar.

 

—No me casaré con Su Alteza Enrique De Liun.

 

El primer ministro palideció.

 

—Mi esposo será Felipe De Guazmón, o más bien, el primero.

 

 

—Su Majestad. —saludó una vez que fue traído al estudio.

 

Él se sentó frente a mí, y estuvimos en silencio hasta que la sirvienta que trajo el té y bocadillos se retiró.

 

—Serás mi primer esposo.

 

No me gusta irme por las ramas; fui al grano para acabar con su curiosidad por saber la razón de mi llamado. Se veía claramente en su actitud que estaba ansioso y nervioso, era demasiado fácil de leer. Una luz tan brillante hizo resplandecer su sonrisa, que me resultaba enceguecedora.

 

—¿Eh? ¿De verdad? —lucía con mucho ánimo—¡Su Majestad la Emperatriz me dará una oportunidad de…!

 

—No. —sorbí de mi taza de té— Eso jamás.

 

Él se sentó nuevamente con la cabeza baja.

 

—No entiendo.

 

Deposité la taza de té en el pequeño plato.

 

—Será falso como tu lealtad hacia mí.

 

Él se levantó de forma abrupta.

 

—¡Yo jamás he sido deshonesto con su Majestad!

 

No perdería mi tiempo en una discusión.

 

—Como sea, ¿Serás mi primer esposo o debo buscar en otra parte? —Necesito que estés listo pronto.

 

Él frunció el ceño.

 

—¿Primero? No entiendo.

 

—Soy una Emperatriz, es natural que haya más matrimonios y más esposos.

 

No quería aceptar algo como esto, pero es mi deber como madre proteger a mi hijo con estos matrimonios.

 

Noté por primera vez el cuerpo de Felipe tensarse y verse con un aura oscura como de rabia y celos.

 

—Seré el único, dígame que sí, Majestad.

 

Negué.

 

—Solo habrá un hombre en mi corazón, tú solo serás el primero con el que me case, nada más.

 

Él suplicaba con su mirada que solo él podría estar conmigo, pero yo misma decidí verme indiferente ante su dolor. No tengo idea de si es real o no, lo que me importa es usar esta farsa para detener el capricho de Enrique.

 

—Yo acepto, seré el primer esposo, Majestad.

 

Me levanté ya que no tenía nada más que decir. Él copió mi acción, salí de allí con él a mi lado.

 

—Dos de mis damas se encargarán de prepararte. Usarás un traje mucho mejor que el de la boda anterior, no quiero ningún error.

 

Me fui de su lado ya que íbamos a lugares diferentes. Había concertado una reunión con Alba y el príncipe Enrique. Necesitaba hacer una buena actuación para convencer por completo a Enrique y hacer resplandecer a mi hermana. Esperaba no tener que llegar a la última forma de que el príncipe Enrique desista.




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