RaÍces Del Destino

Capítulo 2 -- El Eco de los Olvidados

• Mark no sabía si era un sueño o una alucinación, pero la sensación era inconfundible: el aire denso, el olor a madera vieja y cera derretida, la suave vibración del suelo bajo sus pies. Había regresado. Estaba parado otra vez en el salón principal de la mansión Alfheim, aunque no recordaba cómo había llegado. Frente a él, diez rostros confundidos lo miraban. Jóvenes, asustados… como él la primera vez.

• Uno de ellos, un chico de cabello rizado y expresión arrogante, rompió el silencio. “¿Eres parte del personal? ¿Un actor o algo así?” Mark no respondió. Solo bajó la mirada hacia la libreta, que inexplicablemente sostenía en sus manos. Las páginas, antes en blanco, ahora estaban repletas de nombres nuevos y símbolos aún más extraños. La mansión lo había traído de nuevo, pero esta vez… con un rol diferente.

• La voz distorsionada volvió a sonar desde las paredes, igual que antes: “Bienvenidos a Alfheim. El juego ha comenzado. La verdad está escondida entre ustedes. Solo uno saldrá. Solo uno recordará.” Esta vez, sin embargo, al final del mensaje añadió algo nuevo: “Y esta vez, uno de ustedes… ya ha estado aquí.”

• El grupo lo miró con recelo. “¿Tú?” preguntó una chica africana de ojos intensos. “¿Ya estuviste aquí? ¿Cómo sobreviviste?” Mark no tenía palabras. ¿Cómo explicar que su mente jamás abandonó este lugar? ¿Que por años había oído susurros incluso en la realidad? Solo pudo decir: “Yo no escapé. Me dejaron salir para volver.”

• Esta vez, la mansión parecía más agresiva. Los pasillos se retorcían con mayor rapidez, y el tiempo no se comportaba con lógica. A veces amanecía en minutos, otras veces, la noche duraba días. Mark se convirtió en guía, intentando advertirles de los errores del pasado, pero el grupo lo veía como un loco o como una amenaza. No confiaban en él… y con razón.

• A los dos días, la primera desaparición ocurrió. Un chico australiano, que había intentado escapar por una ventana, fue tragado por la niebla que rodeaba la mansión. No hubo gritos. Solo un silencio inquietante y una nota que apareció en su cama: “El que huye, se entrega.”

• Mark empezó a notar algo extraño: los símbolos en su libreta respondían a las acciones del grupo. Cuando alguien mentía, una línea se trazaba. Cuando alguien sentía miedo, aparecía un nuevo símbolo. La mansión los estaba escribiendo como personajes de una historia… y él era el cronista.

• Una noche, encontró a la chica africana, llamada Zola, explorando una sala de espejos idéntica a la de su primera visita. Esta vez, sin embargo, los espejos no mostraban futuros ni pasados. Mostraban a cada uno de los estudiantes… pero con una expresión diferente, una versión más oscura de sí mismos.

• “Es un reflejo del alma,” explicó Mark. “Lo que somos… o lo que podríamos ser si la mansión gana.” Zola le preguntó algo que lo desarmó por completo: “¿Y tú? ¿Qué muestra tu espejo?” Él no tuvo valor de mirarlo. Sabía que algo en él ya estaba roto. Ya era parte de Alfheim.

• Al quinto día, los pasillos comenzaron a cerrarse detrás de ellos. La mansión los guiaba como piezas en un tablero, forzando enfrentamientos, revelando secretos. Un chico coreano llamado Min-Jae confesó que había envenenado a un compañero para robarle suministros. La mansión lo absorbió al instante. La culpa era la llave.

• Mark comprendió la nueva mecánica: esta vez, la mansión no solo probaba su miedo, sino su moralidad. Cada traición, cada mentira, era como una ofrenda. Y cuando el alma se corrompía lo suficiente, Alfheim tomaba el cuerpo.

• Zola y Mark formaron una alianza silenciosa. Ella no lo juzgaba, solo lo observaba, como si intentara entender qué parte de él seguía humana. “Tú no eres solo un guía, ¿verdad?” dijo una noche. “Eres parte del juego. Eres la pieza que cambia las reglas.” Él no respondió. Pero sabía que ella tenía razón.

• A medida que el grupo se reducía, la mansión se mostraba más agresiva. Las puertas ardían si se forzaban. Las sombras tomaban formas humanas. Mark empezó a tener visiones: veía a sus antiguos compañeros dentro de los muros, atrapados en las pinturas, suplicando. “Libéranos.”

• En una sala secreta, encontró una inscripción que no había visto antes: “El que regresa dos veces… no puede salir tres.” El mensaje era claro. Esta sería su última visita. Si no resolvía el enigma esta vez, la mansión lo consumiría por completo. Su cuerpo, su mente, su alma.

• Y entonces, en una noche interminable, Zola desapareció. Pero no como los demás. Ella dejó una página escrita en su propio idioma, pero Mark pudo entenderla al instante. Decía: “El sacrificio es la clave. Tú eres la grieta. Si logras abrirte… nosotros salimos.” Mark comprendió lo que debía hacer. Y por primera vez… temió por sí mismo.

Zola: El Despertar

Tras el sacrificio de Mark, Zola despertó en un hospital en Johannesburgo. Sin memoria exacta de lo ocurrido, llevaba consigo cicatrices que no eran físicas, sino espirituales. Cada vez que dormía, veía un árbol seco bajo un cielo roto. Su mente sabía que algo —o alguien— la había salvado.

Comenzó a dibujar. Los pasillos de la mansión, los rostros de sus compañeros, y un símbolo que siempre aparecía en sus sueños: una raíz envuelta en fuego. Su madre, preocupada, pensó que era estrés postraumático. Pero Zola sabía que no era una simple pesadilla. Era una advertencia. Un día, al caminar por una zona rural, sintió un llamado. Como un eco antiguo en su pecho. Y allí, en medio de un campo olvidado, encontró un árbol solitario. Las ramas eran negras como el carbón... pero su interior ardía. Cuando apoyó la mano en su corteza, oyó una sola palabra, imposible de pronunciar, pero que su alma entendió: Mark.

Fin del segundo capítulo.



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En el texto hay: 4 capitulos

Editado: 23.04.2025

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