Samantha
Me despierto con la tenue luz del sol filtrándose entre las cortinas de la habitación. Emma seguía dormida a mi lado, abrazada a su peluche con una paz que envidio. Durante años, verla tranquila era la única forma de recordar que aún había ternura en el mundo.
A las nueve, mientras le preparo sus cereales, recibo un mensaje que no esperaba.
De: Caleb Carter
"Buenos días, Samantha. Hoy vamos a hacer una pequeña ruta a caballo y pensé que a Emma podría gustarle. ¿Les gustaría pasar por el rancho?"
Lo medito hasta que mi hija despierta y decido preguntar mientras toma su desayuno.
—¿Quieres ir al rancho a dar un paseo con los caballos?
Sus ojos se iluminaron.
—¡Sí!
Así que ahí estamos una hora más tarde, bajando del coche en medio de la vasta extensión del rancho Carter. El hermano Carter sonriente, nos esperaba frente al porche con otros de los niños que pasan algunas tardes aquí.
—¡Pero si vinieron mis chicas! —exclamó, abriendo los brazos para recibirnos.
Emma se queda pegada a mi costado al principio, pero no tarda ni cinco minutos en aceptar la bienvenida de Caleb y correr a saludar a otros niños.
Aun no entiendo como Luke ha consentido a su hermano la invasión de minipersonitas en el rancho. Al parecer ofrecer actividades dos veces por semana es muy recreativo.
—¿Te molesta que te haya invitado? —pregunta Luke a mi lado provocando que me sobresalte.
—No. Solo… no estoy acostumbrada a que alguien nos tenga en cuenta.
Me arrepentí en cuanto lo dije. Pero Luke no pareció sorprenderse.
—No sé si ofenderme. Últimamente te he tenido mucho dando vueltas en mi cabeza
Me deja sin palabras, el hombre de los silencios me roba el aire. Luke, cubierto de polvo y con una expresión más suave que la habitual, hace una confesión como quien habla del tiempo. No me mira, solo se enfoca en como su hermano y su primo montan a los niños en los caballos.
—¿Quieres quedarte a comer, Sam? —pregunta aun cuando sigo embobada—. Tardaran una hora, podemos preparar algo para cuando lleguen.
—¿Vas a cocinar para todos esos niños?
—¿Qué? No— parece horrorizado. — Sus padres vendrán a recogerlos, tengo suficiente con dejar que Caleb no trabaje para quitárselos un rato de encima.
—Entonces te molesta que tu hermano haga esto…
—No, eso no es lo que quise decir…— se pasa una mano por el pelo. — Él lo hace por mi madre, ella lo hico durante años, le encantaba que los niños conectasen con la naturaleza. Y es genial, pero para que los padres descansen, a mi me descuidar mi rancho por unas horas.
—Tu rancho no se ira a pique, Luke.
— Lo sé… Solo que no me gusta estar parado.
—Podrías ir con ellos.
—Tengo poca paciencia, no quiero hablar mal a un niño.
— Eso no es cierto… eres paciente y a Emma le hablas todo el tiempo.
—Porque ella no es insistente, ni me presiona.
—Es un poco tímida contigo aun…
—Sea como sea, ese no es el tema. ¿Os quedareis a comer?
Dudo. No por la invitación en sí, sino porque una parte de mí siente que cuanto más me acerque, más difícil será marcharme cuando llegue el momento. Pero entonces esa fea sensación de soledad, que no quiero, me golepea.
—Claro —respondí—. Gracias.
Después de comer, Caleb y Tom huyen con la excusa de enseñarle a mi hija un tractor y montar en él. Sospechaba que era una excusa para dejarnos solos, pero aun as. Me relaje y deje a Emma ir con ellos. Luke y yo nos sentamos en las mecedoras de madera del poche, viéndolos a lo lejos dar vueltas en círculo sobre la máquina.
La calma que nos rodeaba no fue incómoda. Al contrario. Se sentía como si no hiciera falta ocupar este momento de paz.
—Debe ser bonito tener raíces en un sitio como este... — murmuro.
Luke me miera, obligando a mis ojos a buscar a los suyos como si fueran imanes. Sus ojos azules parecían menos fríos bajo la luz suave de la tarde, son como el agua en calma.
—Entonces… ¿De dónde vienes?
Tragué saliva. Sabía que tarde o temprano lo intentaría de nuevo.
—De un lugar donde nunca me sentí bienvenida. —Lo dije sin amargura. Solo era un hecho—. Mi familia me dio la espalda cuando quedé embarazada. Y el padre de Emma… bueno, nunca fue parte de una bonita historia.
Luke baja la mirada, con sus nudillos blancos alrededor de los brazos de la mecedora.
—Idiotas.
Solté una risa baja.
—Eso pensé muchas veces.
Volvió a mirarme. Había algo en su forma de hacerlo que me hacía sentir vista de verdad. No con lástima, ni con deseo. Con respeto.
—Te ves bien aquí.
—¿Aquí, como en el rancho?
—Aquí, en este pueblo. En esta vida.
Algo en mi pecho se tensó. Tal vez por la forma en que lo dijo. Tal vez porque, por un momento, quise creer que sí… que podía construir algo aquí.
Emma tropezó mientras corria en nuestra dirección con algo entre las manos y soltó una carcajada contagiosa. Me levanté instintivamente, pero Luke ya estaba en marcha, acorto la distancia ayudándola a levantarse. Ella le abrazó las piernas como si fuera lo más natural del mundo.
—No te vayas a hacer daño, vaquera —le dijo en voz baja, acariciándole el cabello.
Mi hija le enseño lo que trae en sus manos y Luke le regala una ligera sonrisa, dejando más que intrigada. Cuando me acerco, él levantó la vista hacia mí. Entre las manos de mi hija hay un pequeño pollito amarillo y ella parece demasiado emocionada
—Creo que tendrás una mascota.
Y con eso, volvió a caminar hacia el porche con Emma tras él, dejando mi corazón en un puño.