ENTERRANDO EL PASADO
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Aquel día era el más brillante del mes; y el sol cristalizaba las lágrimas entristecidas. Todos los vecinos de Umutla yacían reunidos y sujetaban lirios blancos entre sus manos; unidos, escuchaban al jeque de la Mezquita despedir su alma.
Recordaban, sonrientes, los consejos y las sonrisas regaladas.
Cuando acabó la ceremonia de despedida, los lirios blancos cubrieron la lápida y la tierra. Las personas se marcharon poco a poco, retornando sus vidas. Mert se agachó; y sutilmente lanzó la flor, pidiéndole la bendición a Samira Oskan.
—Los lirios blancos eran sus favoritos—mencionó Onur, dejando el suyo.
—¿Estará feliz? —inquirió Mert limpiando sus lágrimas. Llevaba los ojos hinchados de tanto llorar.
—Te apuesto que sí—sonrió y abrazó a Mert—. Siempre extrañó a su esposo y su hija. Ahora debe estar con ellos.
—¿Por qué nunca me dijiste lo del libro?
—Me hizo jurar que no te lo diría—le sonrió a Nisan, quien estaba junto a Zeynep; y Mustafa yacía a unos pasos de ellos—. Me dijo: «si Mert se entera que escribo la historia de su vida, no hará nada interesante solo para llevarme la contraria».
Los dos rieron entre lágrimas. Mert observó a Zeynep, quien miraba con disimulo. Después de aquel abrazo en el hospital, no habían podido conversar. Los preparativos para el funeral tomaron mucho tiempo.
—Habla con ella—aconsejó Onur—. Lleva desde ayer buscando tu atención. Sabes que la amas.
—Me da miedo perderla de nuevo.
—Entonces, sujétala fuerte—golpeó su hombro.
El muchacho se dirigió despacio hacia Zeynep, quien parecía tensa. Y sus primos rápidamente se alejaron para brindarles privacidad.
—¿Podemos hablar? —dijo Mert, despelucando sus rizos.
—Siento su partida—miró la lápida—. Fue brillante.
—Es—corrigió, mirándola—. ¿Qué haremos con el manuscrito?
—¿Lo leíste todo?
—Algunas partes más que otras.
—Pues... pienso que no se merecen ese final.
—Quizás la protagonista debería disculparse por abandonar a su novio durante seis meses—metió las manos en sus bolsillos.
Permanecieron en silencio. Zeynep comenzaba a contar las docenas de lirios blancos que adornaban la lápida.
—Ven conmigo—volvió a decir Mert y caminó dejando atrás la tumba de la mujer.
Dieron varios pasos entre las tumbas, teniendo cuidado de no pisarlas, hasta que Mert se detuvo frente a dos lápidas muy bien cuidadas.
—Aquí descansan mis padres—confesó.
—Que en paz descansen.
No pudo evitar derramar unas lágrimas. Recordar que su padre estaba involucrado le causaba muchísima vergüenza.
—Todos mis cumpleaños los pasé aquí—sonrió amortiguadamente—. Excepto el último. Ese lo pasé contigo.
Zeynep recordó aquel día con una sonrisa.
—Aún usas el collar que te obsequié—soltó mientras quitaba las flores marchitas.
—Nunca me lo quito—confesó, observando como Mert arreglaba las flores—. Siento mucho que mi padre te haya quitado a tu familia.
—Ellos murieron por culpa de mi abuelo—se sentó frente a las lápidas y tocó la tierra.
—Y de mi padre—interrumpió secando sus lágrimas.
—Al final, iban a morir—suspiró—. Si no lo hubiera hecho tu padre, lo habría hecho alguien más.
Se sentó a su lado para hacerle compañía.
—Me preguntaste si habríamos sido felices después de saberlo—la miró—. Sí, Zeynep. Te habría perdonado. ¿Sabes por qué?
Ella permaneció en silencio.
—Porque para mí, el amor tenía una cara y era la tuya—confesó detallando sus labios—. Nadie sabe de lo que es capaz de hacer hasta que se enamora. De haber tenido que escoger entre mi pasado y el amor de mi vida, te habría escogido.
Zeynep no contuvo más sus lágrimas.
—Si hubiera visto tus lágrimas y escuchado las palabras que escribiste en ese papel que leo todas las noches antes de dormir—derramó una lágrima—, ¿crees que habría podido odiarte?
—Tuve miedo de perder nuestros recuerdos—dijo finalmente entre llanto—. Imaginé tu enojo y tu desagrado. No quería que lo nuestro terminara de una manera dolorosa. Quería irme siendo tu novia, el amor de tu vida. No tuve el valor... no pude.