Raabta

Capítulo 2

SEGUNDAS IMPRESIONES

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     Eran las once de la mañana cuando Mert ya se encontraba en el suelo del taller arreglando el tubo de escape de la vieja camioneta de un vecino. 

     Onur se estaba agachado junto a Mert y le pasaba cuidadosamente las herramientas que le pedía

     Onur se estaba agachado junto a Mert y le pasaba cuidadosamente las herramientas que le pedía. En medio del silencio y la concentración de los chicos se comenzó a escuchar un ruido fuera del taller, que se fue intensificando cada vez más. Onur quería dejar las herramientas y salir para ver qué sucedía, pues la curiosidad se lo comía por dentro.

     En cuanto a Mert, parecía no importarle el ruido del fondo y seguía concentrado trabajando, como si nada estuviera pasando.

—¿Estás escuchando? —preguntó Onur, mientras dejaba la caja de herramientas a un lado.

—¿Qué cosa? —respondió Mert con un tono de voz ahogado, sin salir de debajo del auto.

—El ruido de afuera. Está pasando algo; deberíamos ver qué pasa—insistió.

—Deben ser los niños, hoy es sábado—contestó Mert indiferente.

—¡No, no, escucha! —negó Onur agudizando el odio—. Se oye como si hubiera una manifestación.

     Mert cedió ante la insistencia de su compañero y se deslizó saliendo por debajo del auto con la cara llena de polvo, mientras se limpiaba las manos con un trapo que guardaba en el bolsillo de su delantal.

     Se detuvo unos segundos para escuchar cuidadosamente de dónde provenía ese ruido. Los dos chicos se levantaron del suelo, y se dirigieron a la puerta para ver de qué se trataba todo ese escándalo.

     Al salir, pudieron ver a lo lejos una multitud de personas reunidas alrededor de un chico alto que tenía un lápiz y unas hojas en las manos, y que, por sus facciones, se veía frustrado porque nadie lo estaba escuchando.

     Todos hablaban, gritaban y se quejaban al mismo tiempo, así que no se entendía nada de lo que estaban diciendo. El chico, aparentemente, trataba de decir algo para calmarlos, pero su voz desaparecía entre las voces y las quejas de la multitud.

     Onur se acercó más a donde estaban las personas con la esperanza de que alguien le explicará qué estaba ocurriendo, pero cuanto más se acercaba, el ruido se hacía peor y nadie notaba su presencia.

     Mert permaneció de pie en la puerta del taller con un delantal negro que usaba para no mancharse la ropa con el aceite y la suciedad que conlleva su trabajo, mientras seguía limpiándose las manos y la cara. 

     En medio del escándalo, sus ojos enfocaron el rostro de Zeynep, quien se encontraba caminando desde la entrada hacia donde estaba la multitud con una expresión agobiante, al ver que seguían con el mismo entusiasmo y las ganas de pelear.

—¡Ya basta, señores! ¿Cómo vamos a escuchar sus quejas si hablan todos al mismo tiempo? —gritó la chica con la frente arrugada y moviendo sus manos para llamar la atención—. Si todos hablan al mismo tiempo, no podremos solucionar nada. Les agradezco que todos vayan a sus casas, nosotros pasaremos tocando cada puerta y por cada local personalmente.

    Las personas se disiparon entre quejas. 

     Sin entender lo que ocurría, Onur se acercó a Zeynep para preguntarle qué estaba pasando y, a lo lejos Mert, vio cómo trataba de explicarle algo que el chico había tratado de sobreentender desde donde estaba.

     Decidió darse la vuelta y entrar al taller. Se sentó adentro y revivió de nuevo la escena de ayer. No quería que volviera a suceder algo así. Por esa razón, había decidido no hacer más contacto visual con la muchacha y alejarse de los problemas que la involucraban.

     A los pocos minutos, Onur apareció musitando unas palabras y negando con la cabeza, mientras hacía muecas con la cara como si estuviera peleando con sus pensamientos. El chico pensó que Mert iba a hacerle alguna pregunta, pero no fue así.

—Sigamos trabajando—dijo Mert levantándose de la silla y dirigiéndose al auto de nuevo.

—¿Sabes por qué es el alboroto? —preguntó Onur y procedió a responderse a sí mismo—. Hoy les harán unas encuestas a los vecinos, y todos se volvieron locos porque quieren ser los primeros. Cuando por fin alguien decide hacer algo por la comunidad, todos actúan como desesperados.

—Trata de entenderlos; estas personas necesitan ayuda—dijo Mert antes de meterse bajo el auto nuevamente—. Solo desean mejorar sus condiciones de vida y están preocupados de no ser vistos o escuchados, como siempre.

—Bueno, es verdad, pero esa actitud tampoco es de mucha ayuda, esos estudiantes están tratando de aportar algo bueno, nuestra gente también debería de comportarse un poco—defendió su punto, mientras se agachaba de nuevo con la caja de herramientas.




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