UNA CENA ROMÁNTICA
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El deseo de querer saber es tan caótico como el deseo de no querer saber nada. No se sabe cuál es más inquietante; huir de la verdad, pero vivir en constante inquietud, o perseguir verdades y aumentar las fisuras de nuestra alma.
Mert no podía permanecer tranquilo. Se había empeñado en hacerle preguntas cada noche a la fotografía de sus padres. Quería saber toda la verdad, sin detalles ocultos ni adornos, porque concluyó que no deseaba continuar perdido entre un pasado desconocido.
Samira y Onur le habían aconsejado que no rebuscara más. Su mejor amigo recalcó que el pasado debía permanecer atrás por más doloroso que fuese. Sin embargo, tenazmente se había convencido de que no descansaría en paz hasta no saber todos los detalles de la muerte de sus padres.
La única persona que lo apoyó con su decisión fue Zeynep. Ella creía que, sin importar cuán dolorosa era la verdad, Mert necesitaba conocerla para seguir adelante. Él se sintió aliviado con aquel apoyo.
—¡Buenos días! —dijo una mujer de treinta años apenas abrió la puerta—. ¿Cómo le puedo ayudar?
—Buenos días—visualizó la mansión por encima de la cabeza de la mujer—. Estoy buscando a la señora Ayşe Demir. Me dijeron que vivía aquí.
—¿De parte de quién? —inquirió la mujer.
—De Mert. Mert Arslan—se rascó la cabeza al ver que la mujer seguía esperando más especificaciones—. Su sobrino.
—¡Oh! —bosquejó una mueca de sorpresa—. Un momento.
Cerró la puerta dejando a Mert afuera. Zeynep le había dado la dirección de la mansión, y ahora se encontraba detallando el lujoso auto estacionado frente a la puerta. Un minuto después la puerta se abrió, pero aquella vez fue Ayşe quien la sostenía y lucía bastante sorprendida, casi sin creérselo.
—Mert, hijo—parpadeó un par de veces—. Bienvenido, pasa.
El chico trató de sonreír, pero resultó más una mueca incómoda. Dio unos pasos hacia dentro de la mansión, y su mirada recorrió el gran salón principal, ocultando su deslumbramiento.
—Ven, hijo—la mujer tocó su brazo, pero él se alejó un poco—. Vamos a sentarnos.
Caminó detrás de ella al salón de estar, y esperó a que se sentara en uno de los muebles.
La miró unos segundos y soltó un leve suspiro.
—Vine a hablar con usted sobre algo—avisó mientras la mujer lo veía con atención—. Será rápido.
—Tomate el tiempo que desees. Estás en tu casa.
—Esta no es mi casa y nunca lo será—expresó con desagrado al recordar que aquí vivió su abuelo—. Prefiero la calle.
Ella suspiró y esquivo la mirada.
—Vine a hablar sobre mis padres—continuó jugando con sus dedos.
—Te conté todo lo que sabía—afirmó—. Hasta te mostré la carta.
—Lo sé—suspiró—. Pero no puede decirme que mi abuelo ocasionó la muerte de mis padres y omitir todos los detalles.
—¿Detalles? —inquirió, desconcertada.
—¡Mamá! —gritó una voz que parecía acercarse—. ¿Dónde está mi chaqueta verde?
Nisan abrió los ojos con sorpresa cuando vio a Mert sentado en el sofá de su casa conversando con su madre. Entonces, le lanzó una sonrisa amplía.
—¿Mert? —se acercó un poco—. ¡Hola!
Era la primera vez que hablaban sabiendo que eran primos.
—Hola.
—¿Cómo estás? No habíamos tenido la oportunidad de hablar.
El sonrió tratando de lucir agradable, pero fingir emociones no era lo suyo.
—Mustafa también ha querido conocerte—seguía Nisan sin detenerse—. ¡Iré a llamarlo, para que baje!
Mert abrió la boca para decirle que no tardaría en irse, pero la muchacha corrió escaleras arriba y desapareció dejándolo con las palabras en la garganta.
—Así es Nisan. Cuando se emociona no hay quién la detenga.
Nisan se parecía mucho a su madre físicamente, en especial en el color oscuro del cabello y las cejas. Sus cabellos le llegaban por los hombros; eran tan lisos que siempre parecía peinada. Sus facciones eran dulces y aparentaba menos edad.
—Solo le haré unas preguntas y me iré de aquí—recalcó con severidad.
—Mert, puedes estar molesto conmigo, porque yo sí sabía de ti y omití mi responsabilidad como tía—explicó apenada—, pero Mustafa y Nisan no tienen la culpa. Te aseguro que, de haberlo sabido, te habrían buscado sin detenerse.
—Quiero saber detalles sobre el asesinato de mis padres—retomó el tema, ignorando a la mujer.