Raabta

Capítulo 9

MONTAÑA RUSA

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     Mert se mantuvo pensativo. Por un momento sintió que Zeynep insinuaba algo con respecto al niño y su cercanía con él.

—Es como el hermano pequeño que nunca tuve.

—Ah—sonrió—, se parece un poco a ti. Me dijo que quería ser como tú.

—Que malos pasos—soltó sonriente, hecho que hizo reír a Zeynep—. Gracias por lo que hiciste por Khan, y gracias por tu tiempo; Ya debo irme.

—¿Qué te pareció mi obsequio? —preguntó en un intento de seguir conversando.

—Ah, lo siento—esbozó una mueca—. La verdad es que no lo abrí.

     Mert no pudo escuchar los pensamientos de ella, pero por un momento juró que sus gestos decían «odio cada conversación con este chico» y no sabía por qué lo estaba disfrutando tanto.

—¡Mert! —suspiró resignada—. En serio me hubiera gustado que nos conociéramos de otra manera. En otras circunstancias menos complicadas, y con menos malos entendidos.

     El pecho de Mert se expandió llenándose de aire para dejar salir un largo suspiro ahogado en deseos compartidos. Logró percibir la honestidad en su mirada, y jurándose a sí mismo no perderse más en aquellos ojos, se encontraba nadando en la miel de sus pupilas.

—Quería que lo supieras, porque sé que, en el fondo, detrás del escudo que usas para protegerte del mundo, vive una buena persona—jugó con sus dedos, y lo miró de nuevo—. Una persona que... me hubiera gustado conocer mejor.

     A Mert se le iluminaron los ojos, la voz de Zeynep no solo entró por sus oídos como un dulce consuelo que erizó su piel, sino que encendió una cálida llama que lo mantuvo paralizado unos segundos.

—Yo... A veces —trató de buscar las palabras, sin mostrarse nervioso—, pienso lo mismo. Quiero decir, me hubiera gustado que fuera diferente.

—Pues, a veces, no es lo que parece—concluyó con una chispa de decepción—. Es como si disfrutaras ser antipático.

—A veces lo disfruto—confesó inquieto, llevando sus dedos a la pequeña cocida que estaba en su frente para rascarse.

—¡No hagas eso! —ordenó y bajó la mano de Mert rápidamente—. Te vas a lastimar.

     Cuando observó los gestos de preocupación en el rostro de Zeynep sintió ternura. Mert quería cerrar los ojos y olvidar que estaba en esa calle con otras personas alrededor.

     Deseaba sentir todo lo que se había abstenido a sentir desde hace tanto tiempo, quería dejar de pelear consigo mismo por miedo al fracaso. Quería que ese momento transcurriera con calma, sin ser entorpecido por palabras que arruinen la pureza de aquellos sentimientos.

—Cuando estuve hospitalizado —confesó, dejándose llevar por sus sentimientos—, también lo pensé.

—¿Pensaste en mí? —esbozó sorpresa, escondiendo una placentera sonrisa—. O sea, me refiero a lo que pasó entre nosotros—corrigió con nervios, soltando la mano de Mert.

—Pensé en todo—confesó bajando la voz—. Cuando estás entre la vida y la muerte, todo deja de tener sentido. Es raro, pero piensas en cada detalle de tu vida..., en cómo estás viviendo el presente, y...

—¿Y qué? —preguntó curiosa al ver que Mert se detuvo.

—En las personas que heriste con tus comportamientos—bajó la mirada y suspiró—. Cuando pensé en las personas que lastimé, pensé en Onur, y también, en ti.

     Mordió su labio inferior pensativo, y tomó fuerza para seguir hablando.

—Pero luego, recordé lo que pasó la última vez, el día que me golpearon, y pensé que las disculpas no importan tanto —reprochó—. Al final todos somos lo que hacemos, y no lo que decimos.

—Sé que lo dices por el que pasó ayer, pero en serio fui a tu casa con buenas intenciones, quería llevarte algo y platicar—se llevó un mechón detrás de la oreja—, y después de lo que hablamos comprendí que tenías razón. No había reflexionado profundamente sobre lo que dije, y no medí mis palabras. Me cegué por el enojo y te juzgué de nuevo.

     Mert miraba directamente hacia sus pupilas, como si quisiera verificar a través de ellas la honestidad de sus palabras.

—Y me arrepiento, en serio—replicó suspirando con nervios—. Ya no quiero disculparme porque me avergüenza. Me gustaría demostrarte que no soy una persona que va por ahí juzgando a los demás, que soy más que mi enojo, y que, no estoy actuando con hipocresía como crees.

—Es lo mismo que yo quería. De hecho, pensé que eso sucedería después de aquel domingo —reprochó decepcionado—, pero no fue así.

     Hubo sentimientos compasivos. A diferencia de las veces pasadas que parecía que solo buscaban ganar y demostrar quién tenía la razón.

—Pues, creo que aún hay tiempo—le lanzó una mirada esperanzadora—. Aún no estamos a mano..., o eso creo.

—¿En serio? —ladeó la cabeza.

—Yo te di una segunda oportunidad antes, y te dije que creo que algunas personas si merecen otras oportunidades—hizo una extraña mueca—. Es tu turno...

     Mert no pudo evitar esbozar una sonrisa que delató sus ganas de aceptar.




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