Raabta

Capítulo 8

INCERTIDUMBRE

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     Khan durmió junto a Mert, y  en medio de las charlas nocturnas y las preguntas curiosas del niño, Mert decidió que le daría trabajo en el taller después de la escuela. 

     Al amanecer, lo llevó a casa. Después de lo que sucedió ayer, ninguno de los dos sabía cual fue el destino de Osman.

     Después de varios callejones y subidas empinadas, finalmente llegaron a la casa número cincuenta y dos. Al estar parados en frente de la puerta, Mert se percató que el niño se había puesto nervioso, así que acarició su hombro brindándole seguridad.

     Bastaron dos toques sobre la puerta de madera para que la madre de Khan abriera rápidamente. 

     Era joven, casi de la edad de Mert. Sus cabellos anaranjados le llegaban por los hombros, y sus ojos marrones claros denotaban una evidente preocupación; sus párpados estaban rojos e inflamados, se notaba que había llorado por un largo tiempo. Había un golpe visible en su mejilla que trataba de ocultar con algunos cabellos que caían sobre su rostro.

     Khan abrazó a su madre muy fuerte a penas la vio asomarse por la puerta.

—Buenos días—dijo Mert tratando de no mostrarse sorprendido por el estado de la muchacha.

     Cihan y Mert se conocían desde hace años, pero Mert no es el tipo de persona que da consejos, ni de los que se involucra en la vida o decisiones de los demás, a menos que le pidan su opinión.

—Buenos días, Mert—replicó aliviada abrazando a su hijo con fuerza—. Estaba preocupada por Khan, iba a salir para buscarlo.

—¿Mamá Samira no te avisó que estaba en mi casa? —entrecerró los ojos con sorpresa, pues le pidió el favor a Samira de avisarle a Cihan que el niño estaba bien y que se quedaría con él.

—Sí, pero no pude evitar preocuparme.

—¿Estás bien? —preguntó mirando las marcas de su rostro—. ¿Puedo hacer algo por ti?

—No, estoy bien—sostuvo un brillo en su mirada—. Ya hiciste bastante. Cuando Onur me contó lo que te pasó, me asusté muchísimo. Me alegra que estés bien, me preocupé mucho por ti.

     Después de aquellas palabras, un silencio incómodo acompañó la fría y silenciosa mañana, pues Mert no supo que decir.

—Ayer —volvió a decir—, se llevaron a Osman. Vino la policía, pero no entendí muy bien qué sucedió. Supuse que fuiste tú.

—No mamá. Fue la novia de Mert —explicó Khan rápidamente—. Ella conoce a un policía.

—¿La... novia de Mert?

—¡Mert nos va a cuidar! —insistió Khan, asintiendo con la cabeza—. Estaremos bien, ¿verdad, Mert?

—¡Por supuesto! —dijo tranquilizando al niño—. No piensen en Osman, cuida a Khan y cuida de ti—aconsejó mientras se rascaba la cabeza.

—Lo intentaré—pronunció con ligero desencanto.

—Por favor, si llegan a necesitar algo, házmelo saber —sonrió amablemente—. Por cierto, ¿Te importaría si Khan trabaja conmigo en el taller después de la escuela?

—¿Quieres trabajar con Mert? —Inquirió, mirando al niño.

     Después de detallar la ilusión en el rostro de su hijo, aceptó.

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     En el recorrido para retornar hacía su casa, una voz apenas audible, trémula e irritada irrumpió sus pensamientos.

     Aquella voz, en medio del silencio de la mañana hizo que Mert agudizara su oído con curiosidad. En un impulso ansioso, trató de caminar sigiloso siguiendo el sonido del susurro, hasta que ya se escuchaba mucho más cerca.

     Era muy temprano. El callejón se encontraba despejado, el viento golpeaba las macetas de flores que estaban en las ventanas de las casas de esa calle, no había nadie caminando por allí. Los vecinos aún dormían.

     Sin embargo, la voz exaltada seguía escuchándose en aquel callejón, ahora sonaba un poco más amenazante y en un tono más audible, Mert recordó que entre esas dos casas había un pasadizo estrecho que separaba las edificaciones, y llevaba como atajo a la calle de atrás.

    Le pareció raro que hubiera alguien allí hablando. Asomó su cabeza con curiosidad entre las dos paredes, logrando ver a un hombre parado, moviendo el pie ansioso en ese pequeño espacio.

     Usaba un abrigo negro hasta las rodillas, era alto y llevaba botas.

     Mert no le pudo detallar el rostro, pues se encontraba de espaldas, hasta el final del pasadizo donde la poca luz de la mañana aún no llegaba.

     Se percató que el hombre tenía su mano posada sobre su oreja y supo que hablaba por teléfono.

     Lo único que Mert, pudo escuchar antes de tropezar torpemente con una regadera de metal que se encontraba en la escalera de una de las casas, fue: «y deja de llamarme cada día, imbécil. Hicieron el trabajo mal y me exigen más dinero».

     Cuando la regadera rodó por los escalones ruidosamente, Mert se asustó. Pero aquel chico se asustó mucho más, pues dejo caer el teléfono nervioso al suelo, se volteó para ver de dónde provenía aquel sonido y vio el rostro de Mert al inicio del pasadizo.




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