Samantha
La lluvia golpea el techo de mi casa como si el cielo quisiera despertarme a la fuerza. Pero no duermo. Estoy recostada de lado, con Emma profundamente dormida a mi espalda y el corazón desvelado en el pecho.
El beso aún quema. No en los labios. En todo lo que soy.
Me besó. Lo besé. Y lo peor de todo… es que quise más.
Mucho más.
No lo planeaba. Ninguno lo hizo. Fue el tipo de beso que no nace del deseo inmediato, sino de algo que ha estado creciendo en silencio, a escondidas. Lo supe por la forma en que me sostuvo la cara, como si algo frágil pudiera romperse. Por cómo nuestras frentes se tocaron apenas un instante después, respirando el mismo aire que no supimos cómo recuperar.
Pero luego… retrocedí. No porque no lo sintiera. Lo sentí tanto que me asustó. Sino porque, en cuanto nos separamos, me invadió el recuerdo de todo lo que vino antes.
Lo fácil que es enamorarse.
Lo cruel que puede ser el amor cuando no te escoge de vuelta.
Y aún así, Luke no se alejó. No dio un paso atrás ni pareció arrepentirse. Sólo dijo que no me pidiera que no lo sintiera. Y ahí supe que estaba en problemas.
Porque yo también lo sentía.
Lo siento ahora mismo. En cada parte de mí que había adormecido por supervivencia.
Me levanto sin hacer ruido. Camino descalza hasta la cocina y me sirvo agua. Afuera la tormenta sigue, pero dentro de mí el ruido es otro. Más silencioso. Más profundo.
Luke Carter.
El gruñón que me abría la puerta sin palabras. El hombre que hizo reír a mi hija. Que me dejó estar en su mundo sin pedirme nada a cambio. Que no me ofreció promesas vacías… sino tiempo, y espacio.
Apoyo la frente contra el marco de la ventana. Quiero confiar. Quiero creer. Pero tengo tanto miedo de equivocarme otra vez, de romperme una vez más frente a mi hija, que no sé si voy a ser capaz de dejar entrar esto que empieza a crecer.
Y sin embargo, si cierro los ojos, puedo recordar exactamente cómo se sintieron sus labios contra los míos.
Suave. Honesto. Como un comienzo.
Regreso a la cama y me acomodo junto a Emma. Ella suspira entre sueños y se acurruca más cerca.
Mañana seguiré con la rutina, como si todo estuviera igual. Pero sé que no lo está.
Algo cambió.
Algo se movió.
Y esta vez… no pienso huir.