RAABTA
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—Ustedes prometieron que tendríamos una fuente de chocolate—frunció las cejas—. No me importa, señor. Por eso elegimos su empresa para planificar la boda.
Onur le hacía señas a Nisan para que le explicara lo que pasaba. La chica estaba con la mano en la cintura, ignorando completamente a su novio, mientras peleaba con alguien por teléfono.
Mustafa entró al salón de estar, mordiendo una manzana.
—Más vale que no tengan excusa—amenazó, mientras agitaba su dedo índice—. Tengo miles de seguidores en Instagram, ¡puedo arruinar su reputación!
—Qué mentira—susurró Mustafa, haciéndole señas a su cuñado—. Tiene trescientos seguidores.
Los dos iban a reírse hasta que Nisan los fulminó con la mirada. Trancó la llamada y bufó con desespero.
—¿Qué sucede, amor? —inquirió Onur.
—No quieren traer la fuente de chocolate—se cruzó de brazos—. Pero ya los amenacé.
—¿Con tus trescientos seguidores? —vaciló Mustafa.
Nisan tomó el cojín más cercano y se lo aventó en la cara.
—Tengo trescientos seguidores porque yo no subo fotos sin camisa mientras hago ejercicio.
Onur reía entretenidamente, pero no se involucró en la discusión de hermanos.
—¡Ya deja la envidia! —le devolvió el cojín—. ¿Si sabes que a Mert y a Zeynep no les importa que en su boda no haya una fuente de chocolate?
—Esos son detalles, amor—apoyó Onur, apretando las mejillas de su hermosa novia con ternura—. Lo más importante es que no falte el amor.
—Pero ¡yo quiero la fuente de chocolate! —hizo un puchero, mientras él seguía apretando sus mejillas.
Y Mustafa torció la nariz con repulsión.
—¿Dónde están los novios? —inquirió Nisan con preocupación al ver que el reloj marcaba las once de la mañana—. He llamado a Zeynep mil veces—rodó los ojos—. Deberíamos arreglarnos juntas
Nisan se había esmerado desde hacía dos semanas en que todo saliera perfecto. Incluso estaba más emocionada que los propios novios. Organizó una hermosa y sencilla boda en el gran jardín de la nueva mansión; una fuente de chocolate decoraría el bufé, manteles blancos reposaban sobre las mesas, y lazos del mismo color adornaban el espaldar de las sillas. Las flores coloridas hacían un hermoso arco para que los novios tomaran las mejores fotografías.
Las velas no faltarían en las mesas, pues desataban el romance. Zeynep no se opuso ante ninguna idea; realmente parecía feliz por la emoción de su amiga y hasta insistió en que ella eligiera el sabor del pastel.
Lo único que había decidido Zeynep era el vestido de su amiga. Un hermoso vestido perlado con corte sirena; dejaba los hombros al aire y su encaje de flores llegaba hasta los muslos. Cuando lo vio, insistió en que le quedaría precioso.
Sin embargo, Nisan se opuso alegando que las personas podían creer que estaba tratando de opacar a la novia, y no aceptaría eso. Al final, tuvo que comprarlo porque Zeynep se enojó.
—Estoy más interesada en su boda que ella misma—criticaba Nisan, mientras terminaban de hacerle la última onda en el cabello.
—Tu amiga es muy afortunada de tenerte—comentó la estilista.
—Amor—ingresó Onur a la habitación—. Disculpa, no toqué la puerta. Es que estoy nervioso.
El muchacho llevaba un traje muy elegante que lo hacía ver fabuloso.
—No pasa nada, cariño—lo detalló con una sonrisa—. Estamos más preocupados nosotros que ellos por su boda. ¿Mert te llamó?
—Sí—la detalló sonriente y se agachó para quedar a su altura. La estilista abandonó la habitación con una señal de Onur—. Te ves hermosa, no puedo imaginar que te veas mejor.
—Gracias—rio relajándose—. Tú también. Desde que tienes barba te has vuelto irresistible.
—Cómeme, entonces—susurró depositando un beso en su oreja y ella rio.
—¡Basta, Onur! —se levantó entre risas—. Si entra mi madre o Mustafa será incómodo.
—¡Mírame! —jaló su mano—. ¿Me amas?
—Como nunca he amado a nadie—lo besó—. Serás mi esposo algún día.
—¿Y por qué esperar tanto? ¿Te casarías conmigo?
Ella rio, y sus brazos rodearon el cuello de Onur.
—Sin dudarlo. No negaré que esta boda me hizo ilusión, al punto de recordar cuanto me gustaría casarme.
—¿Qué harías si te digo que esta es nuestra boda?
—Me reiría mucho—lo abrazó con nervios.
—Entonces, ríete—dijo y la chica abrió los ojos como platos.
—Onur—dijo sin voz—... amo tu sentido del humor, cariño. Pero esto no es gracioso.
—Pero dijiste que ibas a reírte—vaciló al ver que Nisan se puso pálida—. ¿No quieres casarte conmigo?
—Onur, obvio que sí quiero. Pero...