RESPUESTAS Y PRUEBAS
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Mientras frotaba sus dos dedos cubiertos con un trapo sobre el espejo repetidas veces, el ruido de una camioneta en las afueras de su taller lo detuvo. Al girarse hacia la entrada, observó que, en efecto, había una moderna camioneta dorada apagando su motor frente a la puerta. Bastante lujosa y grande para las estrechas calles de Umutla.
Con curiosidad se aproximó y, unos segundos después, el chófer se bajó y le abrió la puerta trasera a la misma mujer del otro día.
Su extravagante vestimenta no podía pasar desapercibida ni en la oscuridad de la noche; y sus costosas joyas relucían en su cuello y orejas, brillando llamativas con cada movimiento que hacía con su cuerpo.
—¡Buenos días! —se retiró los lentes y se dirigió a Mert con amabilidad.
—¡Buenos días!
—Vine el otro día a este taller—lo miró con cuidado—, pero tú no estabas.
—Pero ya nos habíamos visto—recalcó Mert—. En casa de mamá Samira.
—Eh... sí—titubeó y aclaró su voz—. Traje la camioneta para una limpieza profunda. Te dejaré las llaves—dijo haciéndole una seña a su chófer.
El hombre se acercó y le entregó las llaves de la camioneta al chico con mucha amabilidad.
—Puede pasar dentro de una hora.
—¡Excelente! —se quedó paralizada unos segundos detallándolo—. ¿Qué te pasó en el brazo? ¿Puedes trabajar estando así?
—Fue un accidente—dijo descifrando sus miradas—. Sí podré. No se preocupe.
La mujer le avisó al chofer que podía retirarse por los momentos. Después, subió por las calles empinadas con sus tacones de punta y sin tambalearse, alejándose con firmes pasos.
—¡Oye, amigo! —llamó al chófer que se había dado la vuelta para irse del lugar.
—¿Si? —se devolvió.
—¿Esa mujer tiene familiares en este barrio?
—Eso dijo.
—Entonces... sí puede ser familia de mamá Samira...—musitó.
—¿Disculpe? —preguntó el chófer tratando de entender.
—¡No, nada! Empezaré el trabajo.
Unos treinta minutos después, Onur se asomó por la puerta.
Mert se sorprendió de verlo regresar tan pronto.
—¿Qué haces aquí tan temprano?
—¡GUAO! —dejó la motocicleta al fondo del taller sin quitarle los ojos a la camioneta dorada que reposaba en el taller—. ¡Es más bonita que la del otro día! ¡Mira como brilla!
—Es de la misma mujer—comentó mientras seguía limpiando—. Esa mujer sí tiene un familiar aquí y, por lo que podemos suponer, es mamá Samira.
—¡Lo sabía! —abrió Los ojos con sorpresa—. Una hermana millonaria...
—No dije que fuera su hermana—rodó los ojos—. Traté de detallar su rostro. Siento que es familiar, pero no lo sé..., no encuentro parecido entre ella y Samira.
—¿Crees que Mamá Samira ha estado extraña por eso? —preguntó volviendo la mirada al vehículo.
—Puede ser. Tiene lógica, ahora que lo mencionas—dijo encendiendo la manguera—. ¿Crees qué esa mujer la está molestando con algo?
—Igual es triste, ¿no lo crees?
—¿Qué cosa? —preguntó Mert prestando atención a Onur.
—Que hayas vivido toda tu vida siendo pobre y, cuando ya eres muy viejo, te sale una persona de tu familia que es millonaria.
—Bueno, nunca es tarde para gozar del dinero—comentó y dejó la manguera—. No me dijiste, ¿qué haces aquí tan temprano?
Onur le explicó a Mert que el señor Kamal cerró el restaurante porque su hija se encontraba hospitalizada, así que fue al hospital para estar con ella.
—¿Y Khan?
—No vendrá estos días—avisó, mientras secaba el auto—. Su madre me dijo que tenía un examen dentro de dos días y necesitaba estudiar.
Prepararon té y se sentaron a esperar que la señora volviera, pues ya no había trabajo que hacer.
Onur, invadido por la curiosidad, se propuso hacerle preguntas a la mujer cuando llegara; aunque Mert no estaba de acuerdo porque pensaba que era una falta de modales.
No obstante, al muchacho no le importó lo que pensaba Mert.
A los diez minutos el predominante perfume de aquella mujer se asomó antes que ella por el taller. Sus ojos y su nariz se encontraban un poco irritados, como si hubiera estornudado muchas veces.
—Buenas tardes.
El chico asintió en señal de saludo y detalló mejor sus facciones, gesto que denotó el nerviosismo de la mujer e incluso esquivó la mirada.
—Vine por la camioneta—soltó finalmente—. ¿Está lista?
—Si, desde hace diez minutos—dijo Onur mirando a la mujer con una gran sonrisa—. ¿Cómo está su hermana?