COPIA
Caminaba de esquina a esquina con una singular marcha, dándole vueltas a la mesa de centro que tenía en la sala, sin tratar de pisar fuerte para no despertar a los delicados vecinos del piso de abajo.
Ni los coyotes encerrados en el zoológico daban tanta vuelta como lo hacía Randall. Como mínimo ellos respetaban a la temida noche.
Un sonido acartonado producido por la máquina de cintas, iba al mismo ritmo de sus pasos mientras tocaba su rostro con la intención de encontrar un granito que le protruyera de la piel, y exprimirlo entre sus yemas.
Tenía una hora recorriendo la pequeña sala de su departamento. Esperaba la copia de toda la grabación del casete. El dispositivo era muy lento, ni si quiera tenía la mitad grabada.
El frío de los rústicos azulejos calaba los huesos de los pies. Sus plantas desnudas solo perdían el helado contacto cuando pasaban por una vieja alfombra roja debajo de la mesa del centro, con los hilos deshilachados mordidos por Melvin, su chihuahua; quién dormía plácido en la recámara.
Al dar una de sus tantas vueltas, se percató que la cafetera puesta en el desayunador de mármol servía su café (proveniente de las selvas más profundas del país) en una tasa negra con adornos dorados de un fondo amplio, a la vez que emergía un sonido placentero que pasaba de agudo a grave producto del flujo de esa única bebida que podía revivir a cualquier ser a punto de morir del estrés.
Fue como perro tras su caza por ella, lo tomaba entre sus temblorosas manos, y sin ni si quiera tentar la temperatura del líquido, lo bebió sin ninguna preocupación por derretirse la lengua. Una vez fue a parar a urgencias por un fuerte dolor en el pecho que simulaba un infarto, sin embargo solo era la irritación de su estómago en respuesta a las altas dosis de fuego mañaneras que Randall había acostumbrado a beber desde la universidad.
Eructó todo el aire que había tragado. Esa mínima corriente de viento emanada desde sus entrañas fue lo suficiente para invadir la cocina con un olor dulce amargoso.
Era relajante, pero le hacía recordar muchas cosas, incluido el motivo principal de su pequeña adicción.
Un bajón de ánimo sintió que descendía desde su cabeza hasta el dedo gordo, chocando con el frío. Su mirada decaía con singular tristeza. Sus pensamientos más profundos emergían bombardeando con unos recuerdos difusos que exclusivamente aparecían durante la sombra de la luna.
Esa madrugada en específico, fue unos de los pocos días que pudo compactar esas memorias, y hacer correr esa escena como si fuera una vívida película en su cabeza. Aun así no terminaba de familiarizar a esas imágenes.
Apachurró sus ojos con la palma de su mano embarrada del sudor frío, evitando la salida de unas lágrimas. A pesar de encontrar una dudosa veracidad de esas escenas en su cabeza, no concluía nada al respecto. Estaba confundido, no deseaba levantar falsos en este momento.
Un grueso estruendo repetitivo le hizo salir de su atorado pasado. La máquina que copiaba la cinta se trabó por quinta vez en lo que iba de la noche. Randall ya sabía que hacer: darle unos golpes contra los sillones de piel de vaca hasta detener ese molesto rechinido que provenía de los engranes atorados por la cinta.
Después de unas azotadas contra el sillón, el aparato continuó con su trabajo.
Se recostó sobre la piel de ternero y planeaba sus futuras acciones para encarar a ese sacerdote de quinta.
—¿Cuánto dinero se ha gastado ese anciano en mamarle el glande a esas "chicas"?— se dijo entre dientes. —No me trago el cuento que solo fue esta noche que casualmente yo también fui.
La asociación de niños con cáncer que tenía la iglesia a su cargo, era muy famosa en toda la ciudad. Mucha gente con tintes de bondad donaba miles de pesos en ella. Randall llegó a presenciar cuando los sacerdotes, incluido Augusto, contaban las docenas de billetes que llegaban a juntar en cada mes. Sin embargo, cada semana, en la obligada misa de los domingos, todos los vestidos con sotana reclamaban, con un tono un tanto exigente, que se les acababan los recursos y que los pobres niños ahogados en esa horrible enfermedad no se iban a poder curar por la falta de apoyo de la comunidad.
Muy inteligente de su parte, meter remordimiento en las mentes asustadas y ahogadas por la desesperación de ganar, tan si quiera, unos metros hacia el cielo para poder estar más cerca de su dios.
—¿Cómo les quedará el ojo a esa gente cuando revele que el dinero de esa fundación fue desviado?— Dijo mientras miraba el retrato, en óleo, de su difunta hermana puesto a mitad de la sala—. Si me dejo guiar por tus palabras, hermana querida, me darías miles de justificaciones ilógicas solo para preservar a tu intacto orgullo. A pesar de que estabas en una situación similar, te ibas a poner de su lado.
Tirado, reposaba el café en su estómago calentando su ser. Se quedó mirando el techo lleno de grietas a la par que sus párpados intentaban cerrarle la visión pero él se negaba a pesar de haber vivido emociones tan fuertes en una sola noche.
Se sentía orgulloso de romper sus esquemas. Por su propia piel fue a buscar la realidad de las cosas, a pesar de poner en riesgo su integridad, era algo que quería hacer antes de cumplir los treinta.
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Editado: 30.12.2020