Raabta

Capítulo 18

PIEZAS DESCONOCIDAS

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     Estuvieron abrazados durante mágicos segundos que parecieron un instante. No pensaron en más nada que no fuera ese momento. Mert cerró los ojos disfrutando aquel acercamiento, como si se tratara de uno de los momentos más memorables de su vida; y Zeynep permaneció aferrada entre sonrisas tímidas a su pecho.

—Entonces—aclaró su garganta, alejándose de él—. ¿Qué me ibas a mostrar?

—¿A mostrar? —pronunció confundido apenas despertando de aquel apretón.

—Sí—sonrió mientras arreglaba su cabello—. Dijiste que ibas a mostrarme algo.

—¡Ah, claro, claro! —replicó avergonzado—. ¡Sígueme y ten cuidado por donde pisas!

    La muchacha fue detrás de él mientras observaba a su alrededor con atención. Dejaron la carretera a sus espaldas, bajando por un camino frondoso, y caminaron entre los árboles verdes pisando la tierra húmeda que se hundía bajo sus botines. Así se mantuvieron hasta que sus ojos se encontraron con un hermoso lugar.

    Lo primero que Zeynep detalló fue un arroyo rodeado de pequeñas y medianas piedras que no detenían el paso insistente del agua. Los arboles estaban rodeados de plantas y flores, dándole a la chica la vista más grata que había presenciado desde hace un largo tiempo.

—¡Mert, este lugar es hermoso! —alagó sorprendida mientras caminada alrededor.

—Lo descubrí hace un año y se volvió mi lugar favorito.

—¡Es perfecto! —se agachó y tocó el agua del arroyo con sus manos—. ¡Está helada!

    Finalmente, Zeynep se sentó frente al muchacho. Se miraron e intercambiaron sonrisas inocentes.

—¿Te sientes mejor ahora?

—¡No sabes cuánto! —cerró los ojos en dirección al cielo—. Quisiera olvidar todo. Olvidar todas las responsabilidades que tengo y quedarme en este lugar.

—A mí también me gustaría—confesó entre suspiros.

—¿Tienes muchos problemas de los cuales escapar?

—A veces siento que no importa que tan lejos escape, los problemas viven dentro de mí.

—¿Te refieres a tus padres?

—Creo que sí—afirmó jugando con una piedra del suelo—. A veces, pienso que lo superé, pienso que la vida sigue y nada cambiara. Pero nunca deja de doler. Siempre está allí, como una espina en el corazón.

—Te entiendo—tocó la pierna de Mert y con los ojos brillantes manifestó—. Sé que piensas que solo son palabras de consuelo, pero créeme, es mucho más que eso. Te entiendo porque, aunque mis padres están vivos, es como si no los tuvieran.

    Mert miró la mano de Zeynep, y luego sus ojos conectaron en una mirada compartida, e impulsivamente tocó la mano de ella.

—No sé lo que le pasó con tus padres, pero si algún día deseas hablar sobre eso, te escucharé.

    Zeynep miró a Mert con un brillo inusual y una sonrisa amortiguada, asintió con la cabeza y retiró su mano para limpiar sus lágrimas, evitando que tocaran sus mejillas.

     La plática siguió por otro lado después de aquellos gestos.

   Zeynep le preguntó sobre Onur, inquieta de saber si habían peleado o discutido. Pero él le explico que no era así y que también estaba preocupado por la extraña actitud de su amigo.

—¿No tendrá algún problema personal?

—Usualmente me habla de sus problemas. Incluso cuando no lo conocía mucho me comentaba.

—Qué extraño—dijo arrugando la frente—. Me estaba acostumbrando a su sentido del humor, siempre encuentra la manera de hacer reír a las personas. Es como mi mejor amiga Nisan.

     Ese día también conversaron sobre sus sueños personales. Mert supo que Zeynep estaba muy feliz con su proyecto y que deseaba graduarse lo más pronto posible.

—¿Tú nunca entraste a la universidad?

—No—desvió la mirada—. Mi vida no fue tan fácil, tenía otras prioridades.

—Como trabajar—continuó la idea y Mert asintió, aunque no parecía triste por ello—. ¿Y cuáles son tus metas? ¿Te gusta tu trabajo en el taller?

—Me gusta, pero a veces es muy rutinario—se rascó la ceja—. Mi padre era chófer, me llevaba con él a veces y me enseñaba muchas cosas sobre autos. Él despertó ese deseo en mí.

     Entre charlas, Mert se sintió a gusto. Las palabras salían de su boca fácilmente y Zeynep lo escuchaba con atención.

—Fallecieron juntos en un accidente; hubo un problema en los frenos del vehículo. Cuando me lo dijeron, no me lo creí—sus ojos brillaron—. Mi padre no podía morir así, con lo cuidadoso que era..., nunca pensé que moriría en un accidente.

—Los accidentes suceden y nadie puede detener lo que sucederá—expresó con tristeza.

—Lo sé, lo sé—afirmó convencido, y una lágrima resbaló por su mejilla—. Por un tiempo... me enojé con él. Le reclamé, le pregunté por qué no tuvo más cuidado; pero luego comencé a extrañarlo y mi enojo se disipó.

     El ambiente se quebró con aquellas lágrimas. Era la primera vez que veía aquellos ojos verdes aguados, y derramando lágrimas.




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