Raabta

Capítulo 17

SOLO HAZLO

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      La alarma mental de Mert sonó a las siete de la mañana. Despertó sujetando la fotografía de sus padres; se había quedado dormido hablando con ellos hasta la media noche. No obstante, pese a haberse desvelado, sintió que descansó bien, pues no tuvo dificultad al levantarse.

     Depositó un cálido beso sobre aquella vieja fotografía que guardaba con suma ternura en la gaveta de la mesita de noche. Y luego la guardó.

     Se dirigió a la ducha, después preparó un té caliente y lo bebió mientras se cocinaba huevos fritos.

     Tomó su celular y se cuestionó si debía llamar a Zeynep o no.

     Al final decidió llamarla.

—¿Hola? —dijo Mert un poco nervioso.

—Buenos días, Mert—saludó Zeynep con una voz que se escuchaba mejor que ayer.

—Iba a escribirte, pero odio los mensajes de texto.

—Ya me di cuenta—rio—. Nunca respondiste el mío. ¿Cómo estás?

     «Pero lo leí mil veces», pensó.

—Estoy bien, ¿tú cómo estás?

—Mejor que ayer, supongo...

—¿Vendrás hoy a Umutla?

—Sí, debemos llevar algunos libros a la oficina del señor Faisal. De hecho, me preparaba para salir—suspiró—. Habrá algunos cambios, ahora que Adem no está...

—¿Pero seguirán con en el proyecto?

—¡Por supuesto! —dijo mientras ordenaba su cama—. Es mi proyecto final, lo más importante que he hecho en mi vida. No lo dejaré. Pero ahora será más trabajo porque solo seremos Kerem y yo.

—Puedes contar conmigo... es decir, si necesitas ayuda dentro del barrio... o sea, también fuera del barrio—golpeó su frente torpemente—. Me refiero, en cualquier lugar, eso no importa.

     Zeynep soltó una risa al notar que el chico intentaba decir algo lindo, aunque con dificultad.

—Quizás hoy tampoco podamos hablar mucho...

—¿Por qué lo dices? —inquirió Mert con el ceño fruncido metiéndose un pan a la boca.

—Pues, ya sabes... tú estarás en el taller ocupado... y yo también.

—Tienes razón—dijo con la boca llena.

     Zeynep bufó, poniendo los ojos en blanco. Agradeció que Mert no estuviera en frente y viera aquel puchero infantil, pero le hubiera encantado que la invite a salir.

     Al colgar la llamada, Mert terminó de desayunar y salió apresurado. Cuando cerró su puerta y dio unos cuantos pasos, escuchó a Samira llamándolo por la ventana, así que se devolvió y esperó frente a su puerta.

—¿Cómo estás, cariño? —saludó cuando abrió la puerta.

—Estoy mucho mejor—sonrió aliviado y sacó su mano derecha del bolsillo para mostrarle—. No más yeso.

—¡Excelente noticia! —asintió—. Onur me contó lo que sucedió. Ese muchacho resultó ser más peligroso de lo que creí.

—Sí—se rascó la barba—. Por cierto, ¿sabe si Onur está bien? Ayer estaba tan extraño.

—Creo que está bien—dijo desviando la mirada—. Sabes que Onur te quiere.

—Nunca lo había visto tan serio.

—¿Cómo está Zeynep? —cambió la conversación—. Debe estar destruida la pobre.

—Estaba muy triste ayer cuando la dejé en su casa, pero hoy la escuché mejor cuando hablé con ella por teléfono.

—¿Sabes qué necesita en estos momentos?

     Prestó atención a la mujer.

—¡Compañía! ¡Mucha compañía! Ya sabes, hacer cosas diferentes.

—¿Cómo qué cosas? —insistió sin entender.

—Pues, no lo sé... a mí me hace feliz tejer cuando estoy triste—confesó; y Mert no pudo evitar reír—. Tú eres joven como ella. Deberías saber qué le hace sentir bien a los jóvenes.

—¿Cree que a ella le agrade la idea que hagamos algo juntos?

—¡Por supuesto! ¡Es una gran idea! —bramó con emoción cuando Mert entendió finalmente—. Le vendría muy bien que la invites a salir. Hazlo hoy, si puedes.

—Dijo que tenía mucho trabajo hoy.

—Mert, ¡el día tiene veinticuatro horas! —se llevó la mano a la cintura—. Créeme, las personas no dejan de trabajar nunca.

     El chico permaneció dudoso unos segundos. Luego informó que sí lo haría. Se despidió de la mujer con un abrazo y se marchó.

     Al llegar al taller, vio a Onur junto a la puerta esperando; y se extrañó, pues le había confiado una copia de las llaves para que pudiera abrir el taller, por si llegaba demasiado tarde o simplemente no estaba.

— ¿Por qué no entraste?—rodó los ojos al notar la misma expresión del día anterior.

—Olvidé la llave ayer en el delantal

     Luego, aprovechando el ruido de la reja al abrirse, Mert reprochó:

—Porque tenías la mente en otro lado.




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