• Zola volvió a ese árbol cada noche durante semanas. Hablaba con él en silencio. No esperaba respuesta. Solo sentía paz. Pero una noche, cuando apoyó su frente contra el tronco, oyó una voz nítida en su cabeza: "Aún no es tiempo. Pero vendrá."
• Pasaron meses. Mientras el mundo olvidaba la historia de la Mansión Alfheim, ella la recordaba con mayor claridad. Los nombres. Las pruebas. El sacrificio de Mark. El espejo. Todo volvía. No como recuerdos... sino como visiones. Como si él la hubiera elegido como testigo.
• En sueños, Zola lo veía caminando por un plano entre mundos. No envejecía. No respiraba. Era un pensamiento atrapado, una conciencia sin cuerpo. Mark estaba vivo... pero no aquí. Y con cada visión, el árbol ardía más fuerte. Era un conducto. Un portal sellado con voluntad.
•Hasta que finalmente, una tormenta cayó sobre Johannesburgo. Una noche de lluvia y truenos, donde los relojes se detuvieron durante un minuto exacto. A la mañana siguiente, Zola encontró algo enterrado bajo el árbol: una libreta nueva. Y en la primera página, una frase escrita en tinta dorada: "Soy yo. Y estoy listo."
• No lo dudó. Volvió esa noche con un cuaderno, un cuchillo ritual y la decisión firme de ayudarlo. Al escribir en la libreta, su sangre activó un portal que no abrió la mansión... sino algo más antiguo: el plano raíz. Donde el alma de Mark flotaba, entre el olvido la realidad.
• Él despertó como una chispa. No tenía cuerpo, pero sus recuerdos eran su esencia. Gracias a Zola, un puente se formó. Y por primera vez en siglos, el plano raíz parpadeó. "Tienes que recordarme," dijo su voz en el viento. "Dibuja mi rostro. Nómbrame. Dame forma."
• Zola pasó días enteros dibujando a Mark, hablando con él, reconstruyendo su historia. Cada palabra, cada trazo, era como una pieza de alma. Y un día.. sucedió. El árbol floreció. Las hojas eran negras, pero brillaban como cristales. Y bajo su sombra, Mark se formó.
• No apareció con ropa ni heridas. Solo con una túnica gris y una mirada que había visto más que cualquier humano. "Gracias," dijo. Su voz era quebrada, como si hablara con dificultad. "Has roto la última regla. Has traído algo de Alfheim... afuera."
• Pero con su retorno, también vino una advertencia. La mansión no se quedó quieta. Sintió el escape. Sintió la ruptura del ciclo. Y al no poder controlar a Mark... intentaría absorberlo de nuevo. No con puertas, sino con sueños. Con símbolos. Con ecos.
• Mark tenía poco tiempo. "Necesito cerrar la raíz," explicó. "No destruir la mansión... eso es imposible. Pero sellarla. Volverla a dormir por siglos. Y para eso, debo regresar una última vez."
• Zola, decidida, quiso ir con él. "Si me necesitas para anclarte... yo iré." Mark sonrió. "Tú eres la ancla. Pero no puedes regresar. Si entras... ella te conservará. Yo puedo resistir... porque soy grieta." Y entonces la tocó con dos dedos en la frente. "Recuerda mi nombre. Pase lo que pase.''
• El portal se abrió en el suelo, como una flor negra. Mark se dejó caer sin miedo. Cayó por un abismo de memorias. Vio su niñez, la academia, los sacrificios. Y luego, volvió a ver el vestíbulo. Igual que la primera vez. Solo que ahora... vacío.
• La mansión estaba abandonada. Sin estudiantes. Sin voces. Pero viva. Respiraba como un animal dormido. Él caminó hasta el corazón del edificio: la sala del espejo. Esta vez, no había reflejo. Solo un hueco. Un ojo. Un vacío que lo observaba.
• Mark habló en voz alta. "Ya no soy huésped. Ya no soy sacrificio. Soy memoria. Y estoy aquí para cerrar la raíz." Las paredes crujieron. El suelo sangró. Alfheim lo reconocía. Él era el traidor. El que rompió las reglas.
• La mansión comenzó a luchar. Se dividió en pasillos imposibles, ilusiones de sus antiguos amigos, voces que lo culpaban. "Nos dejaste," decía Travis. "Nos usaste," gritaba Inés. Pero él caminó sin detenerse. "Ustedes están libres. Yo elegí esto."
• En el centro del laberinto, encontró el altar. El árbol de Yggdrasil ahora no era seco... sino podrido. Negro, hinchado, con raíces que atrapaban esqueletos. Mark se arrodilló y abrió la libreta nueva. Su historia estaba escrita. Pero le faltaba una palabra final.
• "Yo no soy la grieta," escribió. "Soy la llave."
• Las raíces temblaron. La mansión entera gritó. El altar estalló en fuego blanco. Y por primera vez, desde que fue creada, Alfheim sintió algo desconocido: finitud.
• El plano raíz colapsó. Mark fue arrastrado por el brillo. Su cuerpo se deshizo. Pero su esencia se replegó... en una semilla. La semilla cayó en el mundo real. En los pies de Zola. Quien lloró... y la sembró.
• Hoy, en el campus de una nueva academia internacional, crece un árbol con hojas oscuras y una corteza dorada. Nadie sabe de dónde vino. Pero bajo su sombra, los estudiantes sueñan sin pesadillas. Y si apoyan la cabeza contra el tronco... pueden oír una voz.
• "No temas la casa. Tema al olvido. Yo soy Mark. Y mientras alguien me recuerde... Alfheim dormirá".
• Años después, Zola publicó un libro llamado "El árbol de las memorias". Fue leído en miles de escuelas. Siempre como ficción. Pero algunos estudiantes, tras leerlo, sueñan con pasillos infinitos... y una puerta que no se abre.
• Uno de ellos, un niño japonés llamado Ren, empezó a dibujar símbolos que solo Mark conocía. Cuando Zola lo visitó, el chico dijo: "El árbol me llamó. Me dijo que tú eras su amiga." Ella entendió entonces que Mark aún estaba con ellos. En las raíces. En los sueños.
• La mansión ya no se manifiesta. No hay más desapariciones. Pero en el plano raíz, hay una sombra que camina eternamente, vigilando. No como prisionero, sino como guardián. Mark no quiere venganza. Solo memoria.
• Porque Alfheim no era malvada. Era conocimiento sin límite. Y lo que no puede ser entendido... devora.
• Zola nunca volvió a tocar el árbol. No lo necesitaba. Pero cada vez que pasaba cerca, murmuraba su nombre. "Gracias, Mark.''