Raabta

Capítulo 11

UN SEGUNDO MÁS

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     No parecía estar consciente. Zeynep supuso que estaba delirando por la fiebre, porque estaba segura de que Mert no le pediría algo así de tierno.

—Aquí estoy—susurró, colocando su mano encima de la del muchacho.

     No pudo evitar sonreír, cuando su corazón saltó exaltado con aquel tacto.

—¡Zeynep, no te entiendo! —replicó Kerem al otro lado del teléfono—¿Estás hablando conmigo? ¿Dónde estás?

     Ella le explicó lo que sucedió entre susurros. 

—¿Estás en casa de Mert? —repitió sorprendido—. ¿El chico grosero que no te agradaba? ¿Te secuestró o algo así?

—¡Kerem, basta! —apretó los dientes—. Pasaron algunas novedades que no te he contado. Te cuento luego, ahora cuelga. No me hagas desesperar.

—¡Está bien, está bien! —se defendió entre risas—. Si no llegas en una hora, llamaré a la policía.

     Al finalizar la llamada, miró al chico y soltó un suspiro nervioso.

—¡Mert! —repitió tres veces mientras movía su hombro.

     Se movió un poco y gimió adolorido, pero no abrió los ojos. Zeynep se acercó un poco más hacia él, quedando a unos pocos centímetros de su rostro.

—¡Mert! —susurró despejando la frente del muchacho de aquellos cabellos castaños—. Debes tratar de tomarte esto. Tu fiebre está bajando; comienzas a sudar.

     En ese instante, Mert abrió y cerró sus ojos despacio, tratando de responder el llamado de la dulce voz que le hablaba con preocupación. Luego de varios intentos, pudo abrir sus parpados con más firmeza.

     Lo primero que vio fue el rostro angelical de Zeynep muy cerca del suyo; sus labios carmesíes estaban humedecidos con su saliva y reflejaban una sonrisa de alivio. Y su mirada atenta, brillante y reconfortante causó que Mert sonriera. Lo hizo de forma delirante e inconscientemente.

—Agua—balbuceó Mert mirando los labios de Zeynep.

      Sonrió placentera al ver sus pupilas dilatadas mirándola de nuevo. Se distrajo perdidamente en sus pensamientos; las maduras facciones y la mirada profunda del muchacho, habían vuelto a ponerla nerviosa. Y ahora que estaba despierto, se preguntaba por qué estaba tan cerca.

     Tragó saliva y se echó hacía atrás y le extendió el vaso de agua. 

     Mert alejó su mano de la pierna de Zeynep con incomodidad al darse cuenta, y trató de enderezarse un poco para beber.

—¡Déjame ayudarte! —se levantó de la silla para tratar de enderezarlo.

—Yo puedo—se trató de apoyar con la mano izquierda—. Gracias.

—Veo que estás mejorando—rio atenuando la situación, y volvió a sentarse—. Mert el independiente está volviendo a tu cuerpo.

—No quiero molestarte más—dijo débil y recostó su espalda sobre él apoya brazos del mueble.

—¡No es ninguna molestia! —le extendió el vaso de agua.

     Bebió el agua que quedaba en el vaso de un sorbo, como si hubiera estado sediento por dos días.

—Mamá Samira te preparó este té de yerbas—recordó y tomó la taza tibia de la mesa—. Si no lo tomas, me regañará.

     Lo miró con disgusto, pero al ver el rostro fulminante de Zeynep lo bebió sin reproches.

—¿Te sientes mejor? —miró a Mert con atención.

—Creo que sí—sorbió nuevamente—. Por cierto, ¿cómo mamá Samira supo que estaba enfermo?

—No fui a la farmacia. Le pedí a mamá Samira las pastillas porque no quería perder tiempo, ella te trajo el té y me pidió que me quedara, y luego se fue a cocinarte una sopa de vegetales.

—Te debo una—sorbió del té, sin mirar a Zeynep.

—No me debes nada, Mert —se acomodó el cabello detrás de la oreja—. Después de todo, estamos intentando ser amigos, hubieras hecho lo mismo por mí—entrecerró los ojos juzgona—. ¿Cierto?

—¡Por supuesto! —afirmó sin pensarlo, mirando a Zeynep con suma atención.

—¿Puedo preguntarte algo?

Asintió con la cabeza.

—¿Por qué no pides ayuda? —aclaró su garganta —. Quiero decir, tienes a la señora Samira en frente y preferiste ir en un mal estado de salud a la farmacia que queda muy lejos de tu casa. También, tienes a Onur, se nota que se preocupa mucho por ti... Hoy te llamó. Podías pedirle el favor de traerte las medicinas.

—¿Onur me llamó? —preguntó cambiando la conversación, hecho que hizo que Zeynep lo fulminara con la mirada.

—Sí—cruzó las piernas.

     Mert bufó con pesadez al sentir que Zeynep se había vuelto distante.

—Solo no quiero molestar a las personas, Zeynep—retomó la conversación.

—Pedirle ayuda a las personas que consideras tus amigos, no debe ser una molestia para ellos, a menos que a ti te moleste ayudar a tus amigos.

—¡Claro que no! —arrugó la frente y pensó unos segundos, mientras jugaba con la taza—. Es solo que, ya han hecho muchas cosas por mí, estos últimos días..., y eso me hace sentir como una carga.




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