Antes de empezar a leer, solo queria daros la bienvenida a la calma antes de la temestad.
Disfrutad la lectura y gracias por leer ;)
Samantha
Hay algo profundamente hermoso en lo cotidiano.
En el café caliente que Luke me deja en la mesa antes de que me despierte.
En el sonido de sus botas al bajar del porche cada mañana.
En el “¿vas a comer aquí hoy?” que ya no suena como pregunta, sino como costumbre.
Desde aquella noche, nada cambió… y todo cambió.
Ya no tengo que adivinar si me quiere cerca. Lo sé por cómo me mira al final del día, por cómo me escucha sin prisa, por cómo se inclina a besarme el hombro mientras cocino aunque no diga ni una palabra.
Y Emma…
Emma lo adora.
Cada vez que él entra en la habitación, sus ojos se iluminan. Le cuenta su día con detalles que nunca me comparte a mí. Me hace gracia, pero no me duele. Al contrario. Verla confiar así, abrirse así… es una de las cosas más lindas que me ha pasado en la vida.
Hoy, la tarde cae tranquila.
Emma está sentada con Luke en el porche del rancho, leyendo un cuento que ya conoce de memoria solo porque le gusta cómo lo cuenta él. Yo, desde el sofá, los veo. No dicen mucho, pero se entienden con miradas. Y yo me permito algo que antes me negaba:
La imagen de los tres.
Como familia.
Sin asteriscos.
—¿Mami? —llama Emma se levanta de golpe, con los ojos brillantes—. Luke dice que si nos vamos a quedar para siempre, necesitamos plantar un árbol.
—¿Un árbol?
—¡Sí! Para saber que no vamos a movernos más.
Sonrío.
No por la idea. Por lo que significa.
—¿Y tú qué opinas?
—Yo quiero quedarme. ¿Tú también?
La miro.
Mi hija. Mi casa. Mi elección.
—Yo también, cariño.
Luke permanece detrás de ella. Su expresión es serena, pero sus ojos buscan los míos como si esa simple afirmación le acabara de desatar el pecho.
—Entonces mañana plantamos un árbol —dice.
Y yo pienso:
Sí. Plantaremos un árbol.
Echaremos raíces.
Y esta vez, no voy a arrancarlas, por una vez en la vida, siento que pertenezco a este lugar.