Raabta

Capítulo 4

CORAZONES REVUELTOS

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     Una semana y media había transcurrido desde aquel domingo. Las miradas inquietas no habían cesado, pero las palabras estaban ausentes porque sus dueños se resistían a pronunciarlas.

     La costumbre de saludarse y despedirse se había vuelto casi una rutina, especialmente porque Zeynep debía pasar por al frente del taller al entrar y al salir del vecindario, y aunque solo era un «hola» y un «adiós» se estaba convirtiendo en una extraña pero adictiva costumbre.

     Los días que Mert no lograba verla pasando por la mañana hacían que estuviera todo el tiempo inquieto, especialmente porque después de llegar, la chica se pasaba casi todo el día en la oficina de Faisal y no podía verla más hasta la tarde, si tenía suerte de estar desocupado cuando pasara.

—¿Por qué no le pides su número de teléfono? —gritó Onur desde adentro, al ver que Mert se encontraba inquieto en la entrada del taller.

—¿Qué dices? —dijo Mert fulminando a Onur con la mirada.

—¿Qué tiene? —replicó el muchacho para hacer enojar a Mert—. Se nota que te gusta.

     Durante la semana, Onur había notado el interés y las miradas entre Zeynep y Mert. Y siempre que le preguntaba sobre la chica, o comentaba algo, Mert se incomodaba o se molestaba sospechosamente, y al parecer a Onur le hacía mucha gracia la situación.

—¡Qué no me gusta! —dijo Mert desesperado—. Ahora no puedo estar en la puerta de mi taller tomándome un té porque Zeynep me gusta.

—Yo nunca dije su nombre, tu pensaste en ella—soltó una sonrisa, acompañada de una mirada juzgona.

     Mert se preparaba para seguir la discusión, hasta que vio a Zeynep subiendo en dirección al taller, pero esta vez no se encontraba sola. La acompañaba un muchacho que por primera vez Mert veía; era alto, castaño, muy bien peinado, y con una vestimenta muy elegante.

     Notó que existía una gran confianza entre ellos; pues venían platicando muy cerca, a diferencia de como llegaba con Kerem. Miró de reojo que el brazo del muchacho rodeaba los hombros de Zeynep. Los dos reían y parecían de buen humor.

     De pronto, Mert sintió un bajón que revolvió su estómago. Percibió la escena con desánimo, puesto que aquellas emociones lo hacían sentirse como un ingenuo, y poco a poco, se comenzaron a transformar en una ligera desilusión.

     Sus cejas se fruncieron marcando unas leves líneas sobre su frente, y su mirada se tornó apagada, dejando al desnudo todo lo que sentía. Cuando Onur vio que Mert no le había contestado a su último comentario, lo miró detenidamente y supuso que estaba mirando algo que no le agradaba.

—Buenos días, Mert—saludó la chica con una sonrisa cuando estuvo al frente del taller y prosiguió su caminar.

     Mert replicó casi en un susurro.

     Zeynep denotó una expresión desentendida, pero siguió caminando junto a aquel muchacho.

     Los gestos de aquel desconocido eran distantes, y su mirada parecía pretenciosa.

—¿Quién es ese idiota? —preguntó Onur, acercándose a la puerta cuando vio que se alejaban—. ¿Viste cómo te estaba mirando?

—¡Que sé yo! —respondió Mert—. Su novio, quizás.

     Ingresó al taller nuevamente, tratando de mostrar indiferencia. Aunque sus ojos delataban su humor.

—¿Su novio? —repitió Onur, arrugando la nariz—. Nah. Ni siquiera se ven bien juntos.

—Pues, no lo sé—replicó tomando asiento.

—Pues, yo creo que no—reafirmó Onur con mucha seguridad—, pero si no quieres que eso pase, debes tomar acción.

     Onur se sentó cerca de Mert, con la intención de conversar con él sobre el tema. Sin embargo, podía notarse que el muchacho no se encontraba tan dispuesto a charlar.

—¿Eso que tiene que ver conmigo? —respondió con apatía—. Ni siquiera somos amigos, puede hacer lo que quiera con su vida.

—¿En serio? —entrecerró los ojos con una mirada juzgadora—. ¿Y por qué estás tan alterado?

—No estoy alterado—dijo, mientras hacía garabatos sobre un papel.

—En serio, Mert—insistió—. ¿Por qué no le pides su número?

—Porque no quiero —bufó—. ¿Tú desde cuándo te metes en mis asuntos?

—Mert, no seas desconsiderado. Te estoy ayudando a conquistar a la chica que te gusta.

—¡Que no me gusta!

—¡Deja de negarlo! No tiene nada de malo. Al final te tiene que gustar alguien, nadie pasa toda la vida solo.

—¡No estoy negando nada! Esa chica no me importa. No me gusta. Ni me interesa en lo mínimo.

     Se levantó de la silla y se dirigió al delantal para ponérselo.

—¡Si, claro! —replicó Onur incrédulo—. Deja de resistirte a la vida, a enamorarte, y a expresar lo que sientes. Solo te haces daño a ti mismo.

—No estoy resistiéndome a nada, solo dije que esa chica no me gusta—dijo, mientras peleaba con el nudo del delantal.




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