El resto del día pasó en un borrón para mí. Mi mente estaba completamente concentrada en aquel chico de la librería y una pregunta que rondaba en mi cabeza era: ¿Quién era él? ¿Y por qué mis pensamientos estaban dirigidos en torno a él?
Cuando llegamos a casa, me excusé y me encerré en mi habitación, me senté en el borde de la cama con el libro que había cogido sin pagar (me avergüenzo de ello). Comencé a leerlo intentando olvidar lo sucedido, pero mi mente decía que era un rotundo No.
La noche cayó en el pueblo, y las sombras se adueñaron de mi habitación. Con un suspiro, dejé el libro a un lado y acosté en la cama con la mirada fija en el techo. ¿Qué me depararía el destino en este nuevo lugar? No lo sabía.
Me sumergí en un sueño intranquilo, donde las sombras y susurros parecían nombrar mi nombre en la oscuridad.
(…)
Mamá y Gabriel están ocupados en sus propios asuntos, dejándome mi espacio a solas, así que decido a salir y visitar los alrededores. Caminando evoco los momentos felices que tuve en la ciudad, llenándome de profunda calidez.
Llego a un parque y me siento en una de las bancas de piedras, cerrando los ojos. Hoy el día está oscuro y un viento casi abismal asalta las hojas de los árboles; el cielo está gris, así como los ojos de aquel chico.
“¡Samantha, ya deja de pensar en ese chico!”
De repente una sombra se posa delante de mí, abro los ojos y ¡qué casualidad!, aquel chico está ahí mirándome fijamente.
-Hola, otra vez, loca-dijo en tono burlón.
-Hola- respondí sonrojándome y sin saber qué decir.
Se sienta sin previo aviso a mi lado, mirando al frente. Un silencio cómodo reina entre nosotros, no sabía qué decir, era un manojo de nervios.
- ¿Qué haces aquí Samantha Wilson? - dice y me quedo helada.
- ¿Cómo sabes mi nombre? - pregunte.
-Este es un pueblo muy pequeño, y las noticias viajan rápido.
-Supongo que si- dije sin estar convencida, había algo en el que me resultaba intrigante.
- ¿y tú? - pregunté, cambiando de tema - ¿Qué haces aquí?
—Estoy de paso, dice con indiferencia—, pero creo que me quedaré un rato más.
- ¿Por qué?
Porque he encontrado algo que me interesa— fija sus ojos en mí, intimidándome en el proceso. Mi corazón da un vuelco en mi pecho.
-¿A-así?- tartamudeo—¿y qué cosa es?, ¿es bonita?
-claro que si muy hermoso diría yo, irradia una belleza bella que en cualquier momento cegará a aquel que la mire. - dice en un susurro.
Se va acercando cada vez más hasta esta muy cerca. Su mano rosa mi mentón y pasa de largo, yéndose a mi espalda, donde se escucha que algo es arrancado.
-Esto es lo más hermoso-dice mirando a la flor morada que tiene entre sus dedos- ¿no lo crees?
-Sí— digo y no puedo sentirme más estúpida.
Coge una de mis manos y una corriente atraviesa por mi espina dorsal, la flor es dejada allí llenándome de una protección extraña.
—Tomala, es tuya— dice, levantándose y yéndose, dejándome con un vacío.
Los pétalos brillan en la palma de mi mano y una sonrisa se desliza en mi rostro. Me levanto yéndome a casa donde mamá me recibe.
-Sam, mañana iras a tu nuevo instituto, allí no hay uniforme, es decir, puedes ir como tú quieras -dice abrazándome en el proceso. El chofer te llevará, no lo haré yo ni Gabriel, porque estaremos fuera por unos días, dice y mi cara se pone triste.
-Mamá, hemos pasado muy poco tiempo.
-Tranquila, te lo recobraré cuando llegue -dice-. No estés triste —acaricia mi mejilla.
-Bueno, madre, pero hay un problema: no he comprado mis libros y mucho menos el bolso —digo.
-No te preocupes por eso, ya me encargué de ello, todo está organizado en tu habitación. La ama de llaves te despertará una hora antes de ir al instituto. Dice mientras sube las escaleras.
-me dirijo a la cocina y Claudia está allí.
—Señorita Sam, ¿necesita que le prepare algo? he hecho una lasaña que está para chuparse los dedos, dice haciendo una cara de satisfacción.
—Claro que sí, mi barriga está gruñendo como un lobo con ganas de comer —río y ella me acompaña, me sirve la lasaña y al primer bocado mi paladar explota— ¡Esto está increíble! - digo mientras sigo comiendo.
-Oh, no te he dado algo de tomar - se dirige a la nevera donde saca una gaseosa que pone enfrente mío.
-Esto se ha vuelto una de mis comidas favoritas.
—Lo anotaré para tenerlo en cuenta —dice riéndose por mi cara.
-Dígame, Claudia, ¿cómo es el pueblo aquí? He visto que es muy tranquilo y pequeño.
—Oh, claro que, si lo es, aquí se escucha quien llega y quien sale.
- Escuché que en este pueblo asustan, y que pasan cosas extrañas -digo—. La madre dice eso, pero ella siempre me ha inculcado con que todo eso es ordinario y que nada de ello existe. Su cara es un poema, lo digo porque se transformó en un dos por tres.
-En este pueblo hay cantidad de leyendas y tú decides si creerlas o no -dice lavando algunos trastes. - es decisión de cada uno.
-Si lo sé, pero he vivido con la creencia de que las cosas del más allá no existen, pero a veces preguntas llegan a mí que no sé cómo responderlas. - Su mirada se dirige a mí y una añoranza se refleja en sus ojos, pero, así como llegó, se fue.
-Señorita Samantha, creo que ya es hora de que vaya a descansar, mañana será un día pesado para ti. -dice cogiendo mi plato y baso.
-Está bien, hasta mañana, Claudia, que tengas buena noche, sonrió mientras salgo de la cocina.
Llego a mi habitación, las cosas que dijo mamá, están en una bolsa al lado de la cama, ordeno algunos libros, me baño y me tiro a mi cama cayendo a una oscuridad profunda.
(…)
Escucho los golpes y una voz a lo lejos que me hace despertar.
-Buenos días, señorita Sam, es hora de levantarse. - Miro el reloj que tengo a mi lado y son las cinco de la madrugada.