Sé lo que muchos de vosotros estáis pensando y la respuesta es NO. No me arrepiento de nada, aunque al principio de todo, lo hice. Maldije el día en el que me fijé en él, maldije todas las veces que negué ese sentimiento, pues por cada vez que lo negaba más profundamente se colaba en mi. Me puse en la piel de su mujer, tratando de empatizar con ella. Pensé en como se sentiría si descubriese el engaño, pensé en como me sentiría yo en su lugar y quise huir.
Me sentí mala persona, como si realmente yo hubiese roto aquella familia idílica. Pero no era así, lo cierto es que estaba rota desde hacía mucho tiempo y ambos en el matrimonio, a pesar de no querer admitirlo, eran conocedores de eso. Soy de la opinión de que nada puede quebrantar la solidez de una pareja, cuando hay confianza, respeto, cariño y amor... Por lo que me contaba Noé, su matrimonio llevaba tiempo haciendo aguas, años atrás ya tomó la decisión de romper con su mujer pero por causas ajenas a esta historia, no lo llevó a cabo.
Yo si había tomado la decisión de romper mi matrimonio mucho antes de conocerle, de hecho, por aquel entonces había alguien en mi vida que no terminaba de definir exactamente lo que quería. Ese alguien, llegó a mi vida diez u once años atrás, en uno de los varios ceses de la convivencia con mi primer marido. El aburrimiento me hizo crear un perfil en Meetic (actualmente creo que es una de las páginas de contacto en desuso, pero por aquel entonces era bastante popular) no tenía mayor intención que reírme y pasar el rato, no tenía ganas de conocer a nadie y francamente, no creo en la metodología de las redes para encontrar pareja, yo soy de mirar a los ojos frente a frente, no a través de una pantalla. Meetic era un catálogo de tipos sin camiseta, con la neurona justa para hacer las mismas preguntas ¿Qué te gusta que te hagan? ¿Tienes más fotos? ¿Quieres que te envíe una foto en privado? Soy de letras, admito que a alguno de aquellos machirulos les seguí el rollo, para ver hasta donde eran capaces de llegar, no obstante, nunca llegué a verme con ninguno.
Enric llegó cuando confesé al padre de mis hijas que me había fijado en un compañero de oficina, ese con el que jamás tuve nada y al que le envié un correo electrónico meses después de dejar de trabajar con él, para decirle que sentí algo distinto que no sentía por el padre de mis hijas mayores. Aquel compañero, se convirtió en amigo o eso creí yo. Me abrí con él y él conmigo, pero tras ser despedido y por causas personales, nuestra relación se fue enfriando hasta quedar alejada de cualquier tipo de vínculo. Si, confesé lo que sentía por correo electrónico, tenía la necesidad de expresar todo aquello que guardaba. ¿Queréis saber si me respondió? Lo hizo, dos meses después de mi correo me contestó, lo siguiente:
"Hola.
Esto no es un email de redención. Puede que no te guste lo que vas a leer a continuación, si no lo ves claro, no crees estar segura de lo que vas a encontrar, por favor, no sigas leyendo. Esta va a ser una narración en primera persona. Hablaré de mí, únicamente de mí y seré breve, conciso y seguramente, fuera de tiempo.
No voy a excusarme. Supongo que simplemente, nos hemos encontrado en una época difícil para mi. Siento no haber estado para ti como lo has estado tú para mi. Gracias por tu insistencia, por tus llamadas, tus mensajes... Gracias por pedirme que quedáramos. Por insistir, una y otra vez. No sabes, cuán agradecido estoy.
Siento no haber estado a la altura. Siento no haberte ayudado. Siento no haber sabido apoyarte. Ojalá hubiera estado a tu lado, pero lo cierto, es que no he tenido las ganas, ni la voluntad para hacerlo. No es menosprecio, es simplemente que, si yo no estoy bien... ¿Cómo ayudar a otro?
Lo siento"
Yo le abrí mi corazón y recibí esa respuesta, sin más. Cierto, fue breve, conciso y totalmente fuera de tiempo.
Daniel, que así se llamaba el compañero, fue quién me recomendó abrir el perfil de Meetic, él recientemente había roto con su novia y estaba causando sensación entre las féminas de la app. Así de caprichoso es el destino, así fue como di con Enric. No nos intercambiamos teléfonos, nuestras conversaciones se dieron a través del ordenador y como he dicho por un breve período de tiempo, pues en un alarde de hacer lo correcto, volví a darme una oportunidad con el padre de mis hijas, borrando todo rastro de mi persona en Meetic. Aquel ingeniero de Barcelona, mirada triste, inteligente y divertido pasó a ser historia o eso creía.
Tras separarme del padre de mis hijas mayores, casarme, mudarme a otra ciudad, ser madre... Siete años después de borrar mi rastro de aquella app, me llegó un mensaje a través de Facebook de aquél ingeniero de Barcelona.
"Yo a ti te conozco" escribió.
Su vida, tampoco era la misma. Se había casado, tenía dos hijos pequeños y él al igual que yo, hacía solo dos meses que nos habíamos embarcado en la aventura nuevamente de ser padre/madre. Yo tuve a mi tercera hija, el a su segundo hijo y como dato curioso, entre ellos se llevan tan solo tres días de diferencia de edad. No sé como dio conmigo, pues no tenemos amistades en común y como he dicho, no nos intercambiamos los números de teléfono y en caso de haber sido así, mi teléfono actual, no era el mismo de hacía siete años. Hay quién dice que él me buscó por redes sociales, él, sin embargo lo ha negado. Dice que haciendo limpieza entre sus contactos de Facebook, le salí y sintió el impulso de escribirme, reconocía que algo de mí le atrajo, no sabía el qué. Al principio hablamos a través de Msn, pero al poco decidimos hablar a través de whatsp. Yo le conté a mi marido quién era él, bromeaba con lo curioso que había sido el destino al volver a cruzarnos en el camino. Poco a poco, fuimos profundizando y en eso de que no he sentido jamás esas mariposas en el estómago, me dejé envolver por su voz. A pesar de haber sido padre recientemente, su matrimonio, no marchaba demasiado bien... Yo intentaba apoyar y aconsejar para que arreglase las diferencias con su mujer. Conectamos bien, podíamos hablar de todo, durante horas.